Como suele ocurrir en cualquier país empobrecido observado por los organismos internacionales que buscan mejorar el bienestar de la población más joven para empujar un cambio a futuro, los adolescentes en Ucrania ya estaban monitoreados antes de la invasión rusa.
Un informe de Naciones Unidas, publicado en 2019, indica lo consabido de los países en vías de desarrollo: que los jóvenes ucranianos de 10 a 24 años –6,2 millones, sin contar a los que residen en las zonas ocupadas por Rusia desde 2014– tenían bajos niveles de ejercicio y hábitos alimenticios poco saludables; que sufrían acoso, ciberacoso, y violencia en las escuelas; y que no contaban con el apoyo diario de sus familias.
¿Qué dirían ahora de esta generación que, tras el levantamiento de Maidán, la invasión del Donbás y la anexión de Crimea por parte de Rusia, y una pandemia, se ve obligada a enfrentar una guerra?
Y, literalmente, un alto porcentaje de la población joven ucraniana se ha unido al ejército. El testimonio de un combatiente que estuvo en el frente de Kiev, publicado en el medio alemán Deutsche Welle, da cuenta del patriotismo de los más jóvenes: “El mundo entero puede ver que Ucrania no es un país que simplemente se rinde. Nuestro himno nacional lo dice maravillosamente: alma y cuerpo nos acostaremos por nuestra libertad”.