Hace once años descubrí un móvil que entonces me pareció era perfecto. No podía mejorarse de ninguna forma. Pero me equivocaba.
Llevo usando móviles dieciocho años, y en ese tiempo he pasado de ver cómo la tecnología móvil era algo tosco y grande a algo diminuto y manejable antes de convertirse en una variante de la informática.
Casi dos décadas dan para muchos giros, muchas idas y venidas y muchos cambios y sensaciones pero recuerdo uno especialmente, un momento en el que los smartphones empezaban a comercializarse, poco antes de que el iPhone y Android hicieran acto de presencia.
En aquellos años Nokia era una marca potente, con unas cifras de negocio increíbles y con un catálogo que dejaría en ridículo a la mismísima Samsung. Pareciera que los números se iban a acabar antes de que Nokia fuera a dejar de lanzar nuevos modelos.
Obviamente no todos eran importantes pero hubo uno que marcó un antes y un después para muchos, el Nokia N95.
El Nokia N95 como el móvil perfecto
En aquellos años ver un móvil con cámara era raro pero no tanto como para sorprenderse. Sería el equivalente a ver ahora un terminal con la pantalla curva.
No obstante la mayoría eran teléfonos normales, sin sistema operativo avanzado, y el que un dispositivo tuviera cámara, aplicaciones, radio o infrarrojos lo convertían en una bestia.
En esas estábamos cuando Nokia lanzó su Nokia N95, el terminal emblema de su gama N, la multimedia, con doble teclado, cámara de 5 Mpx y GPS. No os hacéis a la idea de lo que eso supuso.
Recuerdo perfectamente mi pensamiento «Ya. Ya está. Lo han hecho. Es el móvil perfecto. Ya no pueden meterle más cosas. Lo tiene todo. Literalmente.»
Cuan equivocado estaba.
Un cambio de paradigma
Es posible que el Nokia N95 fuera la culminación de esa época, la de los smartphones sin pantalla táctil, pero tras la presentación del iPhone y el triunfo de Android este tipo de terminales pasó a ser irrelevante.
Durante un tiempo seguí con ese móvil pero la forma de manejo lastraba las posibilidades que daban los terminales con pantallas capacitivas y mayores diagonales.
Desde entonces he usado cientos de dispositivos diferentes y muchas veces he visto cómo pequeñas mejoras, o grandes novedades, han cambiado mi percepción del mercado.
Lo que antes era raro ahora es común
Hace unos días hablaba de cómo un móvil de gama alta de hace cuatro años compartía características con un dispositivo actual de gama baja.
Todos los móviles Android actuales tienen cámara, GPS, conexión Wifi, conectividad de datos a alta velocidad y lo que hace once años me pareció algo inmejorable ha mejorado. Y mucho.
Lo que parecía inmejorable ha mejorado. Mucho.
He vuelto a equivocarme en muchas cosas en esta última década, pero no en este sentido. Desde ese momento no he vuelto a pensar que un móvil lo haya logrado todo, que sea perfecto. Reconozco que me impresionó mucho el Samsung Galaxy S7 y que me recordó a esa sensación pero sé que dentro de dos o tres años habrá móviles muchos mejores, con cosas que ahora son raras o que directamente ni se han inventado aún.
Quizás sea yo, y esto que os cuento no le haya pasado a nadie más. O quizás sea muy normal.