Las insidias de Javier Tusell contra Paul Preston provocaron en mí la curiosidad por releer al hispanista británico. Tusell, ya desaparecido, era un historiador menor, demasiado picajoso, siempre obsesionado por los éxitos de Preston.
La musculatura intelectual del hispanista británico se robusteció con los libros Franco, caudillo de España y con El gran manipulador. Paul Preston, desde la objetividad y el rigor científico del historiador, describió al dictador tal y como era. Del medio centenar de biografías sobre Franco que he leído, la mejor es la de Preston. Hizo del personaje una auténtica radiografía.
Con los años, Paul Preston se ha convertido para muchos en el máximo historiador hispanista del mundo. Su permanente esfuerzo de objetividad se refleja en todos sus libros, incluso en el que analiza la vida y la obra del Rey Juan Carlos. Preston ha sabido mantenerse siempre en una equilibrada distancia entre las varias pasiones que han despedazado a España en el último siglo. Su retrato de Julián Besteiro es certero y conmovedor. El gran político socialista, por cierto, advirtió a Ortega y Gasset que corría riesgo de muerte en el Madrid de julio de 1936. El filósofo se dio cuenta de que el político tenía razón y logró escapar de los milicianos republicanos. Melquiades Álvarez creyó que Besteiro se equivocaba. Se quedó en Madrid y fue asesinado por el bando republicano. Besteiro, por cierto, tuvo la dignidad, en marzo de 1939, de no escaparse. “Me quedaré –dijo– con los que no pueden salvarse. He vivido siempre con los obreros, con ellos seguiré y con ellos me quedo”. Franco le condenó a cadena perpetua y falleció en la cárcel el 27 de septiembre de 1940, tras abrazar a su mujer Dolores Cebrián.
No es el mejor libro de Preston Un pueblo traicionado porque en sus 600 páginas, más casi 200 de citas, resulta demasiado difícil resumir siglo y medio de la convulsa historia española desde 1874 a nuestros días. En todo caso, el esfuerzo es admirable, la objetividad permanente, la documentación exhaustiva y el rigor histórico encomiable. Sorprende, por ejemplo, la cita única y menor que hace de un personaje como Pedro Sáinz Rodríguez, que fue clave en el Alzamiento militar de 1936 y ministro de Educación durante la guerra incivil. Tarifó con el dictador, pasó más de treinta años en el exilio y fue el artífice de la segunda restauración desde su capacidad para la maniobra y la intriga en aquel Estoril, telón de fondo contra la dictadura franquista.
Paul Preston analiza la pérdida del Imperio en 1898, aunque mejor sería decir los restos del colosal Imperio español que se derrumbó en 1820. La sagacidad del historiador británico es certera al estudiar el reinado de Alfonso XIII hasta la primera dictadura, la de Primo de Rivera. Paul Preston analiza la II República hasta 1939 sin acentuar la catástrofe que supuso para España. Resulta esclarecedor al diseccionar la atroz dictadura de Franco y la larga marcha hacia la democracia, con referencia descorazonadora a su crisis en los últimos años.
El historiador británico cree que el pueblo español es asombroso y que ha sido traicionado reiteradas veces por su clase política. Aunque las afirmaciones de Paul Preston no constituyan una verdad absoluta, tiene razón en lo sustancial. Lo mejor del último siglo y medio de dictaduras y democracias en España ha sido el pueblo. Un pueblo constructivo, trabajador, sereno ante las crisis y vertebrador de una nación como la nuestra que ha escrito una de las tres grandes historias de la Edad Moderna y la Edad Contemporánea y que bracea con eficacia ante el desafío de la Edad Digital en la que vive ya de lleno la Humanidad.