Dos orejas y una boca
Mírate, tienes dos orejas perfectas y una boca preciosa. Si te paras a pensar, la naturaleza es muy sabia, tener dos orejas y una boca debe de ser por algo, además de tener un sentido lógico, digo yo. Y, desde mi humilde opinión, debe ser porque estamos preparados para escuchar más que para hablar.
Pero lo de escuchar no es tan fácil como abrir las orejas y dejar anidar a las palabras en el cerebro y en el corazón mientras la boca se mantiene entreabierta para respirar. Es más habitual hablar y escuchar a la vez, con sentido o sin él, con verdad o cambiando de opinión, provocando que toda frase se convierta en un eco sin más. Y si mi voz suena más alta que la del otro y consigo callarle, entonces es que he ganado la batalla del diálogo sin saber realmente lo que el otro quiere hacerme ver. Hablar por hablar se ha puesto de moda y es el pan nuestro de cada día.
Se parlotea de todo y de todos con una facilidad pasmosa, sin tener presente el daño y las consecuencias que ello conlleva. Se comenta sin piedad, sin caridad y no siempre con la verdad por delante, bueno, con la verdad objetiva, porque la propia no se pone en duda. Y se taponan los oídos con los cascos para no tener que escuchar otra cosa que lo que uno desea. Eso sí, para recordar cómo suena nuestra voz, de vez en cuando la sacamos a pasear y como no tenemos nada interesante que decir, decidimos comentar memeces o hacernos eco de críticas. «Bla, bla, bla, llueve sobre mojado», cantaba Andrés Calamaro.
Sin embargo, hay momentos de cierta cordura y paz. Es entonces cuando nos ponemos la mano en el pecho indicando que somos nuestra mejor versión, que hablamos después de escuchar al otro y saber lo que siente para empatizar y fluir. Para ello acudimos a numerosas terapias que se supone nos enseñan a aprender a escuchar y no solo a oír.
Pero hay veces que, por arte de magia, las voces de otro son el revulsivo para que millones de orejas escuchen y decidan hablar con una sola voz. Algo increíble y prodigioso. Y esto es lo que ocurrió este pasado domingo en España.
Las orejas se han abierto en estos últimos meses y la sociedad ha escuchado atenta todo lo que desde bocas interesadas, por hacer saber su verdad u opinión, manifestaban. Y no pudiendo responder de otra manera, lo han hecho en el mismo momento en distintos lugares con un mismo verbo. Milagro o fuerza del conjunto, no lo sé.
Después de ver esto, no pierdo la esperanza en hacer valer que dos orejas y una boca tienen verdadero sentido. Así que abramos los oídos a la verdad que hay en las calles, en tu casa, en los amigos y en ti mismo.