Si don Manuel Azaña levantara la cabeza por una semana y se diera una vuelta por la España y la Castilla-La Mancha actual, seguro que llegaría a la conclusión de que aquel titular que dio a los periódicos un día de octubre de hace más de noventa y dos años había errado por completo.
Cualquiera que haya leído el discurso completo de aquel día sabe que el titular rotundo devoró desde el primer momento el fondo de un discurso cargado de análisis histórico y psicosociológico muy recomendable para cualquier lector actual. Lo que quedó de una manera radical en la mente de muchos españoles fue un diagnóstico que desde entonces ha tenido, cada vez que se saca a debate, tantas opiniones favorables como adversas.
Desde luego, si uno como el fantasma de don Manuel resucitado y se da una vuelta en Semana Santa por cualquier ciudad española -en esto da lo mismo que sea de Despeñaperros para abajo que para arriba-, se encontrará con un incontestable renacimiento procesional que uno confiesa nunca ha conocido en sus casi setenta años de vida. Por poner un ejemplo cercano, la Semana Santa de Talavera ha vivido desde el comienzo de la Transición para acá una evolución en calidad y cantidad de las manifestaciones religiosas populares en la calle que uno considera un fenómeno digno de estudio por un buen equipo de especialistas en sociología y psicología de masas.
Si uno no anda todavía demasiado perdido en esto de las costumbres religiosas y su práctica, tiene entendido y leído, que a pesar de lo abrumadora y masiva celebración de la semana, cada vez son menos los españoles que acuden a misa, de manera, que no son pocos los curas párrocos que se conformarían con que la mitad de los afiliados y militantes activos de las cofradías acudieran a misa los domingos de una manera regular. Nunca se ha ido menos a misa, pero nunca han crecido tanto las cofradías y los afiliados a ellas dispuestos a sacar los santos a la calle.
Alguien me decía el otro día que esa aparente paradoja se explica precisamente por la democratización habida en todos los ámbitos de la sociedad, que ha hecho que las cofradías, cerradas antaño a unos círculos determinados, se hayan abierto de una manera natural a todos los ámbitos. Ritos, como los que en toda España se despliegan entre lo sagrado y lo profano en cuanto llega la primavera, tienen un arraigo que ni don Manuel Azaña sería capaz de explicar.