Las diferencias económicas entre comunidades autónomas en España resultan evidentes y sirven para agrietar la cohesión en nuestro país, una tendencia que en los últimos años no ha hecho más que reforzarse. En 2020, Castilla-La Mancha ha sido la comunidad autónoma, tras Extremadura, con una de las caídas más modestas de su Producto Interior Bruto (PIB). En concreto, un -7,9 por ciento frente al -10,8 por ciento a nivel nacional, aunque todavía lejos de cualquier atisbo de crecimiento positivo.
Un horizonte que hoy se contempla más lejano tras el tijeretazo del Banco de España de casi dos puntos en su estimación de crecimiento para este año, hasta el 4,5 por ciento. Una costalada menor para Castilla-La Mancha debido al menor dinamismo de su economía en términos de riqueza regional si lo comparamos con la mayoría del resto de comunidades autónomas del país. Unos datos extraídos del Indicador de la Contabilidad Regional de España publicados la pasada semana por el Instituto Nacional de Estadística.
Pese al retroceso generalizado del PIB en toda España provocado por el vendaval de la pandemia, principalmente en aquellos territorios más dependientes del turismo, Castilla-La Mancha sigue anclada entre las regiones con un menor desarrollo y riqueza del país. Un PIB per cápita que en 2020 alcanzó los 19.369 euros, también tras Extremadura, frente a los 23.693 a nivel nacional y de 32.048 de Madrid, el más alto. Una diferencia sustancial que se viene agudizando en el tiempo entre las regiones tradicionalmente más ricas y pobres, y cuyo acercamiento a las rentas per cápita más elevadas son todavía remotas.
Una convergencia entre territorios que avanza en España con pies de plomo, cuando no retrocede. Un desequilibrio económico donde la temporalidad, precariedad laboral, y el elevado nivel de desempleo existente en Castilla-La Mancha sigue lastrando su confluencia. Factores, en definitiva, determinantes a la hora de marcar las diferencias de renta por habitante existente entre los distintos territorios. Intentar recuperar el PIB cesante debe ser un reto primordial para el gobierno de Castilla-La Mancha, tratando así de invertir una tendencia perversa que se prolonga en el tiempo. Un proceso lento pero imprescindible para converger con los territorios más desarrollados, a la vez que la mejor garantía para el crecimiento y mayor bienestar de los castellano manchegos (PIB per cápita).