La vicefilósofa y el almirante
Ada Colau es casi filósofa. Dice en su currículo que no obtuvo el título a falta de aprobar dos asignaturas. Que una persona renuncie a una titulación oficial que le puede resolver muchas cosas en su vida por dos asignaturas no es sólo increíble, sino que es altamente improbable. Esas cosas se deben contar en privado, ámbito en el que, igual, alguien se traga la historieta, pero hacer una proclamación pública de semejante jaez, o sea, evidenciando una notable incompetencia, no parece muy inteligente.
El diario ABC publicaba el lunes un dato revelador y decepcionante. Sólo uno de cada tres diputados nacionales ha trabajado en la calle, fuera de la Administración, antes de llegar a la política, según ellos mismos declaran en sus perfiles públicos, lo cual incluso puede que sea verdad. La mayoría afirma ser licenciado en Derecho, o sea, abogados si hubiesen ejercido, lo cual arroja otro dato sensible: la política se nutre de picapleitos que en su mayoría nunca han ejercido, mientras la flamante facultad de Ciencias Políticas parece no aportar mucho al estadismo.
Pues bien, entre los que no son capaces de aprobar las dos últimas asignaturas de su carrera y los que nunca han pegado palo al agua en la calle y, por lo tanto, ignoran lo que es ganarse la vida en el día a día, determinan nuestra vida en las siguientes cosas, entre otros: el modo de educar a nuestros hijos, las condiciones de trabajo de quienes laboran por cuenta ajena o propia, la parte de la herencia que los hijos deben recibir de sus mayores, si debemos creer o no en Dios, si se permite acabar con la vida de los no nacidos, o si fumar perjudica gravemente la salud y el fiambre adulterado legalmente es muy bueno y sano.
Esto de que lo peor de cada casa se sienta capacitado para ocupar un puesto de responsabilidad política, con lo que ello supone, viene reportando los resultados conocidos: mucho gasto y escasa productividad. A la política según revelan los datos, con las salvedades que haya que hacer, se dedican funcionarios porque tienen el instrumento de la excedencia indefinida, y el que no tiene nada que perder y cualquier cosa que ganar sin mayores reparos morales.
Colau, que no puede ponerse en las tarjetas de visita “Filósofa” por dos cochinas asignaturas, ha calificado y clasificado entre los fachas al almirante Cervera, un héroe reconocido y homenajeado por el enemigo. Político de principios, se fue a Cuba a inmolarse con la escuadra por orgullo y patriotismo de marinero español, y a día de hoy su nombre se respeta y venera en Cuba. En Barcelona, sin embargo, no. Allí prima más el homenaje a uno que pasará a la historia de la farándula por un papel de macarra y por insultar a todos los españoles. Un homenaje en el que estuvieron ilustres compañeros suyos como Corbacho o Manel Fuentes. Para morirse de risa.
El sólo hecho de que la vicefilósofa, que no tiene ni un rato intelectual, haya despreciado a Cervera sería excusa suficiente para que los alcaldes con vergüenza y sentido patrio pasado mañana le dedicasen una avenida en cada pueblo de España; al almirante, no a Colau. Sería un detalle y una lección.