Soberanía y humillación
En el año 2012, el que fue ministro de Exteriores de España elegido por Mariano Rajoy, José Manuel García Margallo, decía en un café ante cientos de periodistas que "es una estupidez hablar ahora de soberanías nacionales, porque vivimos en un mundo de soberanías compartidas", "la única diferencia es de grado, no hay ninguna diferencia constitucional".
Después de estas frases tan grandilocuentes, sufrimos al año siguiente las consecuencias de la Sentencia del Tribunal de Estrasburgo derogando la Doctrina Parot, obligándonos a soltar a terroristas, criminales y violadores.
El pasado jueves nos volvieron a humillar en Alemania con la puesta en libertad del golpista secesionista Puigdemont obviando la Euroorden cursada por España. El portavoz de la mayoritaria Asociación Profesional de la Magistratura, Celso Rodriguez, declaraba que “no cumplir una euroorden implica no reconocer la soberanía de un Estado, negar una parte de nuestra soberanía, la capacidad de un país para legislar y aplicar su derecho”.
Ese mismo jueves el Ayuntamiento de Bayona en Francia inauguraba un monumento titulado ‘Arbolaren egia’ (La verdad del árbol), donde de un hacha invertida, símbolo de ETA, surge un árbol. La escultura fue encargada por el Ayuntamiento para los actos previstos en el País Vasco francés por el denominado proceso de paz, y participaron EH BILDU, así como otros políticos franceses y del resto de Europa, que se vanaglorian de defender los derechos humanos humillando a las víctimas del terrorismo etarra que se han mostrado indignadas.
¿Qué es la soberanía nacional española?
Soberanía: La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado (artículo 1.2 de la Constitución Española). La soberanía nacional es un concepto que le da todo el poder a la nación, es decir a los ciudadanos. Hace pertenecer la soberanía a la nación, una entidad abstracta y única, vinculada normalmente a un espacio físico (la "tierra patria"), a la que pertenecen los ciudadanos presentes tanto como los pasados y futuros, y se define como superior a los individuos que la componen.
La formulación se acuñó en el artículo 3 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (Revolución Francesa) y determinó que "toda soberanía reside esencialmente en la nación". Así la soberanía nacional se concebirá como una, indivisible e inalienable, que no puede confundirse con los individuos que la conforman.
Hay que creerse la Soberanía Nacional en España primero y luego reivindicarla en el exterior
Son muchos en España los que desprecian la Soberanía Nacional y por lo tanto la Nación Española, desde el siglo XIX donde los partidarios del absolutismo gritaban “Vivan las cadenas, muera la nación”, pasando por los separatistas, o por los partidarios de la cesión a organismos extranjeros y sumisión a internacionales de distinto cuño.
La última vez que tratamos de reivindicar tímidamente un papel en el mundo como nación soberana en el contexto internacional, explotaron una serie de trenes en Atocha un 11 de marzo, produciendo el mayor atentado terrorista perpetrado en Europa. Lo que ha venido después ya los sabemos.
Parece que España tiene una espada de Damocles que no le deja tomar decisiones al margen de contextos preconcebidos.
La centralidad de la nación. La unidad y el interés nacional, son valores de la patria española, deberían ser el centro de la soberanía política. Todas nuestras alianzas deberían respetar el principio de la soberanía, en la que se organiza la democracia, la ciudadanía y la cohesión social.
Si los políticos que teóricamente nos representan no respetan la Soberanía Nacional, difícilmente nos respetaran en el extranjero el resto de las naciones y a los hechos me remito.