El Consorcio de la Ciudad de Toledo ha inaugurado la rehabilitación del Salón Rico en el Corral de Don Diego, un lugar emblemático del Casco Histórico que ningún vecino había visto como hasta ahora, con las yeserías del siglo XIII y el magnífico artesonado que corona su estructura con heráldicas diferentes de época, igual que una cúpula majestuosa como gran ojo a través del cual todo se contempla. La obra se ha realizado durante dos años con las puertas abiertas, de tal forma que los toledanos hemos visto su evolución, como si fuera un edificio vivo que crece y se desarrolla, igual que si fuese un niño al que hemos notado que le crecían los dientes y daba el estirón. El responsable de todo ello es Jesús Corroto, un joven arquitecto toledano, que vino de Gálvez, de los Montes, como muchas de las grandes cosas que a lo largo de la Historia llegaron a la capital, a esta urbs regia que levantaron visigodos y sobre la que se asienta buena parte de la Historia de España. Ahora precisamente el Consorcio ha descubierto las verdaderas dimensiones de las termas de Amador de los Ríos, con un frigidarium mayor de lo esperado, lo cual hace pensar que pudiéramos ya encontrarnos en época romana con una ciudad más importante de lo que esperábamos. La arqueología y el Consorcio son así. Aunque la primera parezca muerta, es una de las ciencias más vivas si hay actores como el segundo que se empeñan en cincelarla, esculpirla y darle brillo para la Historia. Las piedras nos hablan y dicen mucho más de lo que suponen quienes solo ven en ellas edificios viejos y superpuestos.
Jesús Corroto es un fraile cartujo o lo fue en otra vida seguramente. Aúna la mística de un oficio que sabe sagrado con la resolución eficaz de un mundo contemporáneo, donde conoce además que los resultados son básicos. Dijo hace dos años que si no sacaba las obras del Salón Rico se iría igual que había venido. El día que estuvo en la radio para explicármelo lo miré con incredulidad supina, sabiendo lo que esta ciudad exige para mover un papel o una piedra. Pero él se ciñó a su labor e igual que el labriego todas las mañanas se levanta para cuidar su huerto, Jesús trabajó con esmero y detalle todas las cuestiones relativas a la obra. No es el único asunto sobre su mesa, por supuesto, pero sí sabía que era uno de los trascendentes, de los importantes, de los que dejan huella para luego. Me comentaba que ya en el siglo XIX Amador de los Ríos –el mismo que da nombre a la plaza de las termas romanas citada con anterioridad- se lamentaba que aquel amasijo de escombros que era el Corral no pudiera revivirse para que las nuevas generaciones se hiciesen idea de lo que fue un salón y una zona de la ciudad esplendorosas. Los Trastámara en pleno poderío, a punto de llegar y abrir una de las dinastías regias decisivas en la Historia. Toledo guarda pálpito de reyes y príncipes con la misma normalidad que cualquier otra ciudad lo hace con el aire y sus silbidos.
Fue un acierto brillantísimo de Milagros Tolón colocar a esta galveño, que venía de Puy du Fou en sus últimos años, al frente del Consorcio de Toledo. Ha demostrado una capacidad de resolución inaudita en alguien a quien veíamos con la mística de sus gafas, la sonrisa y la mirada. Anda despacio y silencioso para acariciar la piedra desnuda sobre la que construye los relatos del pasado. Pronuncia cada sílaba, cada palabra, con el esmero de la didáctica y la pasión de las grandes empresas en la vida. Tiene en la cabeza muy clara la idea de ciudad y pretende construirla con apoyo institucional de las administraciones. El Casco Histórico de Toledo es un casco vivo para el vecino o no es. Porque el inmenso poder y foco turístico que despliega, nada sería si fuera una ciudad rota, muerta, deshabitada. Por eso hay que cuidar el Casco como la gran joya de la corona, igual que un elemento votivo más de los antiguos reyes, lo mismo que una golondrina de esta recién estrenada primavera. Uno, que vive en el Casco casi una década, muestra ese orgullo cuando ve la ciudad llena de gentes de uno y otro lado del planeta. Un día le dije a una chica que Toledo me había servido para encontrar mi lugar en la vida y la conquisté para siempre. Igual que Corroto nos ha conquistado con su obra. Al fin y al cabo, la obra, nuestras obras, son lo único real que dejaremos a los hijos en forma de legado.