La resurrección de Aznar
Todos aquellos que han seguido esta columna, así como los que me conocen, saben que siempre he defendido a José María Aznar como una figura fundamental en la configuración de la derecha social y política española.
De hecho yo me afilie al Partido Popular por Aznar y posteriormente fui colaborador de FAES. También he de decir que me di de baja con Mariano Rajoy y apoyé el proyecto de VOX, implicándome sin ningún tipo de complejos y sigo apoyándolo, al igual que apoyo cualquier iniciativa de la derecha social en sentido amplio o aquello que beneficie el imperio de la ley o la unidad de mi patria.
Como yo no me muevo por etiquetas ni partidos, sino por convicciones, felicito de una manera rotunda a José María Aznar, que ha conseguido en una mañana de un martes de septiembre resucitar la identidad política de la derecha, actuando a la ofensiva, después de años de mediocridad y pusilanimidad rajoyesca o sorayesca, lo mismo da, que da lo mismo.
Con Rajoy hemos vivido unos años de un centrismo pusilánime y suicida, tal y como definía ese centrismo Federico Jiménez Losantos hace ya muchos años: "Lo que caracteriza al centrismo, digamos, profesional, es su carácter excluyente, su modo de hacer política en función de la captación de votos, pero a costa de despreciar a la inmensa mayoría social de la derecha, a cuya sombra electoral procura vivir. El político de derechas se dice de centro por costumbre y rentabilidad. Pero el centro nunca se define contra la izquierda sino contra la derecha. Es el auto-odio conservador, un viático para un suicidio".
¿Cuándo vence la "derecha" en la sociedad y en las urnas?
Cuando sabe ser ella misma, sin exabruptos pero sin complejos.
Para ofrecer soluciones atrevidas y para pedir sacrificios a la gente hay que obtener su confianza. Y la confianza es personal: se tienen que fiar de uno, de su identidad, de su identificación con el país. Porque el país es Patria, mucho más que una empresa y una contabilidad, y su personalidad vale mucho, más incluso que las comodidades individuales. Vistas así las cosas, cuanto más sólidos sean la identidad y el patriotismo de uno mejor le podrá ir en las urnas
Los éxitos macroeconómicos o tecnocráticos no vencen elecciones. Los votantes quieren una razón para votar o militar, que no puede ser sino la defensa de unos principios y de una identidad que los adversarios desean destruir, están destruyendo. Si uno defiende España y el otro trabaja para destruirla hay que abandonar las suavidades de los tiempos de paz. Todo está en grave peligro. Sólo una derecha sin complejos puede vencer, y la alternativa es el caos.