Embajador de Tabarnia en Castilla-La Mancha, Madrid y Extremadura
Uno, cuando era infante y por acción de mis educadores, que como se ve no tuvieron mucho éxito y no fue por sus carencias, pensaba que quienes se dedicaban a la política era gente de mucho fundamento, de currículo como el de los ministros de Franco que mi padre me enseñaba en el ABC para animarme a estudiar. Incluso cuando me estrené en el ejercicio del periodismo estaba convencido que para ser alcalde o concejal se debían reunir condiciones acreditadas con anterioridad, cosa que sigo pensando, pero que como cualquiera puede observar, no son constatables a día de hoy.
Visto lo cual, es decir, que cualquier paisano al día siguiente de salir elegido en una lista de un partido con posibilidades de obtener votos se reviste de autoridad de cualquier cosa que antes ignoraba y que seguirá desconociendo en el futuro, me ha llevado a pensar que uno mismo podría ser un destacado político con las mismas condiciones. Total, que después de saber que el dueño de la administración de loterías “La Bruja de Oro” ha sido nombrado ministro de Hacienda de Tabarnia y conociendo que mis cualidades están muy alejadas del señor ministro, he decidido apresurarme a pedir antes de que lo haga otro, humildemente, el puesto de embajador de esa moderna y emergente nación en Castilla-La Mancha, Extremadura y Madrid.
Habrá quien piense, aviesamente, que uno busca un buen sueldo, y no lo voy a negar. Pero ahora que estamos en proceso de constitución de la gran Tabarnia, me comprometo solemnemente a desempeñar este cargo gratuitamente. Naturalmente me ofrezco en las regiones citadas por razón de residencia, aunque estaría dispuesto a trasladarme a Nueva York si nuestro presidente, el excelentísimo señor Boadella, tuviese a bien nombrarme embajador ante la ONU y, para ahorrar, Estados Unidos, una vez que el lotero conforme la hacienda pública de Tabarnia y haya fondos. Para dicho nombramiento espero que se tenga en cuenta que soy la primera persona en España que se ofrece pública y desinteresadamente para el cargo de embajador de la nueva nación costera.
Uno, en su modestia, piensa que si José Luis Rodríguez Zapatero fue votado en dos ocasiones consecutivas por los españoles pese a conocer sus aptitudes desde la primera ocasión, no habrá mayores inconvenientes para que un servidor sea embajador. Tampoco vendría mal que se me diese algún título, por ejemplo marqués del Ampurdán -si es que no se lo dieron a Pla-, con la finalidad de impresionar a los norteamericanos, tan sensibles al titulaje. El papel de Tabarnia ante el Imperio y el mundo representado en la ONU quedarían resaltados con el mencionado título y el uniforme de embajador, que ahora que he adelgazado ligeramente me puede que quedar impresionante, según mi señora; aunque no sé si me lo dice por mi bien o porque está deseando que haga el ridículo.
Espero que este ofrecimiento le llegue a don Albert Boadella, ya que no se lo puedo mandar personalmente por desconocer la dirección de la presidencia de Tabarnia, y tenga la bondad de ponerse en contacto conmigo a través de este diario, donde le darán pelos y señales de mí, aunque tampoco conviene que pregunte mucho porque la gente es muy mentirosa.