En las monedas acuñadas por la dictadura figuraba este lema de aroma medieval: "Francisco Franco, caudillo de España por la gracia de Dios". El dictador nunca se sometió a una votación popular. Al menos en tres de las cartas que dirigió a Juan III dice: "Por lo vitalicio de mi magistratura…". Era como el Papa. Un cónclave de generales le eligió Jefe del Estado –Jefe del Gobierno del Estado, por cierto, para ser exactos–, elección que se prolongaría hasta su muerte.
Es falsa la neutralidad de Franco en la II Guerra Mundial. Quiso incorporarse a ella, pero Hitler dijo que no, porque Pétain acechaba y además él aspiraba a sumar al III Reich los imperios francés, belga, italiano y lo que quedaba del español poniéndose de acuerdo con Churchill, a lo que se negó el europeo más importante del siglo XX. En todo caso, y como una cuestión de hecho, Franco envió a sus soldados –la División Azul– a luchar en favor de los nazis entre 1941 y 1943.
Paul Preston ha consolidado su prestigio como historiador objetivo y riguroso. Habré leído yo medio centenar de biografías de Franco. La mejor, con mucha diferencia, es la de Preston. El Franco real es el que retrata el historiador británico. Ahora que las torpezas de Pedro Sánchez han resucitado al dictador y provocado con Vox la última cabalgada de Franco, la editorial Debate ha publicado, ampliada y revisada, la biografía de Preston. La he leído de nuevo con admiración creciente. No tiene desperdicio.
[Paul Preston. El hispanista y el pueblo traicionado]
El historiador británico relata las manipulaciones a las que se entregó Franco para adornar su vida y su obra. El libro no es una diatriba, sino una radiografía del personaje. Preston reconoce, junto a la larga caravana de errores, mentiras y manipulaciones, las virtudes que tuvo Franco y no olvida que el dictador español no murió como Hitler, suicidándose en el búnker berlinés sobre una Alemania despedazada, ni como Mussolini, fusilado y colgado por los pies en la plaza Loreto de Milán, en una Italia arrasada.
Tras casi cuarenta años de dictadura atroz, en la que extirpó de forma obsesiva la libertad de expresión, Franco fue enterrado con todos los honores de Estado, como si fuera un faraón, en la pirámide de Cuelgamuros. Alguna vez he recordado, por cierto, que si Franco, tras el asesinato de Carrero Blanco, no llega a enfermar gravemente en 1974, si no llega a fallecer en 1975, los Girón, Villaverde, Arias Navarro y demás próceres franquistas hubieran desplazado a Don Juan Carlos.
Es falsa la neutralidad de Franco en la II Guerra Mundial; quiso incorporarse a ella, pero Hitler dijo que no
A Franco le dio tiempo a escabechar a todos los ministros juancarlistas, pero murió, antes de que un accidente o un atentado terminara con Don Juan Carlos. Existen testimonios suficientes para demostrar que esta afirmación no constituye una especulación. Franco, que se consideraba Dios, uno y trino, no hubiera rectificado nunca el nombramiento como sucesor del entonces Príncipe de Asturias Don Juan Carlos, al que el régimen llamó Príncipe de España.
Pero muerto este, quedaba el padre apestado, Juan III, y el hijo de Don Juan Carlos y Doña Sofía, un niño de pocos años. Se habría puesto en marcha la Ley de Sucesión y, a propuesta del dictador, las Cortes hubieran respaldado el nombramiento de sucesor a título de Rey de Alfonso de Borbón Dampierre, casado con la nieta de Franco.
En un apunte final, Preston documenta de forma inequívoca el desprecio que José Antonio Primo de Rivera sentía por Franco. Evitó incluso que se presentara a las elecciones por Cuenca, representando al partido falangista. "Sería un craso error", afirmó José Antonio. Las limitaciones intelectuales de Franco, por otra parte, eran considerables.
España fue un Estado fascista mientras permaneció en el poder Serrano Suñer. Después, Franco estableció lo único que cabía en su cabeza: una dictadura militar pura y dura. Convirtió a España en un cuartel. La gran definición de la nación franquista fue la que hizo Winston Churchill, tomando la expresión, por cierto, de Pedro Sainz Rodríguez: "España es un país ocupado por su propio Ejército".