A finales de febrero de este año, la ciudad brasileña de Río de Janeiro declaró la emergencia de salud pública por un brote de dengue. Con una incidencia de 700 casos por cada 100.000 personas y más de 42.000 casos diagnosticados a principios de marzo, las autoridades se pusieron 'manos a la obra' para aumentar su capacidad de realizar pruebas.
Así, tal y como informa AP, se abrieron una decena de centros de salud para dengue y se formó a su personal sanitario para atender "las crecientes necesidades de su población". Pero el brote de dengue no se reduce solo a Río: São Paulo y Brasilia también han visto como los mosquitos que propagan esta enfermedad causan estragos.
Según el Ministerio de Salud brasileño, los casos de dengue registrados en lo que llevamos de año en el país ya superan a los de 2023. Tan solo en las primeras 10 semanas de 2024, el Gobierno contabilizó 1.684.781 casos. En los 12 meses anteriores, se registraron 1.658.814. Es decir, en apenas dos meses y medio se han producido 25.967 más casos que en todo 2023.
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La situación de Brasil es, por tanto, crítica. Pero ¿y si la solución estuviese en una ciudad del propio país que se encuentra al otro lado de la bahía de Guanabara?
Los mosquitos 'mutantes' de Niterói
Niterói es una paradoja dentro de Brasil. En los dos primeros meses del año, su población de medio millón de personas ha vivido apenas 403 casos de dengue. Con 69 casos diagnosticados por cada 100.000 habitantes, su situación dista sobremanera de lo que se vive en Río de Janeiro.
El motivo es sencillo: en 2015 la ciudad se convirtió en el hogar de un proyecto piloto que entidades como Médicos Sin Fronteras han llevado también a otros países latinoamericanos. Así, de la mano del World Mosquito Program, llevan casi una década liberando mosquitos Aedes aegypti, que normalmente transmiten el dengue, pero esta vez portadores de la bacteria natural Wolbachia.
Esta fórmula ya se ha demostrado útil en otros países con altos niveles de esta enfermedad, como Honduras, Colombia o Indonesia. Este microorganismo, aseguran desde MSF, reduce la capacidad de los mosquitos para transmitir arbovirus. De esta manera, se interrumpe la trasmisión del dengue.
El alcalde de Niterói, Axel Grael, en declaraciones a AP, explica que la implementación de esta estrategia "buscaba ayudar después de la epidemia de dengue de 2012". En aquel momento, la ciudad firmó una colaboración con el instituto estatal Fiocruz, el World Mosquito Program y el Ministerio de Salud. "Hoy, tras aplicar la técnica de Wolbachia, tenemos unos resultados mucho mejores", recuerda el regidor.
Viejos amigos del dengue
Las frecuentes lluvias y las altas temperaturas son viejas amigas del dengue, una enfermedad que cursa con fiebre alta, dolor de cabeza y corporal, náuseas y erupciones cutáneas. Aunque la mayoría de personas que lo sufren se recuperan en apenas una semana, los casos más graves pueden complicarse y ser fatales.
Según alerta Naciones Unidas, el calentamiento global podría empeorar las epidemias de dengue que, por el momento, se dan en ciudades como Río de Janeiro cada dos años. Para luchar contra esta enfermedad, en todo Brasil se han movilizado a cientos de trabajadores que inspeccionan calles, tejados, zonas boscosas, pequeñas empresas y depósitos de chatarra para vigilar el agua estancada donde los mosquitos depositan sus huevos.