María Ángeles Plaza, psicóloga en la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), describe el estigma como "una señal no física que constituye una deshonra para alguien y provoca el rechazo social". Esta señal también está presente cuando hablamos de determinadas culturas o religiones. Y aún teniendo en cuenta que vivimos en un país donde la diversidad cultural, religiosa y espiritual está a la orden del día, ambas se convierten en una frontera invisible que dificulta, en muchos casos, la comunicación o el entendimiento.
Ese estigma se produce por el miedo y, según explica Plaza, "el miedo a la diferencia es casi universal. Lo podemos encontrar en cualquier país del mundo y hacia cualquier cultura. Cuanto más desconocimiento hay del otro, más miedo porque es más impredecible".
Para ella, desde la psicología, todo tiene que ver con los estereotipos y prejuicios que adquirimos socialmente. "Hemos asimilado creencias racistas o determinadas cosas desde que somos niñas y las tenemos absolutamente interiorizadas", señala. Lo podemos observar en nuestro lenguaje cotidiano, frases que repetimos constantemente y que tienen un duro trasfondo aunque no seamos conscientes, como pueden ser trabajas más que un negro o vas hecho un gitano.
"Debemos reconocer la existencia de un pluriverso religioso", cuenta Tamayo
Estos estereotipos se hacen cada vez más pronunciados porque "la sociedad los confirma", explica la psicóloga. Al final, "es una manera que tiene tu mente de protegerse ante lo diferente", el resto de las personas hace que ese estigma se acabe interiorizando.
La cultura, más allá de un territorio
En cada rincón del mundo encontramos diversidad cultural, destacan lugares como Barcelona, donde podemos hablar de una convivencia multicultural presente, sobre todo en determinados barrios. Sin embargo, Cristina Arcas, enfermera y antropóloga cultural, prefiere no hablar de lugares concretos, sino de personas: "Te diría que cada persona, individualmente, somos únicas, muy diversas y tenemos muchas intersecciones que nos atraviesan, ya sea de cultura, género o edad".
Y aunque culturalmente podamos parecer distintos, esas diferencias pueden estar presente entre personas que hayan nacido, incluso, en un mismo pueblo, país o continente. "Hay cosas que nos hacen parecidas, pero hay muchísimas que nos hacen diferentes y únicos", aclara. Y reconoce que "cada persona tenemos nuestra propia cultura y, en un encuentro interpersonal con otra, siempre va a haber un choque o barrera en el que ambos tenemos que negociar para llegar a un entendimiento".
Estos obstáculos culturales están presente en cada ámbito, pero Arcas destaca el sistema sanitario, donde ella trabaja: "Es importante que los profesionales de la salud trabajemos con una mente abierta, receptiva a esa diferencia, pero se puede extrapolar en cualquier persona, en cualquier momento".
Por eso recalca la necesidad de adquirir competencias y habilidades de comunicación lingüística y formar a mediadores interculturales que faciliten el trabajo de los profesionales en el sistema educativo, sanitario o en la Administración. "Cuando puedan aparecer esas barreras es fundamental que también lo hagan estas herramientas", explica.
La religión, otra frontera invisible
Aunque en nuestro país existe una gran pluralidad de confesiones religiosas, todavía seguimos encontrando un desconocimiento hacia algunas de ellas, lo que provoca, en ocasiones, un rechazo hacia aquellos que la profesan. "Creo que la razón fundamental por la que puede pasar esto es porque la iglesia católica tiene tal poder, influencia y apoyo institucional por parte de los poderes que se acaba minimizando o minusvalorando las otras confesiones religiosas", explica el teólogo Juan José Tamayo.
Además, aclara que tantos años de religión única "ensombrecen la importancia de las otras religiones y minimiza el pluralismo religioso", y señala a la Comunidad de Madrid como un espacio donde existe un "pluriverso religioso extraordinario".
"Siempre va a haber un choque en el que ambos tenemos que negociar para llegar a un entendimiento", explica Arcas
Sin embargo, el estigma hacia otras confesiones religiosas sigue estando ahí. Para Plaza, esto sucede en nuestra sociedad, sobre todo, hacia el islam: "Hemos crecido interiorizando que esta religión ataca a las mujeres. Desde hechos como el 11-S se generó terror y con el tiempo se ha ido asociando cultura, religión y terrorismo, incluso".
Para Tamayo, en nuestro país todavía se sigue viendo con reticencia la presencia de otras religiones, "como el hinduismo o el budismo, que son recientes". Pero considera que "se sigue vinculando todavía de manera muy directa el ser español con el ser católico", siendo esto lo que provoca el rechazo también hacia el judaísmo o el islam. "Al vincular tan estrechamente la religión católica con el ser español, de alguna manera se considera que las otras religiones son extranjeras, que no caben dentro de la identidad española".
Comenzar a aplicar actitudes de aceptación es determinante para comenzar a entender lo diferente. Pues como bien resalta el teólogo, "debemos empezar a reconocer la existencia de un pluriverso religioso", no vivimos en una sociedad de religión única, sino en un entorno donde la diversidad religiosa y de espiritualidades está más presente que nunca.
"El respeto es una de las características fundamentales de la modernidad europea", cuenta Tamayo
Asimismo, tras ese reconocimiento, el respeto cobra especial importancia: "Es una de las características fundamentales de la modernidad europea", explica Tamayo. Para él, el respeto debe ir acompañado de una tercera actitud: la valoración de las religiones.
Pero no una evaluación en función de mayorías, minorías o de influencia social, "sino en función de los valores que aporta a la sociedad, como la justicia, la tolerancia, la igualdad entre hombres y mujeres, el respeto a los derechos humanos y del reconocimiento de la dignidad de la persona". Y concluye: "Es en esa valoración donde se pueden establecer realmente las diferencias entre unas religiones y otras".
Aprender sobre el otro
Junto al conocimiento, uno de los primeros pasos para aceptar y entender las culturas o religiones que desconocemos es desmontar las creencias interiorizadas. "Hay que hacer mucha sensibilización, tanto desde las escuelas como desde los medios de comunicación, incluyendo los debates de la televisión o la publicidad", señala Plaza.
La cultura nos acompaña desde el momento en que nos levantamos hasta que nos vamos a la cama. Incluso puede determinar cómo nos despertamos y cómo nos acostamos. Cuando interactuamos con otra persona, independientemente de su procedencia, esa frontera invisible va a estar presente. Por eso, desde la perspectiva de la psicóloga, es importante dejar el estigma a un lado, y "hacer que lo diferente sea atrayente, una fuente de aprendizaje y de enriquecimiento personal".