Galdós, el océano de las letras
Lo dije, sí, en una conferencia en Zaragoza: “Cervantes, Galdós y Delibes son los tres grandes novelistas de la historia literaria española”. Dirigía yo el ABC verdadero y me llamó Camilo José Cela, que colaboraba conmigo, para espetarme con alguna sorna: “Nunca pude imaginar que no me citaras entre los tres grandes”.
Ramón Pérez de Ayala, muy ácido casi siempre con los escritores de su época, me contó un día su relación con Benito Pérez Galdós. Definió así al personaje: “Fue el océano de las letras”. No había cumplido yo los veinte años y me enviaba Luis Calvo a casa de Pérez de Ayala, en Gabriel Lobo, 11, a hacerle compañía con el pretexto de recoger sus artículos para ABC. Llegué un día tarde, tras visitar a Azorín, en su piso cercano al Congreso de los Diputados, y no aceptó mis disculpas: “Azorín es un tartamudo mental”, me dijo. Y resulta que el autor de España clara era uno de sus pocos amigos. Arremetía siempre contra Eijo Garay, contra Pemán, contra Alfonso Paso… De Giménez Caballero decía: “Es un ser oscuro y letrinal”. Una veintena de amigos acudimos a enterrar a Pérez de Ayala en el cementerio de La Almudena durante un mes de agosto que ardía. Era el año 1962. Con un mar de cruces al fondo, allí esperaba César González Ruano, que siempre estaba enfermo. “Qué buen aspecto tienes, César”, le dije educadamente. “Hombre, en este sitio, sí”, me contestó.
Luis Calvo, el inolvidado maestro, apenas conoció a Galdós. Estudiante en la Universidad madrileña, le saludó un día en el café de Levante, cuando el novelista estaba ya ciego. Lo recordaba con emoción y la tinta le empañaba los ojos, como escribió Vicent.
Según Pérez de Ayala, a Galdós había que situarle junto a los más grandes de su época: Balzac, Dickens, Tolstói… Y ahora, al cumplirse el centenario de su muerte, sin pasiones ni chovinismos, ocupa ese lugar. Efectivamente, después de Cervantes, Benito Pérez Galdós ha sido el máximo novelista en la historia de la Literatura española. Republicano, socialista, anticlerical, provocador, el autor de Misericordia afirmó desencantado que “la política es un circo, aún más, es una farsa”. Compartía esa idea con su gran amigo Leopoldo Alas, Clarín. Mantuvo Galdós una prolongada actividad política, pero solo estaba interesado de verdad en el mundo de las Letras. Se espiritualizó muy pronto y, además de la novela histórica en los Episodios Nacionales, cultivó la más varia creación novelística con títulos como Fortunata y Jacinta, Lo prohibido, Tristana, El abuelo… Encabezó este género literario, pero no se le puede desdeñar ni como dramaturgo –Electra, Casandra– ni como articulista. Durante algún tiempo estuve tentado de escribir un libro sobre el articulismo de Benito Pérez Galdós que escribió en muy varios periódicos, entre ellos, El Imparcial, el diario que en su versión digital presido yo ahora. Pérez de Ayala, por cierto, tan intelectualmente vinculado a los toros como expresión de la
cultura se refería a veces a Machaquito y le consideraba gran amigo de Galdós. Ah, y al deslumbramiento que en el autor de Doña Perfecta produjo la emperatriz de Francia, Eugenia de Montijo, exiliada en Madrid a la que conoció en el Palacio de Liria. ¡Qué tiempos, Señor, qué tiempos!
Ortega y Gasset, la primera inteligencia del siglo XX español, se quejó amargamente de la cicatería con que se trató a Galdós tras su muerte a pesar de la gigantesca manifestación popular que le acompañó al cementerio. “La España oficial, fría, seca y protocolaria, ha estado ausente en la unánime demostración de pena provocada por la muerte de Galdós”, escribió el autor de España invertebrada.
Académico de la Real Academia Española, diputado a Cortes, soltero y sin compro-miso, el novelista adoraba a su hija María Galdós Cobián y recordaba a ráfagas la larga caravana de sus amantes, con cierta pasión a veces en el elogio.
Cien años después, la España de la concordia y la conciliación con la que él soñaba, al borde ya de nuevo de la quiebra, rendirá, tal vez, a Benito Pérez Galdós el homenaje que su obra literaria exige y al que me sumo desde esta Primera palabra de EL CULTURAL.