El estudio de las temperaturas a nivel mundial es un reto constante para los científicos. Más si cabe, cuando el clima cambiante hace más evidente la urgencia de estudiar el pasado para prever los efectos del calentamiento global en el medio y largo plazo. Ahora, por primera vez, un grupo de científicos revela una mirada detallada del clima del planeta a raíz del hielo de la Antártida.
El estudio, publicado hoy en Nature, desvela las temperaturas estacionales del verano y del invierno en cualquier parte del mundo desde hace 11.000 años, al comienzo del período postglacial. Es el primer registro de este tipo. Tyler Jones, autor principal, explica que el objetivo era “ampliar los límites de lo posible con las interpretaciones climáticas pasadas”.
Además, lo revelado hoy valida también una teoría sobre el clima de la Tierra que no se había probado hasta ahora, que es cómo las temperaturas estacionales en las regiones polares responden a los ciclos de Milankovitch (un científico serbio). Es decir, a los ciclos de muy largo período como los orbitales, que tienen que ver con cambios como el eje de inclinación o la distancia del sol que operan en el margen de miles de años.
Kurt Cuffey, coautor del estudio y profesor en la Universidad de Berkeley, admite estar “emocionado” porque este resultado confirma una teoría utilizada para explicar los ciclos climáticos de la edad de hielo de la Tierra: que la intensidad de la luz solar controla las temperaturas de verano en las regiones polares y, por lo tanto, también el derretimiento del hielo".
Con estos datos sobre patrones climáticos pasados a tan largo plazo, también le sirve a la comunidad científica que estudia los impactos de las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el hombre en nuestro clima presente y futuro. Al saber qué ciclos planetarios ocurren naturalmente y por qué, los investigadores pueden identificar mejor la influencia humana en el cambio climático y sus impactos en las temperaturas globales.
Todo esto se ha sabido a raíz de una técnica que hasta ahora se creía poco precisa. Los investigadores han estudiado el clima pasado de la tierra a través de núcleos de hielo recogidos de las regiones polares durante los últimos 15 años. Unas pequeñas columnas cilíndricas y delgadas extraídas de antiguas capas de hielo de la Antártida que hacen su papel de cápsulas del tiempo: encierran desde concentraciones atmosféricas pasadas de gases de efecto invernadero hasta temperaturas pasadas del aire y los océanos.
La forma de estudiarlo es cortando cuidadosamente un núcleo de hielo –el más largo mide unos 3.000 metros–, que después se divide en secciones más pequeñas transportables y almacenables. Sobre esta especie de muestras es sobre las que después se realizan los análisis pertinentes en laboratorio.
Para Fernando Valladares, profesor de investigación del CSIC y experto en cambio climático, esta es una de las grandes contribuciones de este trabajo. Como explica, “los isótopos –sean del agua, del oxígeno o del hidrógeno– informan de cuestiones ambientales y climáticas”.
Sin embargo, el problema de utilizar los testigos de hielo es que estos isótopos se van moviendo de una zona a otra del testigo y pueden confundirse. “A lo mejor consigues medidas de un año o de un periodo que no corresponde con el que fue. Desdibujan los datos”. Así las cosas, el estudio publicado hoy salva esta dificultad, y se ha conseguido un análisis isotópico muy detallado que normalmente se ve muy confundido.
Así, los investigadores han analizado un registro continuo de proporciones de isótopos de agua del núcleo de hielo de la Antártida con el que han conseguido revelar datos sobre temperaturas pasadas y circulación atmosférica, incluidas las transiciones entre edades de hielo y períodos cálidos en el pasado de la Tierra.
Jones comenta que más allá del análisis de los isótopos, tuvieron que “desarrollar métodos completamente nuevos para manejar estos datos, porque nadie los había visto antes. Tuvimos que ir más allá de lo que cualquiera haya hecho en el pasado”. Concluye que “los humanos tienen una curiosidad fundamental sobre cómo funciona el mundo y qué sucedió en el pasado, porque eso también puede aportar información para comprender lo que podría suceder en el futuro”.