El lunes 8 de mayo se entregaron los Premios Optimistas Comprometidos, que otorga la revista Anoche tuve un sueño, en un acto cargado de emoción y emociones. Nueve años de galardones. Nueve años de impacto positivo que en la última edición se concretaron en siete premios a la música, la ciencia, el pensamiento, el periodismo, la libertad de expresión, la filosofía y la sostenibilidad.
“Los optimistas comprometidos son los que cambian el mundo", esta frase del discurso de la filósofa mexicana Carissa Véliz dejó impactado al público que llenaba el auditorio del Museo Nacional Reina Sofía de Madrid, lleno hasta la bandera. Salvo a una persona. Alguien que tenía que estar y no estaba. Porque Khaled Drareni, periodista argelino representante de Reporteros Sin Fronteras en el Norte de África, premio Optimistas Comprometidos a la Libertad de prensa, había sufrido en su ser la negación de aquello por lo que era galardonado.
Había podido tener su tarjeta de embarque. Pudo incluso llegar a pie de avión. Pero la crueldad del sátrapa es inabarcable, y justo antes de entrar en el símil de la libertad fue detenido por las autoridades de su país. La sombra de esa infamia veló una noche mágica.
Llibertad de prensa
Lo dijo el periodista Manuel Campo Vidal, que debía entregarle el galardón. Lo repitió el secretario general de Reporteros Sin Fronteras en España, Carlos Sánchez, que lo recogió en su nombre: "Sin información libre no hay democracia". Puede haber elecciones, puede haber teatrillos democráticos, pero es imposible que sea real sin un periodismo libre, sin un periodismo sano.
Y a muy pocos kilómetros de España, Argelia y Marruecos son dos ejemplos, ocupando el primero el puesto 136, y el segundo el 140 de un ranking de 180 países. Triste, no; indignante. Aunque Campo Vidal revolvió el estómago de los presentes, relatando con esa voz que está en la memoria de todos los que tenemos más de 50 años cómo, en Nicaragua, un joven periodista que osó tomar imágenes de una procesión y subirla a sus redes sociales había sido detenido y encarcelado.
Los atentados contra la libertad no lograron acabar con el optimismo ni con la emoción. La noche había empezado con tono alto, con el recordatorio del presentador Leo Farache de que convenía no mirar hacia otro lado, sino al lado bueno para mirar a un mundo mejor. Entre bromas sobre si éramos cerdos o gallinas, el chorizo o los huevos del plato, es decir, sobre si nos comprometíamos o nos implicábamos, se sentía que el auditorio se decantaba por el compromiso.
Lo recordó el padrino de estos premios, el humanista, filósofo, político y presidente de la fundación Cultura de Paz, Federico Mayor Zaragoza, que pidió "sustituir la mano alzada por la mano tendida". También apeló a la responsabilidad individual para generar una sociedad de solidaridad plena, de aproximación a los demás, de acción, porque "no podemos ser espectadores más tiempo, sino actores del cambio".
Un premio a la ciencia
Flotaba en el ambiente el optimismo que no fue erradicado, ni siquiera con la intervención de otro de los premiados, por su contribución a la ciencia, Eduard Batlle. Doctor en Biología Molecular en el laboratorio de IRB Barcelona, que lleva décadas estudiando el cáncer de colon y el desarrollo de la enfermedad metastásica, subió a recoger su galardón lleno de malas y buenas noticias.
['Anoche tuve un sueño' entrega sus Premios Optimistas Comprometidos]
Nos amargó primero con las cifras: el cáncer de colon afecta a casi 50.000 personas en España y el problema no es solo la enfermedad, sino el desarrollo de metástasis, que es lo que estudian en su laboratorio. Nos endulzó explicando que la lucha contra ellas aumenta la supervivencia. E hizo una llamada a la acción, reivindicando la necesidad de que España eleve su inversión en investigación, hoy menor que la polaca, por ejemplo.
Un premio dedicado a las mujeres
Hubo optimismo en las palabras generalmente pesimistas de la filósofa hispano- mexicana-británica Carissa Véliz. Como siempre brillante en sus alocuciones, la profesora asociada de filosofía y ética de la Universidad de Oxford tuvo momentos de ternura, dedicando el premio a su madre. "Siempre a mi mamá", sentada junto a ella, pero también a todas las mujeres.
La normalmente catastrofista Véliz se defendió humana y tierna, explicando cómo quienes "nos dedicamos a la ética pensamos todo el día en cómo anticipar las cosas que pueden salir mal". Reivindicó el optimismo de la voluntad, el optimismo como una responsabilidad, y recordó que "tenemos mucho que defender, mucho que perder y mucho que ganar […] hay que ser valiente para ser optimista, porque se puede perder […] los optimistas comprometidos son los que cambian el mundo".
Por supuesto, no dejó de lado su cruzada particular por el buen uso de la tecnología con la expresión de uno de sus sueños: "Sueño con mundo en que seamos dueños de lo digital y no sus esclavos".
Como Drareni, la sombra de los sueños estuvo presente en una ceremonia en la que se recordó que era tiempo de recivilizarnos y de comprometernos, porque “el pesimismo es la falta de compromiso” dijo Farache. También nos citó a Borges y su célebre frase de que "los sueños están bien siempre y cuando estén cerca".
Los premiados tenían el aura de soñadores en sus vidas y, desde luego, en unos discursos que incluso Campo Vidal alabó por magníficos e inspiradores. También tenía forma de lo que uno puede imaginar como sueño el propio galardón, una escultura firmada por Alberto Bañuelos para celebrar el noveno aniversario de Optimistas Comprometidos.
Emprendimiento y pensamiento comprometido
Hubo momentos de esos de querer subirse al escenario para achuchar a los ganadores. Como a las chicas de Gravity Wave, premio al emprendimiento comprometido, cuyo propósito —dijeron— es acabar con el último kilo de plástico. "Somos las personas que estábamos esperando y no esperamos a que otras personas vengan a hacer ese trabajo".
Y hubo quien eso de subirse a achuchar lo hizo realidad. Fue Victoria, la hija de María Guerrero, fundadora y presidenta de la Fundación Acción por la Música, quien ni corta ni perezosa, niña feliz con pasitos suaves de bailarina, atravesó el auditorio para subir y abrazarse a su madre, quien acababa de recoger el premio al Pensamiento Sostenible y de inflamarnos con música. No podía separarla María por más que lo intentaba. Pegada a sus faldas, disfrutó como todos de la muestra del trabajo de jóvenes que elevan su vida con el estudio de la música y que, por cierto, ensayan en el barrio de Tetuán.
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13 años de revista
Anoche tuve un sueño cumple 13 años de vida, lo que para una publicación de su nicho es un hito. El pensamiento, el pensamiento positivo, el periodismo de impacto existe y ella es una prueba. Pero lo es mayúscula la de la Revista de Occidente, publicación cultural y científica que este año cumple su centenario, premiada en la categoría de Cultura. Y lo hace con el mismo espíritu de su fundación, con el "heroísmo de la razón y el optimismo de la voluntad", en palabras de Lucía Sala Silveira.
La directora general de la fundación Ortega-Marañón recordó que justo ese día había nacido el fundador, el filósofo José Ortega y Gasset, hacía 140 años. Ese hombre que tuvo la inmensa capacidad de ver el futuro a través del pensamiento.
Seguramente uno de los premios que más muestran la trascendencia de los Optimistas Comprometidos es el de Transformación Social. Y este año se destinó a reconocer la labor de otro periodista, Ismael Cala, que es además escritor, productor y presentador de radio y televisión en Estados Unidos, y conferenciante internacional.
Oriundo de Cuba, compartió su visión de que si "uno se compromete y no tira la toalla, las buenas noticias llegan muy lejos". Desde su Fundación, trabaja con jóvenes de entre 12 y 17 años "para cambiar desesperanza por la esperanza", adolescentes afectados por un mundo en el que la edad media de la afectación de la depresión son los 14 años, esos que debían ser de felicidad.
Cala nos pidió regalar sonrisas y abrazos, los que le dieron, los que le dimos emocionados a una Julia Higueras, fundadora de estos premios y editora de Anoche tuve un sueño.
Julia, fuerte y emocionada. Julia, luchadora y peleona. Julia, soñadora. Julia, defensora de un mundo que no se deje controlar por la inteligencia Artificial, de usarla con respeto y prudencia, para que no signifique el gran apagón. Julia, como cada año, emocionando con la dulzura de su gesto y la contundencia de su pensamiento y su palabra. Julia, elevadora de conciencias, nos pidió preservar juntos el futuro.
Julia, buena voluntad, denunció que "en pleno siglo XXI no hayamos dado con la tecla para evitar que 839 millones de personas pasen hambre". Nos invitó a pensar "desde la responsabilidad, y no desde el bolsillo, desde el propósito, y no desde el ego, porque eso es pensamiento sostenible".
Y nos dejó irnos a la cama con otra frase que seguro que resonará en el corazón de muchos: "Solo quien ama cuida, solo quien cuida protege y solo quien protege trasciende".