“Cada guerra es una destrucción del espíritu humano”, decía el novelista estadounidense Henry Miller. Y la de Ucrania no lo es menos. Miles de historias humanas de sufrimiento, de pérdidas, de huidas y de dejar todo atrás. Un dolor que se ha instalado en la psique de los ucranianos y que tardará muchos años en poder curarse.
Los números son terroríficos. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), 4 millones de personas ya han huido hacia otros países. De ellos, el 90% son niños y mujeres. La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) estima que hay más de 6 millones de desplazados internos, de los cuales 2,5 millones son menores.
Juan Haro es conocedor de primera mano de la tragedia que vive los ucranianos. Este fotoperiodista y especialista de comunicación del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), lleva más de tres semanas recorriendo Ucrania y los países aledaños para documentar el drama humanitario que vive el país desde la invasión rusa.
Haro llegó a Moldavia para documentar la llegada de refugiados ucranianos y ha visitado hospitales en Jarkov, Mariúpol, Melitopol, Lugansk y Donetsk. Desde hace dos semanas está en Leópolis (Lviv), una ciudad situada al oeste del país y considerada como el “alma” y capital cultural de Ucrania. Esta ciudad, a pocos kilómetros de la frontera con Polonia, se ha convertido en el principal punto de recepción de refugiados del país.
Pregunta: Usted que lo está viviendo de primera mano, ¿cómo está la situación?
Respuesta: En Leópolis hay ahora una tensa calma. Seguimos con las alarmas y las sirenas que avisan de ataques aéreos, lo que hace que todo el mundo se tenga que refugiar. Imagínate esta situación cuando hay mujeres que tienen que dar a luz o niños que necesitan cuidados intensivos. Ha habido clínicas que han pasado esta unidad de cuidados intensivos al refugio para tratar directamente a los niños y las madres que están ahí. Es una tragedia que las primeras horas y días de tu bebé sean dentro de un refugio cuando tu esposo está en el frente jugándose la vida. Es una situación de máximo estrés.
P.: En UNICEF trabajan especialmente con menores.
R.: También estamos viendo niños que vienen de huir. Alguno ha venido de pasar tres semanas en un parking de coches en Mariúpol. Otro caso fue un niño que se llamaba Iván, que tuvo que huir con sus padres y la caravana de coches en la que en la que viajaban cayó bajo los bombardeos. Le destrozó completamente las piernas y le tuvieron que amputar los dedos. Hablamos con él cuando llegó a Leópolis y el primer día estaba completamente traumatizado. Luego ya ha ido procesando un poco y dándose cuenta de que esto es una guerra. Hace nada se fue en una ambulancia a Berlín para recibir tratamiento.
Iván, cuenta Haro, es sólo la punta del iceberg. “Es solamente un ejemplo de las decenas y centenas de niños que están viniendo, que siguen llegando de las zonas afectadas”, señala.
P.: ¿Cómo afecta psicológica y emocionalmente un conflicto como este a los niños y a las niñas?
R.: El trauma físico y psicológico que están pasando es una de las cosas que más nos preocupa. Los niños más pequeños, de entre 2 y 5 años, no saben muy bien lo que ocurre. Cuando viajan en los trenes o autobuses con sus madres no saben bien dónde se encuentran. Al principio, están un poco emocionados al pensar que es un viaje. Sus madres les dicen que van a ver a los abuelos o lo que sea. Pero ya cuando llevan varios días huyendo y a veces tienen que dormir en estaciones de autobuses o de tren, empiezan a sufrir, a echar de menos a su padre, a hacer más preguntas, a llorar.
Hay mujeres embarazadas que, con la ansiedad, la tensión y todo el cansancio que tienen, dan a luz "de manera prematura y algunas semanas antes de lo que tenían". Eso, recuerda Haro, es un riesgo: "Ha habido bebés que han nacido ciegos fruto de esta situación".
Sin embargo, indica, los niños que están más a la adolescencia son más conscientes de lo que está pasando. Y pone el ejmplo de Andry, originario de un pueblo cercano a Kiev, que cayó en una mina antipersona cuando iba en el coche con sus padres y vio morir a su madre "en directo". Haro advierte: “Está completamente traumatizado”.
“El trauma psicológico de ver a tu madre morir desangrándose en un coche es algo que un niño jamás debería experimentar”
El primer paso para que puedan recuperarse emocional y mentalmente pasa por “intentar sacar el dolor que tienen dentro a través de terapias con psicólogos y especialistas”, señala Haro. Trabajar con ellos para que duerman y puedan procesar todo.
Porque, como recuerda, “cuando tienes un shock o un trauma, no lo comienzas a procesar hasta que duermes”. Además, es fundamental “darles cariño y amor”, ya que experimentar algo así podría ser irreversible. De hecho, lo que más necesitan ahora mismo son psicólogos y personas especialistas en tratar traumas.
Pregunta: Viendo que muchos niños pueden perder a sus padres a consecuencia de la guerra, ¿cómo son capaces de convivir con ese miedo?
Respuesta: Las separaciones familiares son de lo más doloroso. Cuando eres pequeño, las únicas personas en las que confías son tu madre y tu padre. Y cuando se despiden, no saben realmente si van a volver a verlos. Estas son las historias que no paramos de oír.
El conflicto sigue y hay zonas a las que UNICEF o la ayuda humanitaria no tiene acceso, que no tienen conexión como Mariúpol o de las que se desconoce la situación de los civiles que están todavía atrapados en búnkeres con niños. "Existe un riesgo real de hambruna y malnutrición. También hay zonas donde empiezan a escasear las medicinas y los alimentos".
"Cuando los niños se despiden, no saben si van a volver a ver a su padre"
P.: Las mafias de trata de seres humanos están aprovechando el caos de la guerra, ¿cómo se percibe desde ahí?
R.: La explotación y el tráfico de niños no es nuevo en la región ni tampoco en estas zonas. Tenemos casos de niños que iban sin acompañar, sin sus madres, y existe un riesgo muy alto de que las mafias les digan de ir a un sitio seguro, con agua caliente, con algo de comer y, al final, caigan en la trata, en el tráfico de personas.
Por eso, recuerda Haro, UNICEF dispone de centros en las fronteras con Polonia, la República Checa y Hungría, donde las madres y los niños pueden registrarse. "Los que llegan desacompañados, tratamos de guiarlos un poco, les damos asistencia legal y ayuda psicológica. Pero, sobre todo, que los niños puedan jugar para evitar que caigan en esas redes de mafias".
P.: Antes que en Ucrania ha estado en Guatemala, Burundi o Níger, ¿por qué cree que la gente se ha volcado tanto con los menores de este conflicto y no con los de otros países?
R.: Una de las razones es porque en los más de 40 días que llevamos de conflicto, el flujo de movimiento de refugiados ha sido masivo. En otras emergencias es complicado tener estas cifras en tan poco tiempo. Y también que está en las fronteras con Europa. Pero no podemos mirar hacia otro lado con otras crisis humanitarias que tenemos, como la de Afganistán, que es desoladora. O la de Yemen, donde llevan en guerra desde hace varios años. Tampoco nos podemos olvidar de Palestina o de los países del Sahel.