Llevo usando smartphones, por motivos laborales o personales, 17 años. En 2003 recuerdo que me compré el primero de ellos, el Nokia 3650, un engendro a los ojos de 2021 con un teclado extrañísimo y un tamaño enorme, sobre todo para tener una pantalla de 2.1 pulgadas.
Desde ese momento estuve cambiando entre sistemas operativos, y usé modelos con Windows Mobile, Symbian, Maemo, Android, iOS… pero ningún móvil me causó la misma impresión que el Nokia N95.
De hecho, hablé de este terminal hace un tiempo en el blog, aunque no usara el sistema operativo móvil de Google. Es más, este smartphone estuvo a punto de renacer con Android en su interior.
La sensación de ser un móvil perfecto
Lo que me causo tanta impresión en el Nokia N95 era la sensación de que era un móvil perfecto en cuanto a hardware. Tenía todo lo que se le podía pedir, al menos antes de que el iPhone cambiara lo que se le pedía a los móviles.
Usarlo no tenía ningún compromiso y la experiencia fotográfica estaba por encima de la de sus rivales, por mucho.
Y esa misma sensación tuve el tiempo que estuve probando el Huawei P30 Pro hace unos dos años.
Un móvil muy equilibrado
Este flagship de Huawei ofrecía un cuerpo con una pantalla grande pero sin subir la diagonal o el peso a lo que ahora tenemos por normal, lo que permitía el uso para juegos pero también el uso a una mano de manera más o menos cómoda.
En el apartado de autonomía Huawei siempre ha presumido de dar un rendimiento excelente y este móvil, además, ofrecía carga rápida por cable… y carga inalámbrica, algo que aun hoy en día muchas marcas no incluyen en sus mejores móviles.
La pantalla es cierto que no presumía de resolución o de alta tasa de refresco (aunque en 2019 no era lo normal tampoco), pero sí que tenía tecnología OLED y sensor de huellas en la misma.
El diseño exterior llevó a Huawei a lograr lo que muchas marcas quieren, que su imagen sea icónica. Y eso lo hizo con unos colores llamativos, evolución de lo visto en el Huawei P20 Pro, y un módulo de cámara diferente.
Una cámara que enamoraba
Pero lo más memorable del Huawei P30 Pro era su cámara. La empresa china usaba por primera vez sus sensores RYYB, que ofrecían una textura y procesado de imagen mucho mejor de lo que tenían hasta entonces.
Recuerdo que este era el móvil que llevaba en mi último gran viaje antes de la pandemia, uno que realicé a Praga y Budapest, y son muchas las fotos de ese viaje que me parecen geniales.
La versatilidad de esa cámara, el zoom periscópico del que aun en 2021 muchas marcas prescinden, me permitió tomar fotos que, de otra forma, me hubieran sido imposibles.
Mención especial al modo noche, que aunque era capaz de hacer fotos en total oscuridad, destacaba en situaciones menos drásticas, ofreciendo un detalle increíble.
También el gran angular cumplía, sobre todo gracias a un HDR muy mejorado, que también se apreciaba en la cámara frontal.
Incluso el modo retrato sacaba partido de un sensor ToF que a día de hoy incluyen los iPhone de mayor categoría.
El cénit de una marca
No se le escapa a nadie que el Nokia N95 fue el móvil de la empresa que marcó un cambio de era. En el caso de la empresa finlandesa su venta a Microsoft y su posterior escisión de la división de redes.
En el caso de Huawei, el P30 Pro fue el último flagship en usar los servicios y aplicaciones de Google, algo que lo convierte en el último gama alta vendido de forma masiva en occidente.
Actualmente Huawei se esta reenfocando en otros productos, como auriculares y relojes, donde está por delante de la mayoría de rivales, pero lo tiene más difícil en la división de smartphones.
Pocas empresas tienen la capacidad de crear un terminal que aguante tan bien el paso del tiempo y el Huawei P30 Pro es el ejemplo de lo mucho que cambió la empresa en la segunda década del siglo XXI, pasando de ser una marca china económica, a un referente entre los grandes.