Con el fin del verano a la vuelta de la esquina quizás estés pensando ya en un destino para el invierno. Los menos frioleros no dudarán en ir a un lugar con temperaturas gélidas que les dejen fríos hasta los huesos. Pero en ningún caso imaginarían una estancia en la misma Antártida. Esto es precisamente lo que se ofrece en White Desert —o desierto blanco, en español— una experiencia inmersiva de 5 a 11 noches en el Polo Sur, el lugar más meridional del mundo.
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Tan solo están abiertos en noviembre y diciembre, los meses más calurosos en el continente antártico. Y los itinerarios del viaje se diseñan en función de los intereses y la condición física de los participantes. Practicar senderismo, ciclismo de montaña, escalada en hielo, rápel o avistar las colonias de pingüinos emperador son algunas de las actividades que ofrece este operador turístico.
Y todo esto teniendo en cuenta su huella medioambiental. A diferencia de la gran parte de experiencias turísticas en la Antártida, que acceden al continente helado a través de cruceros, White Desert traslada a los turistas en avión desde Ciudad del Cabo (Sudáfrica). El espíritu de esta joven compañía, fundada en 2005 por los exploradores Patrick y Robyn Woodhead, es el de ofrecer aventuras únicas en uno de los lugares más remotos (y bonitos) del planeta.
También han aprovechado los recursos energéticos del lugar, como el viento, el agua procedente de los lagos de las inmediaciones para la cocina y los baños, así como la luz solar. Desde su creación, White Desert ha reconocido la importancia de compensar sus emisiones de carbono y lo ha hecho a través de una serie de proyectos renovables acreditados. Solo tardó dos años en ser neutra en emisiones de carbono y además, colabora con centros de investigación científica en el terreno.
Una travesía inspiradora
Pero, ¿a quién se le ocurriría montar un complejo turístico en medio de la Antártida? La historia se remonta al año 2002, cuando los fundadores se encontraban en una expedición. "Mis tres compañeros de equipo y yo estábamos en medio de una travesía de 1.850 km del continente antártico y todos nos sentíamos un poco derrotados", explica Patrick Woodhead uno de los fundadores y actual CEO de White Desert.
Él y su equipo de exploradores llevaban cuatro días aguantando un fuerte temporal en el corazón del continente helado. "Nos estábamos quedando sin provisiones y, lo que es peor, empezábamos a contar las mismas historias y nos preguntábamos por qué sólo los científicos y algún que otro explorador polar llegaban a ver la verdadera Antártida".
En esas largas y profundas conversaciones, los exploradores empezaron a soñar despiertos con comidas de lujo y camas cómodas. Así que decidieron juntar estas dos ideas, la intrepidez que tanto caracteriza a los exploradores y la comodidad que ofrece el lujo. "Sabíamos que miles de personas iban en los cruceros que patrullaban la periferia, pero que el interior estaba casi intacto", explica. Y añade que la intención detrás de estas experiencias de eco lujo es que "la gente conozca este impresionante lugar a todo lujo y que vuelva a casa con un cambio positivo".
Tres campamentos
White Desert, uno de los mejores operadores de viajes de lujo al gélido continente, tiene tres campamentos exclusivos en la Tierra de la Reina Maud, un territorio al norte reclamado por Noruega. El campamento de lujo insignia Whichaway, según la página web de la compañía, “es una colección de cabañas vanguardistas con impresionantes vistas a los lagos de agua dulce del oasis Schirmacher”.
Desde esta estación, que cuenta con 6 cápsulas polares con calefacción, en forma de iglús —y al más puro estilo Star Wars— y con servicios de uso común como un salón, una biblioteca y un comedor, perfecto para relajarse y disfrutar de las vistas. Estos habitáculos están fabricados en vidrio y son fácilmente desmontables para no dejar rastro tras de sí.
La experiencia en Whichaway ofrece dos itinerarios. En su excursión corta (5-6 días), los participantes visitan una colonia de pingüinos en sus primeros meses de vida. Y, en la larga (7-8 días) este viaje se combina con una expedición al punto más bajo de la Tierra: el Polo Sur. Entre estas experiencias, los visitantes tienen la oportunidad de visitar cuevas de hielo, realizar rutas de senderismo, escalar glaciares azules, descender por montañas heladas o aprender de las lecciones de los excursionistas experimentados.
"Inspirado en la era seminal de la exploración espacial, Echo se asienta en una tranquila soledad rodeado de formaciones rocosas picadas", explican en su página web. Echo es otro de sus campamentos, ofertado por primera vez el año pasado, que permite a los viajeros sentirse como si estuvieran en otro planeta. La inmersión es total, ya que los 'Sky Pods' —las tiendas de los invitados— "dan una sensación de que estén en Marte".
El tercer campamento, Wolf's Fang, está diseñado para los amantes de la adrenalina, ofreciendo actividades como rápel, escalada en hielo y paseos por cuerdas. El campamento se establece a los pies de las montañas de la Tierra de la Reina Maud. Uno de los servicios incluidos más sorprendentes es que los asistentes podrán disfrutar de un cóctel hecho con hielo de hace más de 10.000 años.
Ecotusimo 'de lujo'
Adentrarte en el corazón del continente más desconocido del planeta no es barato. Está al alcance de pocos bolsillos. Los precios parten de los 14.500 dólares estadounidenses para el paquete Wolf's Fang y pueden llegar a alcanzar los 104.000 dólares estadounidenses para alojarse en las tiendas futuristas de Echo. Y estas son solo las tarifas individuales.
Desde que el primer turista pisara las placas de hielo superficial de la Antártida, trasportados por el SS Fleurus —una embarcación de las Islas Malvinas— el número de visitantes al continente helado no ha hecho más que aumentar. Si en la década de 1980 la población científica superaba en número a los viajeros, en 2022 los turistas que lo visitaron era 20 veces más que la población de las estaciones y centros de investigación.
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Este vertiginoso incremento del turismo polar se explica en parte por las condiciones térmicas más favorables y las concesiones de licencias para cruceros. Que más personas puedan contemplar la belleza de la Antártida y su peculiar fauna podría parecer algo muy positivo, pero la realidad es que este hecho mantiene en vilo la comunidad científica. Algunos estudios apuntan a que el turismo está introduciendo materiales nocivos en los ecosistemas marinos y la superficie, amenazando la biodiversidad antártica.
"Somos conscientes de que operamos en una naturaleza virgen y trabajamos continuamente para minimizar nuestra huella", admiten desde White Desert en su web. Y sostienen que están trabajando para eliminar los plásticos de un solo uso: "Todos los demás residuos se envían de vuelta a Sudáfrica para su reciclaje o eliminación responsable".
En cuanto a los productos de limpieza e higiene, cuyos restos pueden contaminar fácilmente los suelos antárticos, desde la compañía, dicen que son biodegradables.
Los campamentos se calientan gracias a la energía solar de los paneles diseñados por la empresa californiana Arctica Solar. Este esfuerzo por acabar con la dependencia de energías fósiles también es manifiesta en su plan para sustituir el combustible de todos los aviones de su flota por combustible sostenible de aviación (SAF) en los próximos años.