Tu smartphone puede ser más rápido que tu ordenador: la potencia y la barrera que separa a los dos sistemas
Hemos llegado a un punto en el que nuestros dispositivos móviles son igual (o incluso más) potentes que los ordenadores que manejamos todos los días. Como mínimo la mayoría de dispositivos Android de gama alta no tienen nada que envidiar a un ordenador de sobremesa (o portátil) básico (aunque depende mucho del caso).
Leyendo un artículo de Joe Levi en PocketNow en el que se habla de este mismo tema, y en menor medida de qué consideramos como potencia cada uno, me he empezado a preguntar unas cuantas cosas como, por ejemplo, qué es lo que nosotros consideramos como velocidad o potencia, o si de verdad la barrera que separa a los dispositivos móviles de los ordenadores va a ser derribada (o si ya lo está)
Para empezar creo que vale la pena explicaros como estoy yo en estos momentos: mientras que tengo un Samsung Galaxy SIII como dispositivo móvil principal, como ordenador de sobremesa tengo actualmente un ordenador con algo más de 6 años en activo (sí, todo un vejestorio). Ha estado con Windows XP, Vista, 7, 8, muchas distros de Linux… (soy alguien a quien le gusta probar de todo). Como os podréis imaginar, no es para nada potente (las ganas de tirarlo por la ventana que me entran no son pocas), e incluso a día de hoy me sigo preguntando cómo sigue funcionando tal y como esta. Por la otra parte tengo un teléfono de lo más potente sobre el papel, como la mayoría sabréis al pensar en el Galaxy SIII.
Pero aquí es cuando a la cabeza me viene una pregunta esencial para comprender este artículo: ¿que es nuestro concepto de potencia? La potencia se puede medir en MHz, GHz, FPS… pero para mí no es nada de eso. Para mí un teléfono es potente si consigo hacer todo lo que me proponga con el (dentro de unos límites razonables) sin que muestre que no puede con lo que le ponga. En otras palabras, para mí no se mide con números, sino con la experiencia que te quede después de usarlo durante un buen rato.
Aunque esto implica que no sólo el hardware sea rápido y estable, también implica que todo lo demás actúe en consecuencia con él: no vale de nada tener el mejor procesador si el sistema operativo no está optimizado para el o la red a la que esté conectado no funcione como debería, por poner algunos ejemplos. Por continuar con la comparación entre estos dos mundos, vamos a dividir un poco y comparando según apartados.
Para empezar, siempre tendremos que encender el dispositivo que sea para utilizarlo. Mientras que los teléfonos móviles están siempre en espera a que nosotros los desbloqueemos, la gran mayoría de nosotros apagamos el ordenador si no lo vamos a usar en poco tiempo, y esto se nota cuando comparamos el tiempo en el que cada dispositivo está listo para ser utilizado (por mucho SDD o hardware que tengamos en el ordenador, siempre se va a notar).
Y una vez tengamos el dispositivo encendido, vamos a empezar a utilizarlo para lo que sea. El uso que le de cada uno va a ser muy diferente que el uso que le daría otra persona a cada dispositivo (y en este caso nos olvidaremos un poco de las funciones más concretas que sólo se pueden hacer con un sistema de escritorio), pero en la mayoría se limitará a funciones como navegar por Internet, utilizar el correo electrónico, actualizar sus redes sociales… y en este caso la optimización que tienen las aplicaciones y páginas adaptadas a los sistemas móviles hace que queden por encima de los ordenadores. Seguramente, si se trabajara más en este aspecto, los ordenadores podrían ganar, pero de momento dudo mucho que eso vaya a pasar.
Hablando de las aplicaciones, vale la pena mencionar el apartado de las actualizaciones: gracias a Play Store tengo todas mis aplicaciones de Android actualizadas a la última versión, mientras que en ordenador este proceso es mucho más lento y largo. Microsoft, con Windows 8 y su tienda de aplicaciones, ha reducido mucho este abismo, pero todavía queda mucho camino por recorrer en este aspecto.
Y para ir terminando, y siguiendo con mi caso, tenemos el tema de conectarnos a Internet o a una red. En mi caso, repito, es muchísimo más rápido navegar Internet con el Galaxy SIII que con el ordenador, además de que las velocidades que alcanza son mucho mayores estando en la misma habitación y conectados a la misma red inalambrica. Seguramente esto no será así para muchos de vosotros, pero es lo que hay con la conexión disponible en un pueblecito en mitad de la nada…
La conclusión que deja Joe Levi al final de su artículo me parece muy acertada: los dispositivos móviles están hechos para la velocidad. Están preparados y optimizados de tal forma que las limitaciones que supone un dispositivo móvil por si mismo no llegan a ser un inconveniente. Y en mi caso también prefiero escribir un correo, ponerme al día en las redes sociales o actualizar cualquier perfil en mi teléfono antes que en mi ordenador: la velocidad y la comodidad ganan en este caso.
¿Y que hay de vosotros? ¿Preferís el ordenador o el dispositivo móvil? ¿Cual es para vosotros el más rápido? ¿Cual es vuestro concepto de velocidad? No te cortes y déjanos tu opinión en los comentarios ;)