El resurgir de la derecha social
Hay una derecha social, que poco tiene que ver con la España del dinero –si hay una “derecha económica”, votaba a Zapatero o a Sánchez, estaba a gusto con Rajoy-Soraya y los Pujol, y desayuna en el Ritz con Pablo Iglesias-.
Ajena a ese centro conformista aterrorizado por las encuestas, hay una derecha que transgrede y que sorprende, que tiene en su seno todo y lo contrario de todo; que es capaz de ser feminista y sobre todo femenina, que es a la vez religiosa y laica, tradicional y revolucionaria; capaz de ganar en Carabanchel y en los conventos de clausura. Un magma revolucionario en política, en sociedad, en cultura y en economía, que cuando sale de casa y se une da más miedo a cierto PP que al PSOE; quizá por eso hubo quien prefería perder las elecciones que aceptar una derecha de principios.
Esa derecha empezó nuevamente a salir a la calle en la revolución de los balcones con la bandera de España después del golpe de estado en Cataluña, y pudimos ver a esa derecha social nítidamente en el mitin de VOX en Vista Alegre, sin complejos, sin remordimientos, orgullosos de su bandera.
La marginación de la derecha social
Decía hace años José Javier Esparza (en los tiempos de Rajoy-Soraya) que “sigue habiendo una derecha social, la de verdad, la que está en la calle, con un acentuado sentido de la independencia que, por supuesto, no ahorra las críticas a la derecha oficial, es decir, al PP… toda esa gente que ha creído y aún cree en la unidad nacional de España, en la libertad personal, en la familia, en la propiedad, en el derecho a la vida y en la vigencia de la civilización cristiana. Porque eso es lo que está pasando. Hace sólo seis años, España era un hervidero de inquietud social en el ámbito de la derecha. Las víctimas del terrorismo enarbolaban la dignidad nacional. En Cataluña, Galicia, las Baleares, Valencia y el País Vasco surgían movimientos cívicos que defendían la libertad lingüística… aparecían plataformas que reivindicaban el derecho a la vida… la libertad de enseñanza y la objeción de conciencia a la “Educación para la Ciudadanía” zapateriana, o que defendían la unidad de la nación española. Hoy es fácil decir que eran “cuatro gatos”. Podrá desmentirlo cualquiera que haya estado en las numerosas manifestaciones de aquellos años”.
“Hace seis años pareció, en definitiva, que en España podía nacer una derecha de principios e ideas, una derecha digna de ese nombre. Hoy, seis años después, de todo aquello apenas queda nada… Y lo más importante de todo: quien ha sepultado la efervescencia de la derecha social no ha sido la sectaria izquierda de otrora, sino la derecha política de ahora; un partido, el PP, que fue llevado literalmente en volandas al poder por esa derecha social hoy quebrantada. El desmantelamiento de la derecha mediática sólo es una parte, y quizá no la más importante, de un proceso mayor: el desmantelamiento de la derecha social. Estamos asistiendo a una operación de domesticación sociopolítica que parece concebida para frustrar cualquier rectificación de la deriva que España arrastra desde hace más de treinta años”.
Sigue habiendo una España inasequible a la domesticación
Sigue habiendo una derecha social –y muy extensa- que mantuvo sus principios pese a la deserción del partido que mayoritariamente la representaba. Esa derecha Social ha sido un magma circulante por las catacumbas que tras la traición de Rajoy y la imposición del ideario zapateriano, explotó hace unas semanas en Vista Alegre de la mano de VOX.
En un sistema partitocrático, como es el nuestro, la orfandad institucional es un trago muy duro. Es muy difícil sobrevivir. Ahora hay dos opciones:
Una, que de verdad la derecha social se aglutine en torno a VOX, sin olvidar a este nuevo PP de Pablo Casado que emerge tras su figura después de años de un PP que frustraba a la derecha social, o al Cs de la resistencia en Cataluña y la defensa de España (que en conjunto es esa síntesis de la que ya habló Pedro Laín Entralgo, “en la que convivan amistosamente Cajal y Juan Belmonte, la herencia de San Ignacio y la estimación de Unamuno, el pensamiento de Santo Tomás y el de Ortega, la teología del padre Arintero y la poesía de Antonio Machado“).
La otra, que el sistema triture, digiera y recicle cualquier disidencia convirtiéndola en detritus marginal, que es lo que pretende Pedro Sánchez y su gobierno okupa apoyado por siniestros poderes económicos, secesionistas y comunistas. Si prevalece esta última alternativa, podremos ir olvidándonos de la supervivencia de España como agente histórico relevante”. Se trata de dejar que venzan los principios y el programa de la progresía, y da lo mismo si viene etiquetada como izquierda, extrema izquierda o centro, o de luchar contra ellos en su terreno, el de las ideas, no el del mercadeo, los cargos y los negocios. “Todo lo demás se queda en mera reacción estéril”.