A nivel general, en España el índice de lectura y la calidad de esa lectura son poco exigentes. El libro sigue siendo un asunto intelectual, ajeno a las mayorías, salvo cuando es mero entretenimiento, el cual hoy por hoy está colonizado por la novela negra, el sempiterno género repetitivo. No perdamos de vista el desacomplejamiento de la ignorancia, del que determinadas políticas y políticos españoles empiezan a hacer temible gala. España ha sido, es y me temo que seguirá siendo un país de sanchopanzismos y no de quijotismos. Son opciones. España, sus gentes, hace siglos que hicieron su elección.
En el mundo del libro vivimos el triunfo de la repetición. Ciertamente, la repetición de la fórmula-que-funciona es un fenómeno universal. La repetición en el contenido y la forma de las novelas reproduce un patrón de conducta-consumo similar al de otros productos de entretenimiento cultural: series, películas, programa de televisión, etc. La clave consiste en no cambiar lo que gusta y prolongarlo sin cambios. Mantener un molde que sea eficaz y oportuno.
El contexto es reñido, cuando no hostil: comprende todo lo que rodea, despista, banaliza y aparta del libro por el mero hecho de ser este algo que requiere un esfuerzo y un tiempo. Un contexto donde se compite con las pantallas, las redes y la proliferación de facilidades pasivas que ocupan el territorio que antes fue imperio de lo impreso.
Ya decía Virginia Woolf que “el esfuerzo es un hecho a reivindicar a la hora de leer un libro, la lectura es un proceso largo, arriesgado y con frutos a medio plazo”. Hay que valorar de nuevo el esfuerzo; así como ha de valorarse el premio que aportan sus consecuencias. La lectura supone andar un camino inexplorado que conduce hasta esa especie de “provincia interior” que hay en cada uno de nosotros mismos, un “yo” profundo que nos pasamos la vida tratando de reconocer.
Entonces, para comprender qué aportan realmente los libros y la lectura, es recomendable ir de la mano de Alicia. Tanto Alicia en el país de las maravillas como Alicia a través del espejo, de Lewis Carroll, son libros que expresan mucho más de lo que parece. Vemos que en ambas obras está explicitada una serie de elementos destacadamente actuales y modernos: 1- hay un combate entre profundidades y superficies, entre lo enterrado e invisible y lo que está a la vista de todos; se habla de un descenso en caída libre en otro mundo (esto es leer). 2- hay cosas que transforman y se transforman, que estallan y que hacen estallar, cosas enormes que se vuelven pequeñas, alimentos alucinógenos, monstruos normalizados (leer es convivir con la imaginación).
Lo que aprendemos en Alicia en el país de las maravillas es que leer es un eslabón y un enigma. Una pregunta. Y, a veces, una respuesta
3- Hay relación con lo real mediante valores: la justicia, el poder, el azar, la derrota (leer como representación de la realidad). 4- los cuerpos se mezclan, tienen formas variadas, nada es bello y todo lo es. 5- Alicia es una niña-mujer que avanza, conquista, decide, se interroga, se enfrenta a la muerte (la decapitación). 6- hay matemáticas, lógica ilógica, paradojas, bifurcaciones; tiene forma de videojuego. 7- hay debate entre el tiempo y la falta de tiempo, entre la urgencia y la parálisis. 8- y, en fin, Carroll lanza la pregunta clave sobre qué es lo que se busca en la lectura: “¿Es la canción la que determina los acontecimientos, o son los acontecimientos los que determinan la canción?”.
Lo que aprendemos en Alicia en el país de las maravillas es que leer, en realidad, es un pez que se muerde la cola todo el tiempo. Un anillo. Un círculo. Un eslabón. Y también un enigma. Una incógnita. Una pregunta. Y, a veces, una respuesta.
Adolfo García Ortega (Valladolid, 1958) fue director de la editorial Seix Barral. Narrador y traductor, su última novela es El gran viaje (Galaxia Gutenberg, 2022).