“Son toneladas y toneladas lo que hay”, comenta Alberto Remacha, ambientólogo de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/Birdlife). Aún se sorprende por la enorme cantidad de basura que llega a ríos como el Jarama, a la altura del municipio madrileño de Coslada. Cuando hay fuertes lluvias, el sistema de saneamiento se desborda y los desagües acaban vomitando todo tipo de residuos que circulan por el alcantarillado para evitar el colapso.
Prueba de ello son las 10 redes de captación que instaló la organización a finales del mes de agosto en varios aliviaderos que desembocan en el río madrileño, como parte del proyecto Limpia Ríos, Salva Océanos. Apenas un mes después, y tras la llegada de las primeras precipitaciones, las redes acabaron colmatadas de basura. En total, unas 3,4 toneladas recogidas ayer por los operarios del Ayuntamiento de Coslada. La próxima semana se colocarán unas nuevas.
“Tenemos previsto que se recojan hasta cinco veces este año”, cuenta Remacha, por lo que hasta el próximo mes de agosto la cantidad captada de residuos solo en este punto del río podría alcanzar las 17 toneladas. Como explica el coordinador del proyecto, el sistema nunca se llega a bloquear porque está pensado para que el agua pueda escapar por encima de las redes.
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Cuenta que lo que llega a estas cestas son esencialmente toallitas que vienen directamente de lo que se tira por el retrete. “En torno al 90% son toallitas”, comenta, e incluso cuenta que el río “está lleno” de tortugas pequeñas que se arrojan por el inodoro. No obstante, “no solo llega agua del váter, sino también del alcantarillado”, que van por los mismos tubos que las aguas fecales.
En batidas de recogidas de residuos con voluntarios se han encontrado desde latas de refrescos o vasos de plástico hasta juguetes de niños. Entre lo más extraño, confiesa Remacha, “una cartera con tarjetas de crédito, una pistola, una caja fuerte, neumáticos, objetos sexuales de todo tipo, animales muertos… La gente utiliza el río como un vertedero”.
Detrás de toda esta contaminación, existe un profundo desconocimiento sobre el impacto de los residuos que se vierten por el retrete. O bien se piensa que se deshace en el agua o se confía en que las depuradoras harán su trabajo. Esta ceguera autoimpuesta se traduce en enormes atascos en colectores –los conductos subterráneos de aguas fecales y pluviales– y en Estaciones de Depuración de Aguas Residuales (EDAR). Sobre todo cuando se producen fuertes tormentas.
“Hay bloques gigantescos de toallitas en el agua”, cuenta Remacha. Estos residuos tienen microfibras de plástico que acaban enredándose en la vegetación del río. La masa que se forma cae al fondo por su propio peso y se comienza a acumular, lo que provoca que se reduzca la velocidad del caudal y, al hacerlo, aumenta la temperatura del agua, con el consiguiente deterioro del ecosistema.
Y no solo eso, porque como comenta el experto, al no haber sido tratado por una depuradora, puede conllevar un riesgo para la salud. “No olvidemos que el agua de ese río después va a regar la huerta de los madrileños”, apunta Remacha, “todos los maizales y la zona de huerta del Parque Regional del Sureste bajo”. Y añade: “Me consta que en el río Henares, Manzanares y Guadarrama sucede lo mismo. Es algo común a muchos ríos de la geografía española”.
Los datos que presenta el Observatorio Ciudadano de la Sequía así lo reflejan. La información relativa al estado de los ríos en España demuestra cómo un 47,1% de las masas de agua tipo río se encuentran en mal estado. Y no es de extrañar, porque a los vertidos de las aguas residuales se suma la contaminación directa en los cauces de los ríos. El del Guadarrama, por ejemplo, se utiliza como un auténtico vertedero para arrojar todo tipo de basura, según denunció este verano Ecologistas en Acción.
A eso se suma la contaminación química que sufren. El caso más sonado fue el del río Manzanares, en Madrid, a principios de año. Un estudio global demostró cómo esta masa de agua estaba contaminada con un promedio de 17 microgramos de fármacos por litro, con picos de casi 60 microgramos según se acercaba a Rivas Vaciamadrid. Por no hablar de los los plaguicidas y otras sustancias tóxicas que, de acuerdo a los datos oficiales, están presentes en todas las cuencas hidrográficas en mayor o menor medida.
El coste del atasco en las depuradoras
No todo lo que desechamos y se va por el desagüe acaba en una depuradora. Esto sería lo ideal, pero lo cierto –y como demuestran las imágenes publicadas por SEO/Birdlife– es que, en época de precipitaciones, una fracción importante puede acabar en el río y llegar al mar. Además, aunque a diario algunps residuos pequeños como los bastoncillos de algodón o unas lentillas pueden conseguir sortear el filtro de las depuradoras, en numerosas ocasiones, gran parte de nuestra basura acaba atascándolas.
“Hay un montón de costes a nivel anual de lo que supone desatascar las depuradoras y los alcantarillados en general”, comenta Remacha. Según datos de la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS) recogidos por un informe de SEO/Birdlife, solo los atascos provocados principalmente por las toallitas en España suponen más de 200 millones de euros.
Para Remacha, esto se trata de “una responsabilidad compartida”, porque “no tenemos que tirarlo por el váter, no se puede, pero el sistema debería tener las herramientas para gestionarlo de la manera adecuada”. Sin embargo, apunta que contamos con infraestructuras muy antiguas en la mayoría de las ocasiones y la renovación requiere mucha inversión.
Fernando Morcillo, presidente de AEAS, apunta que “el drenaje urbano es el hermano pobre del sistema relacionado con los servicios de agua”. Tiene una dificultad y es que, cuando llueve, el sistema tiene que defenderse para evitar inundaciones o exceder la capacidad de funcionamiento de las plantas de depuración. “Uno de los problemas que hay”, prosigue, “es que no existe una clara obligación de resolver el problema de los aliviaderos”.
En su última modificación del reglamento del dominio público hidráulico, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), incluye algunas obligaciones como que “en tiempo seco no se admitirán vertidos por los aliviaderos” o que “los proyectos de nuevos desarrollos urbanos deberán justificar la conveniencia de redes de saneamiento separativas o unitarias para aguas residuales y de escorrentía, así como plantear medidas que limiten la aportación de aguas de lluvia a los colectores”.
Sin embargo, como apunta Morcillo, “ahora mismo no hay unas condiciones de excesiva atención a esos alivios”, porque “supone un esfuerzo inversor para la ciudadanía muy importante”.
Las alternativas a los vertidos pasan por instalar tanques de tormenta, como con los que cuenta el Ayuntamiento de Madrid. Pueden retener hasta 1.500 millones de litros de agua de lluvia. El problema es que “son obras muy complejas y muy caras”, cuenta Morcillo. De hecho, comenta que en varios países de Europa se está comenzando a cobrar al ciudadano una cuota para gestionar las aguas pluviales.
“Si queremos un medioambiente mejor, necesariamente tenemos que aportar recursos para que el mismo pueda ser efectivo”, señala el presidente de AEAS, pero añade que “en España estamos lejos de ese debate”.
Para Remacha, gran parte del problema está en que “esto está de espaldas a la ciudadanía. Como no lo ve, tampoco lo denuncia y tampoco le interesa al político. Con lo cual, es un círculo en el que no se toman decisiones porque no hay esa conciencia social”. Apunta que hay opciones menos costosas y sostenibles que pueden acompañar a la de los tanques de tormentas.
Subraya la importancia de hacer “una buena planificación urbanística” que “se consigue poniendo menos superficies asfaltadas”. Como cuenta, el terreno tiene una capacidad de absorción de agua que si adoquinas, va directa a una alcantarilla. Ese agua no la puedes controlar. “Si dejas eso ajardinado o con tierra, ese agua va a empapar y va a ir al subsuelo”, insiste, pero “lo difícil es hacer entender eso a las administraciones”.
Desde el Ayuntamiento de Coslada aseguran a EL ESPAÑOL que uno de los motivos por los que colaborar con el proyecto de SEO/Birdlife viene dado por la necesidad de desarrollar acciones de conservación, limpieza y sensibilización a lo largo del curso medio y bajo del río Jarama.
Julio Huete, concejal de Política Medioambiental del municipio madrileño, subraya que aunque la solución a este problema de contaminación es competencia supramunicipal, “desde los ayuntamientos tenemos el deber de fomentar y facilitar acciones de limpieza así como también de intervenir mediante la educación ambiental para prevenirla”.
La mayor multa de la UE
El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) impuso la mayor multa impuesta hasta ahora en nuestro país por los vertidos de aguas residuales. El incumplimiento reiterado de la directiva europea sobre su tratamiento agotó la paciencia de la Comisión Europea que, tras casi tres décadas de avisos, conminó al TJUE a que condenase a España a pagar 12 millones de euros. Una multa que aumenta en 11 millones de euros cada seis meses mientras se incumple la sentencia.
Nuestras aguas residuales han alcanzado un precio de lujo. En total, según informó el MITECO el pasado mes de septiembre, lo abonado hasta ahora asciende a más de 71,7 millones de euros. No obstante, también señaló que la mejora reciente en la depuración de las aguas urbanas ha rebajado a menos de un tercio el importe de la multa que paga semestralmente. El próximo pago –el séptimo– será de tres millones.
Por aquel entonces, los ojos estaban puestos sobre 17 municipios y aglomeraciones urbanas de más de 15.000 habitantes que desde 2001 debían depurar correctamente y no lo hacían. Desde el Ejecutivo nacional, ya se ha asegurado que al menos hasta el año 2025 no llegará el cumplimiento completo de la directiva europea. Es decir, aún quedan tres años por delante en los que continuará creciendo la mayor multa europea a la que ha tenido que hacer frente nuestro país.
En este plazo se tratará de pisar el acelerador para finalizar las obras de las estaciones de depuración de localidades como Matalascañas, donde las aguas fecales se vierten en sus playas sin miramientos, a pesar de ser considerado un enclave turístico.
Así las cosas, el problema que encontramos en estaciones de depuración como la que puede afectar a Coslada no están en ese punto. Es más bien una cuestión de que, por un lado, existe una responsabilidad ciudadana por verter lo que no debe y contaminar, y por otro, que las administraciones deben tomar las medidas pertinentes para que no haya más vertidos al río en época de lluvias.
“Es un problema que no solo existe en España sino en toda Europa”, cuenta Morcillo. Como explica, acaban de publicar un borrador de la nueva directiva de aguas residuales que se aprobará en los próximos dos años en la que incluyen esta problemática que es general. “Sobre todo cuando ahora estamos viviendo una lluvia más intensa con más capacidad de arrastre como consecuencia del cambio climático”, añade.
El experto sentencia que “el problema general de las aguas superficiales es que, a pesar de que tenemos planificadas muchas actuaciones, como sociedad no somos capaces de hacerlas efectivas. La planificación hidrológica no se cumple prácticamente en una cuarta parte y así es difícil avanzar”.