Las previsiones meteorológicas apuntan que podríamos encontrarnos en la antesala de un periodo de sequía de varios años. Un escenario que, acelerado por el cambio climático, empuja a tomar medidas urgentes para mitigar en la medida de lo posible el daño que puede provocar a un país que tiene a la agricultura intensiva de regadío y del turismo como dos motores de nuestra economía. Y la llave la tiene la gestión de la demanda.
Enero y febrero se han convertido en los meses más seco desde que se tienen registros. La lluvia ha brillado por su ausencia y la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha augurado una primavera cálida y con pocas precipitaciones. En la actualidad, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica, la reserva hídrica se encuentra al 44,3% de su capacidad total.
Ante esta situación, el Foro de la Economía del Agua recuerda que la gestión de la sequía requiere un abordaje multinivel, que combine medidas legislativas, políticas públicas y concienciación individual y social, además de una apuesta por soluciones tecnológicas de reutilización del agua.
Subir el precio del agua
"La sequía es un problema recurrente pero incierto. No sabemos cuál va a ser su magnitud ni su intensidad", explica a EL ESPAÑOL-Enclave ODS Carlos Mario Gómez, catedrático y director del Departamento de Economía en la Universidad de Alcalá, además de autor de "El Libro Blanco de la Economía del Agua".
"Lo que sí es seguro es que serán más frecuentes y más severas, y se agravarán con el tiempo". Las fuentes de agua en España son escasas, tienen un bajo mantenimiento, sobre todo los acuíferos, y la calidad del agua ha ido empeorando con el paso del tiempo.
"Falta agua, pero las soluciones no consisten en aumentar la oferta de agua, sino en la eficiencia con recursos alternativos, como el agua reciclada o desalando, y la gestión de la demanda". Una gestión que se incentivaría al cambiar el sistema de facturación del consumo de agua.
"No pagamos el agua por lo que vale, pagamos por el servicio, por eso, es inevitable subir su precio. Hay que pagar por lo que realmente cuesta el agua. Actualmente lo que nos da la naturaleza, el agua, supone unos 5 céntimos de la factura final en un consumidor, pero deberíamos subirlo a 1 euro, así lo incorporan las Directivas europeas del agua".
"Una subida que se debe cobrar con un objetivo: alcanzar un sistema hídrico seguro, un sistema sostenible que permita continuar con las actividades en el mundo agrario, rural o el turismo que son sectores estratégicos para la economía de España y muy dependientes del agua".
Por su parte, Estanislao Arana, director académico del Foro de la Economía del Agua, apoya estas medidas porque "tienen que servir para tomarnos más en serio aún la necesidad de inversiones en el sector del agua”. Se refiere a impulsar la eficiencia, la digitalización en el sector agrario para hacer un uso más adecuado del agua, mejorar las redes de abastecimiento urbano y las fugas de las infraestructuras.
"No somos Noruega, somos el Sahel"
"Nadie se atreve a asociar la sequía en la que estamos inmersos al cambio climático, pero de lo que nadie duda es que vamos a ver cada vez menos agua en nuestro país", advierte Julio Barea, responsable de la campaña de Agua de Greenpeace España.
"Ya hay un 40% menos de agua circulante en algunas cuencas como la del Segura, y todos los escenarios llevan al mismo punto: menos lluvias y cuando llegan, más concentradas con consecuencias catastróficas". Y señala a un culpable: los regadíos intensivos e industriales que pertenecen a fondos de inversión extranjeros. "Estamos vendiendo a Europa agua, que no tenemos, porque no somos Noruega, somos el Sahel de Europa".
Además, con la subida de las temperaturas, se produce otro efecto añadido: la evapotranspiración.
"La política hídrica va muy retrasada para hacer frente a esta problemática, pero aún hay margen de maniobra. Hay que tener en cuenta que el 80% del agua dulce que hay en España es para regadíos industriales e intensivos, lo que ha pasado en el Mar Menor".
"Hay tanta producción de vegetales de regadío que arruinan al pequeño productor mientras esquilman las reservas hídricas y contaminan los acuíferos. Tenemos que cambiar la política hidráulica, no sirve de nada hacer más embalses porque estarán igual de vacíos, además los ríos necesitan circular para que estén vivos", añade Barea.
Entre sus demandas, recuerda que "no hay ni una sola comunidad autónoma que en sus Planes de Gestión de recursos hídricos haya dejado de aumentar sus áreas para el regadío".
Según Greenpeace, hay hay más de 4 millones de hectáreas dedicadas a regadíos, "sin contar con los ilegales".
"Los políticos se ponen de perfil en el mayor problema que tiene España, en proceso de desertificación, porque saben que es una fuente de dinero con las exportaciones y además ganan votos (el voto rural vale más que el de las ciudades)".
"Hay que reducir el regadío, y después hablaremos del exceso de ganadería industrial", concluye el doctor en Geología, especialidad de Hidrogeología, Ingeniería Geológica y Geología Medioambiental.
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