Absolutamente todos los coches nuevos tienen en común una cosa: tienen una o más pantallas en el interior. Es lo que está de moda, y aunque la 'fiebre' por las pantallas en los coches parece haber decaído un poco (algunos fabricantes están volviendo a los botones clásicos para algunas funciones), a estas alturas no parece que haya marcha atrás.
Lo que están descubriendo cada vez más conductores es que el problema no está realmente en la cantidad de pantallas, o incluso en sustituir controles físicos por toques táctiles; sino en la manera en la que están implementadas.
Esa es la explicación de que, por primera vez en 28 años, la satisfacción de los conductores estadounidenses en sus coches haya caído por segundo año consecutivo, según el estudio anual de JD Power. Aunque haya habido algunos años malos en cuestión de satisfacción, es la primera vez que se registran dos caídas consecutivas, indicando una preocupante tendencia en el sector.
Las pantallas en coches molestan
Según el estudio, un gran problema radica en los sistemas de 'infoentretenimiento' que vienen por defecto en la mayoría de los vehículos nuevos; son tan poco intuitivos, que cada vez menos gente los usa incluso para funciones básicas que normalmente no deberían requerir mucha dificultad. El detalle más sorprendente es que sólo el 56% de los conductores prefiere usar el sistema integrado para reproducir música; en el 2020, el porcentaje estaba situado en el 70%, así que ha habido un empeoramiento claro en la percepción que tienen los conductores sobre estos sistemas.
Aunque muchas marcas han invertido cifras millonarias en desarrollar nuevos sistemas inteligentes, la realidad es que los conductores no los quieren: menos de la mitad afirmó haber usado los controles nativos para funciones como navegación, reconocimiento de voz o para hacer llamadas de teléfonos. Es un fracaso sonoro para unas empresas que buscan diferenciarse del rival ofreciendo funciones diferentes; el problema es que el consumidor no quiere algo "diferente", quiere lo que funciona.
Y es que todas estas críticas desaparecen cuando se habla de Android Auto y Apple CarPlay, y el motivo es simple: la experiencia con esos sistemas es muy parecida a usar un móvil. Los usuarios están acostumbrados a usar las mismas apps para sus necesidades, así que ven innecesario usar las funciones exclusivas de cada marca. Con Android Auto, es posible tener acceso a apps muy populares como Google Maps o Spotify, con una interfaz muy parecida a la de los móviles.
La importancia de las apps es evidente cuando vemos que los conductores han otorgado la mejor puntuación a sistemas basados en Android Automotive con las apps de Google preinstaladas; algunos fabricantes ofrecen esta experiencia 'pura' de Google, como Volvo y próximamente General Motors, y por lo general es la mejor recibida. Por el contrario, los sistemas basados en Android Automotive sin las apps de Google son los que peor puntuación recibieron, ya que los usuarios buscan las apps que conocen del móvil y no las encuentran.
No es que las pantallas tengan toda la culpa de esta caída en la satisfacción de los conductores; de hecho, el aspecto exterior de los coches es la parte que más puntuación ha perdido respecto al año pasado. Hasta Tesla, que sigue obteniendo puntuaciones muy buenas, ha caído respecto al año pasado. Por lo tanto, la industria tiene mucho en lo que reflexionar.