Los vecinos de la Cañada Real esperan su turno frente al puesto provisional de Casa Fuerte, a 23 de febrero de 2024.

Los vecinos de la Cañada Real esperan su turno frente al puesto provisional de Casa Fuerte, a 23 de febrero de 2024. Marcos Dias Casa Fuerte Cañada Real (Madrid)

Historias

Juliana y Robson, los brasileños que socorren a las familias sin luz de la Cañada Real: "Es peor que una favela"

Un periodista de ENCLAVE ODS acompaña a los voluntarios de Casa Fuerte en una de sus misiones para entregar alimentos en la barriada madrileña. 

20 marzo, 2024 01:59

19:45 de un viernes. Varias mujeres salen con sus batas aterciopeladas y los niños corren y saltan de júbilo por la Calle Cañada Real de Merinas (Madrid). Han llegado los voluntarios de Casa Fuerte capitaneados por Juliana y Robson. Unas horas antes, esta pareja de brasileños ponía a punto los enseres que entregan a este barrio, que atraviesa su cuarto invierno sin luz, calefacción y agua caliente; una situación que ha sido denunciada en numerosas ocasiones por los vecinos, el Defensor del Pueblo, el Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil y delegados de la ONU. 

Robson Rodrigues, que se acoge a baja laboral debido a una delicada operación de corazón, se encarga del aspecto operativo, mientras que su pareja, Juliana Lopes, a quien conoció en la comunidad evangélica de la Iglesia Casa Fuerte, se ocupa de los aspectos más organizativos. Trabajando codo con codo, coordinan el trabajo de una decena de voluntarios y tres furgones que se desplazan durante la semana a algunos puntos de la ciudad para ofrecer sus servicios a personas en situación de vulnerabilidad. 

Las prostitutas de Villaverde, las familias y personas drogodependientes de la Cañada Real, y las personas sinhogar de la Plaza de las Descalzas son a las que se desplazan periódicamente con bocatas, bolsas de alimentos y cajas de fruta. "Vamos al Mercamadrid, compramos las frutas y preparamos preparamos las bolsas con galletas, pasta, legumbres, chuches para los niños, etc.", explica Juliana. 

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Es la primera vez en este año que van a la Cañada Real. Juliana cuenta que "normalmente vamos cada 15 días, pero en enero no podemos entrar por las fiestas en la calle; y la última vez teníamos todo listo para salir, pero empezó a llover y no pudimos ir". Para compensarlo, los voluntarios han preparado un cargamento de juguetes para regalar a los más peques. 

Para cada una de sus misiones sociales, en las que también se enmarca el servicio de comidas que ofrecen los domingos en sus instalaciones, "tenemos unas 5 a 10 personas que saben cómo funcionamos: cocineros, conductores y voluntarios". Su trabajo está apoyado por las contribuciones voluntarias de la comunidad evangélica local y otras entidades. Como la Fundación Adelias, que ha dedicado la mayor parte de la recaudación en la última edición de Festival #C-level Contra la Pobreza. Por otro lado, la Cruz Roja ha empezado a brindar apoyo reconociéndoles como comedor social. 

El equipo de voluntarios de Casa Fuerte.

El equipo de voluntarios de Casa Fuerte. Marcos Dias Casa Fuerte Cañada Real Galiana (Madrid)

En la reunión previa al despliegue en la Cañada Real se reúnen todos en corrillo para rezar y cantar, y después Juliana anuncia las funciones de cada uno de los voluntarios. Michelle y Adrian, madre e hijo, participan activamente en las misiones de esta asociación, cuyo objetivo es aliviar la pobreza, ayudar al prójimo y "llevar la palabra de Dios".

Antes de subirse a las furgonetas, explican que lo que les mueve a continuar dedicando su tiempo a las labores de Casa Fuerte es "ver la reacción de la gente y entender cómo se sienten; uno no se pone verdaderamente en piel hasta lo ve directamente", explica Michelle.

"Es peor que las favelas"

Tras conversar con los voluntarios y llenar los maleteros, nos subimos en los furgones. Las gotas de lluvia que se empiezan a deslizar sobre las lunas del vehículo son una muy mala señal: la lluvia está al caer. No obstante, Juliana se mantiene fiel a su palabra y el convoy se adentra en lo más profundo de la Cañada Real Galiana. "Es importante que vayamos todos juntos; si no sería peligroso", explica. La razón es que las personas de la entrada identifican los vehículos para asegurarse de que no entran personas no deseadas o la policía. 

Juliana Lopes coordina el trabajo de los voluntarios y habla con los vecinos.

Juliana Lopes coordina el trabajo de los voluntarios y habla con los vecinos. Marcos Dias Casa Fuerte Cañada Real Galiana (Madrid)

Los furgones realizan su primera parada en el sector VI, a la altura del Punto de Atención Cruz Roja en Cañada Real, donde apenas viven un par de familias. Los voluntarios permanecen allí durante unos minutos y preguntan a una vecina por la abuela. Al rato, Amalia, una anciana de unos 70 años aparece por la puerta y charla con Juliana y Robson. "¿Está bien de salud?", pregunta Juliana. A Amalia le diagnosticaron un cáncer de garganta y desde entonces acude a consulta más de lo habitual. 

Los voluntarios recogen la mesa que habían desplegado para colocar los enseres y continúan a la siguiente parada. Allí ya están esperando José Rodríguez y su familia. "Hace mucho que no venís", dice. Uno de los reclamos que hace es que "hay muchas veces que no llega la ayuda". Y comenta una entrega que hizo el equipo de la Cruz Roja el día anterior. "Repartieron estufas y a nosotros no nos tocó ninguna", aqueja. 

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La ruta por la Cañada Real, una barriada de chalés a infraviviendas que se extiende a lo largo de 16 kilómetros y donde viven alrededor de 8.000 personas, continúa, y Juliana relata su experiencia en las misiones de la Cañada Real. Al preguntarle sobre alguna situación que le recuerde a su Brasil natal es inevitable mencionar el caso de las infames favelas. Está parcialmente familiarizada con la vida de estos barrios marginales: "Viven peor que en las favelas". Y achaca los problemas de habitabilidad a la pobreza energética.

Los sectores V y VI no disponen de suministro eléctrico desde el 2 de octubre de 2020, lo que dejó a más de 4.000 personas —de las cuales unos 1.900 son menores— en la penumbra. Algunas viviendas, según la investigación reciente de la Universidad Carlos III de Madrid, registran temperaturas inferiores a los 10 °C en invierno y superiores a 40 °C en verano. 

Robson Rodrigues, junto a un vecino.

Robson Rodrigues, junto a un vecino. Marcos Dias Casa Fuerte Cañada Real Galiana (Madrid)

"Aguantan como pueden con bombonas de butano, generadores a partir de combustible diésel y algunos con placas solares", detalla Juliana. "Ahora pararemos en frente de la casa de Juan", explica Juliana. Juan es uno de los contactos locales de Casa Fuerte en este asentamiento madrileño. 

"La gente ya no tiene esperanza"

La siguiente parada se realiza en al lado del comercio de Juan. Juliana presenta a Pili, su mujer, que agradece que Casa Fuerte piense en ellos. "Juan está devolviendo una estufa de gas que compró por Wallapop porque no funcionaba", comenta. "Ahora viene; no tardará en llegar". A su extensa familia tampoco le había tocado una estufa. Pili también transmite una de las quejas de los afortunados: "Nos dieron estufas de luz cuando no tenemos electricidad", señala. 

Los niños se agolpan detrás de los furgones esperando su bolsa de juguetes. Los voluntarios cuentan que algunos —los más astutos— recogen la suya, se van a casa a cambiarse de camiseta y luego regresan a por otra. Cuando son descubiertos, relatan los voluntarios, muchas veces replican "es mi hermano gemelo el que lo cogió". 

Los niños y niñas esperan su turno para recibir bolsas de juguetes.

Los niños y niñas esperan su turno para recibir bolsas de juguetes. Marcos Dias Casa Fuerte Cañada Real Galiana (Madrid)

Después de este punto, los furgones continúan su ruta por la calle deteriorada. Si aquello parecía un barrio común de familias, con la alegría y el júbilo de los niños amenizando el entorno, en la siguiente parada la soledad se palpaba en el ambiente. Es la zona próxima a la Parroquia Santo Domingo de la Calzada, donde se concentran las narcochabolas. El trayecto es tranquilo y se divisan los cubos industriales en llamas que han sustituido a las farolas. 

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Allí nos cruzamos con Juan, quien accede a contar la situación que viven familias como la suya. "Aquí la gente ya no tiene la esperanza", reitera. Este padre de familia ha visto como sus sobrinos, que han crecido con el barrio de las personas enganchadas a la droga a unos metros de sus casas, han dejado sus estudios, hobbies y sueños por una actividad que ven como única opción viable para sacarles de allí. "Muchos dejan el fútbol, cuando eran muy buenos, para vender droga aquí", explica. 

Este vecino agradece a entidades como Casa Fuerte, Cruz Roja, Cáritas y la Asociación Bocatas —las únicas que prestan un servicio regular en la zona— por no haberse olvidado de las familias que permanecen allí en infraviviendas. Aunque el proceso de realojo de las familias del sector 6 está en curso, Juan no cree que pueda salir de allí con su esposa, hijos y nietos hasta dentro de unos 5 años o más.

Lo vecinos esperan su turno.

Lo vecinos esperan su turno. Marcos Dias Casa Fuerte Cañada Real Galiana (Madrid)

"Dijeron que nos habían cortado la luz porque se utilizaba para marihuana, pero han pagado justos por pecadores", cuenta. Esa es la razón que esgrimieron las autoridades de la Comunidad de Madrid para ordenar el corte de suministro eléctrico en las zonas más marginales de este poblado chabolista. Los llamados cultivos indoor de marihuana consumen hasta 45 veces más que un hogar. 

Su testimonio confirma las declaraciones que dio la presidenta de la Asociación Cultural de Mujeres Tabadol del sector VI de la Cañada Real Galiana, Houda Akrikez, en declaraciones a Europa Press en octubre del año pasado. "Son procesos bastante largos y lentos; ¿cuánto tiempo van a tardar estos realojos y cuánto tiempo van a esperar las familias de la Cañada Real sin luz y a oscuras hasta que se cumpla el realojo?". 

Además, añadió en declaraciones la agencia de noticias que se están haciendo "de manera forzada" porque las familias se ven "obligadas" a aceptarlo ya que viven en "viviendas indignas". "No se puede estar en una casa donde no hay agua caliente y no hay calefacción", concluyó.

La última parada

En la última parada, Robson se lleva a un voluntario y a un servidor para acompañarle a ver a "la abuelita". Se refiere a una mujer ciega y con movilidad reducida en la zona aledaña a donde se han detenido los vehículos. Él carga con una caja de fruta, mientras los otros dos voluntarios se encargan de las bolsas con galletas y otros alimentos envasados. 

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Lo primero que se advierte es que aunque la oscuridad inunde el paraje, las familias sí tienen bombillas que iluminen los hogares. A la vuelta de este breve hiato, la entrega de alimentos continúa. Primero se acerca una niña para preguntarle a Juliana sobre un proyecto que tienen entre manos de una finca para realojar a las familias de la Cañada Real Galiana. Esta niña, de unos 13-14 años, no aguanta más y se le escapa un grito de socorro: "¿Cuándo nos lleváis?", dice. Los voluntarios, sorprendidos, no pueden darle una respuesta y la niña se marcha

Los voluntarios de Casa Fuerte reparten las bolsas de alimentos a los vecinos.

Los voluntarios de Casa Fuerte reparten las bolsas de alimentos a los vecinos. Marcos Dias Casa Fuerte Cañada Real Galiana (Madrid)

A los pocos minutos, con los furgones a punto de marchar, se acerca un hombre en silla de ruedas que lo único que pide son bolsas de fruta. En la mochila que adorna su vehículo hay una bolsa de cruasanes duros. "Podéis cogerlos y dárselos a alguien que los necesite", cuenta. De no ser por la llegada de los voluntarios, esa habría sido su comida los próximos días. 

El pasado mes de marzo de 2023, la Comunidad de Madrid señaló que técnicamente es "imposible" llevar la electricidad a los sectores V y VI de la Cañada Real Galiana. Al tiempo que los gritos de socorro resuenan todavía en la administración a través del lema "Luz para la Cañada", defendido por las asociaciones vecinales. Aunque se ha aprobado un plan para acelerar el realojo, tal como informó Akrikez a Europa Press, la mayoría de las vecinas no están de acuerdo con que sea la solución.