Digital Castilla

Digital Castilla

Sociedad DE LA MANO DEL PROFESOR LUIS RODRÍGUEZ BAUSÁ

Una ruta por los edificios encantados de Toledo: la habitación del mal, una monja que aparece y vigilantes corriendo

9 mayo, 2017 12:36

El toledano Luis Rodríguez Bausá, profesor, erudito, socio y guía de rutasdetoledo.es, es un perfecto conocedor de las entrañas de una ciudad milenaria, repleta de historia, de mitos y de leyendas. La magia, las casas encantadas y los lugares en los que existen fenómenos de difícil explicación forman parte de la esencia de Toledo, con tres enclaves especialmente inquietantes: el Castillo de San Servando, San Pedro Mártir y el Alcázar.

La existencia de casas encantadas genera debate y escepticismo. De hecho, el propio Rodríguez Bausá admite que, "con la ciencia en la mano, debería decir que no existen. Ahora, con la casuística en la mano, con la cantidad de lugares, con la cantidad de testimonios, con sucesos que, incluso la ciencia ha intentado explicar y no lo ha conseguido, debería decir que sí. El problema es que desde las culturas más primitivas a todo aquello que no hemos sabido explicar se le ha dotado de un componente mágico o de un tinte sobrenatural. Quién sabe si alguna de las cosas que hoy no podemos explicar, en algún momento se les encuentra explicación. Yo diría que sí existen, pero con reservas".

Que Toledo es una ciudad mágica va más allá de una simple afirmación. "Los que investigan dicen que hay determinados enclaves o determinados espacios que son propicios para la aparición de fenómenos paranormales: lugares donde ha habido mucho sufrimiento, mucho dolor, castillos, abadías, lugares donde se han producido autos de fe, asesinatos…"

"En Toledo, desde el comienzo de su historia, ha habido una superposición de costumbres y una pelea continua por los poderes locales y por la organización del espacio, lo que la convierte en un lugar propenso. Amén de que las 90 hectáreas de Toledo están construidas sobre rocas graníticas y parece ser que son capaces de albergar, grabar, mantener, captar, determinados tipos de energías, que luego se pueden reproducir ante la presencia de humanos. Esto es lo que provocaría determinados fenómenos que hoy llamamos paranormales, de tipo auditivo, psicofonías. Esto no se va a producir nunca en una casa moderna, parece ser, pero en un lugar en el que el suelo es granítico o en un antiguo castillo donde el suelo es de piedra, es más probable que se produzca", explica Rodríguez Bausá.

Este experto toledano, que se reserva testimonios de dueños de inmuebles particulares donde ocurren extraños sucesos,  nos lleva a un viaje por los tres enclaves más misteriosos de Toledo, que son el Castillo de San Servando, San Pedro Mártir y el Alcázar. "Son tres lugares donde se acumulan centenares de testimonios sobre cuestiones que son difícilmente explicables".

 La T 4 del Castillo de San Servando

Rodríguez Bausá relata que "en el Castillo de San Servando hay una habitación que le llaman la habitación del mal, que es la T 4, que en la medida de lo posible no la dan, en el torreón. Por ejemplo, la mujer del jardinero, que trabaja en la limpieza, no se atreve a pasar a esa habitación. Allí acontecen mil cosas: desde rollos de papel higiénico que se desenrollan solos, gente que siente en la cama como si se sentara alguien a los pies y ven como se hunde, les tiran de las sábanas y se caen para atrás, escuchan el nombre de la gente al oído, ven presencias luminosas en la habitación… Es constante".

Nuestro interlocutor señala  que "en esa habitación del Castillo de San Servando no se ha hecho ningún tipo de estudio, que yo tenga constancia. Es un edificio propiedad de la Junta. Hay lugares en los que Parapsicología es una carrera universitaria, con título de grado, auspiciado por Bolonia, y, en cambio, en España sigue siendo una cosa de frikis. Es verdad que ganado a pulso. El 90 % de los que se dedican a estas cosas son unos frikis".

"Recuerdo una entrevista que concedió un hombre chino que estaba alojado en esa T4 y que terminó durmiendo en un sillón de la recepción. Contó que cada poco tiempo llamaban a la puerta, abría y allí no había nadie, estaba solo en el torreón y escuchaba cómo subían corriendo y bajaban las escaleras y allí no había nadie", indica Rodríguez Bausá.

La monja de San Pedro Mártir 

"En San Pedro Mártir es 'vox populi' que se aparece una figura con forma de monja desde que ese edificio alberga la Universidad. Hubo un tiempo en que la asociación de alumnos se dedicaba a recoger testimonios y llegaron a acumular ciento y pico. Y no sólo de alumnos, sino de profesores y otro personal. Eso lo ha visto todo el mundo. Suele ocurrir cuando está medio atardeciendo. Ése es uno de los edificios que lo dejan abierto en época de exámenes hasta las dos de la mañana para que la gente pueda estudiar. A partir de las once de la noche no queda nadie, porque a todo el mundo, si tiene que bajar a sacar un café o algo de las máquinas que están en los patios, que es por donde suele aparecer, o tienen que ir al patio, a la gente le da miedo y por eso se va", explica.

¿Y quién es esa supuesta monja que se aparece en San Pedro Mártir? "Puede ser doña María de Orozco o doña Inés de las Roelas. Son dos mujeres nobles que están enterradas allí. Doña María de Orozco, a la que apodan "la Malograda", tuvo su sepulcro junto con el de su marido enfrente del Museo de Santa Cruz, en el hospital de Santiago de los Caballeros. Aquello cayó en desgracia con la desamortización y, en un momento dato, el techo se rompió y destrozó por completo el sepulcro de su esposo. Y para que no pasara lo mismo con el suyo, que es de las mejores obras de escultura gótica funeraria que tenemos en este país, lo trasladaron a San Pedro Mártir. Y doña María de Orozco parece ser que no está muy contenta por haberla separado de su marido y de su lugar original de enterramiento y por eso se aparece".

Respecto a la otra dama que da origen a ese posible espectro, doña Inés de las Roelas, "tenía una capillita privada en San Pedro Mártir y allí la enterraron. Lo que sí es cierto es que entre la gente de la nobleza cuando eran enterradas se les amortajaba con un hábito de monja. Tal vez por eso la gente identifica en esa forma nebulosa blanquecina a una monja".

Lo cierto es que la historia de San Pedro Mártir está muy ligada a sucesos espeluznantes. "Era el lugar del que salían los presos y los procesados en los grandes autos de fe que se celebraban en Toledo. La parte de lo que hoy llamamos el Teatrillo de San Pedro Mártir sirvió para realizar sesiones de la Santa Inquisición, de hecho se conservan los escudos arriba, pero no era una casa de la Inquisición. Se celebraban allí las sesiones por ser convento dominico. Entre los inquisidores, siempre uno, al menos, fue dominico. Ese era el lugar, como era muy grande, en el que, cuando se producían grandes autos de fe en la ciudad de Toledo, se les llevaba allí. Salían en procesión con el mismo recorrido que la procesión del Corpus Christi, y terminaban en Zocodover, donde se celebraba el auto de fe. Al día siguiente se ejecutaban las sentencias al lado, en el brasero de la Vega". 

El militar del Alcázar y los libros de la Biblioteca 

En el Alcázar, "cuando era todavía caja de reclutas, era habitual que quienes estaban haciendo la guardia o paseaban en torno al patio, vieran a un militar de alta graduación que se acercaba con ademanes muy serios y les hablaba, le oían, les obligaba a cuadrarse, y la gente corría despavorida. Esto lo vieron centenares de militares. 

"Y en la Biblioteca pasa de todo: luces que se encienden y se apagan solas, el ascensor se pone en marcha solo, terminan de cerrar una puerta de un despacho y empieza a dar golpes y se vuelve a abrir, libros que se tiran de las estanterías… Hay un caso muy conocido de un chico, entonces guardia de seguridad, que estuvo en tratamiento psiquiátrico porque lo encontró la policía una mañana, fuera de sí, absolutamente desquiciado, diciendo "que vienen a por mí, que vienen a por mi". Lo ingresaron de urgencia y estuvo sometido a tratamiento. Cuando empezó a recuperarse, contó que lo habían estado persiguiendo decenas de espectros blanquecinos por los corredores".

Rodíguez Bausá cuenta que el caso del vigilante de seguridad "ocurrió hace unos diez años. Fuimos a verle porque íbamos a grabar un programa para 'Cuarto Milenio' sobre el Alcázar y, con toda prudencia, mi amigo Javi y yo fuimos a preguntarle si nos quería contar su testimonio. Y, como dice Javi, si el miedo tiene alguna cara fue la de este chico. Salió corriendo, literalmente, pasillo adelante". 

Aparte de estos tres edificios públicos, hay multitud de casas particulares en las que ocurren  fenómenos extraños. Y no están sólo en el Casco:  se han dado en la zona del Cristo de la Vega e incluso en el barrio de Santa Bárbara, explica este experto. En estos casos, la discreción que le piden los propietarios de los inmuebles prevalece ante otros intereses.

El arquitecto que habló en 'Cuarto Milenio'

Es difícil que un particular se atreva a contar su testimonio públicamente, tal vez por ese calificativo de "friki" al que alude Rodríguez Bausá. Sin embargo, hace unas semanas un arquitecto toledano, que no quiso ser identificado, se atrevía a narrar lo que vivió en su casa del Casco Histórico en el programa 'Cuarto Milenio'.

En este sentido, Rodríguez Bausá explica que "es un chico muy prudente. Es tremendo que uno no pueda expresar libremente ciertas cosas. Él tiene una mente analítica, reflexiva, ponderada, tipo científico. Lo que más le impresionó, que lo contó en el programa, es cómo un cuadro enorme, que tenían apoyado en una estantería, se les tiró encima del sofá, que estaba a gran distancia. Además el cuadro tenía libros delante, pero "saltó" y se les tiró encima de la cabeza. La mujer salió corriendo desapavorida y él se fue a buscar un muelle. Puertas y ventanas cerradas, ningún tipo de corriente. Eso no tiene ninguna explicación. Y lo que contó de subir arriba a la terraza y encontrarse allí con una especie de mural infantil, de monigotes, que pensó que había pintado su hija, pero estaba a metro y medio o dos metros de altura, cuando su niña tenía cuatro años y no había nada donde subirse en aquella terraza. Eso tiene difícil explicación. Y a esa terraza no se puede acceder desde ningún lado. Los tejados más próximos están siete u ocho metros por debajo".  

Rodríguez Bausá  incide en que "Toledo es una ciudad muy especial, muy cerrada, y esto hace que la gente no sea tan proclive a contar determinadas cosas y quieren mantener el anonimato. Pero en algunas casas de Toledo ha pasado de todo: desde presencias de esto que se llaman íncubos y súcubos, que son demonios masculinos o femeninos, que cuando la persona está durmiendo se le tumban encima, empiezan con tocamientos, les desnudan, les quitan las sábanas… Esto ha ocurrido en casas particulares. También se escuchan músicas, generalmente canto gregoriano, y la gente se va a revisar todos sus aparatos de radio, teléfono, etc, y lo siguen oyendo y cada vez más cerca sin poder identificar la fuente. Esto se produce en el Casco".

El niño del escalón


Nuestro protagonista también ha sido testigo en primera persona de un fenómeno inexplicable. "En la casa de mi abuela, en la calle Recoletos de Toledo, cuando murió mi abuelo, los domingos para que no se quedara ella sola, cualquiera de los primos nos quedábamos a dormir. Yo tendría unos veinte años, cuando me quedé. Por la noche, me entraron ganas de ir al baño, había que atravesar un pasillo bastante largo, pero el ventanal estaba abierto  y no di la luz. Bajé dos escalones que había y dos metros más allá me giro para entrar en el cuarto de baño y cuando me voy a girar miro a los escalones y había un niño sentado. No le di ninguna importancia porque luego desapareció. Tiempo después, años después, coincidimos prácticamente todos los primos en una casa que tenemos en Santa Pola y allí surgió lo del niño sentado en el escalón. Lo habíamos visto todos, ninguno había dicho nada".

"Mi tía Marisol nos lo contó. En casa de mi abuela había una habitación cerrada, que nos daba miedo, que tenía cristales translúcidos. Era la habitación de mi tía Ana, una hermana de mi abuela que murió loca. Entonces era un estigma y nos daba miedo. Se volvió loca porque fue madre soltera, esto era muy duro después de la Guerra, el tipo desapareció y mis abuelos la acogieron para criar también al niño. Pero el niño se murió a los diez años de meningitis. Ella se volvió loca y se murió allí, en la cama de la habitación. También el niño murió en casa. Mi abuela, antes de dormir, abría un pequeño armarito que tenía con la foto de un niño y le daba besos. Sus hijos le decían "no des besos a los niños muertos". Y mi abuela contestaba "no está tan muerto como creéis y algún día os enteraréis por qué lo digo".

Rodríguez Bausá traquiliza sobre estos espectros. "No son presencias malas. En general, lo que admite la gente y la parapsicología es que, en muchos casos, vienen a avisarte de algo o a prevenirte de algo, no necesariamente malo. Las apariciones se producen porque has perturbado su descanso".