El título de esta columna es el de una sección todavía en marcha que Guillem Martínez empezó a escribir para el semanario digital CTXT en agosto de 2021. Con las entregas que llevaba publicadas hasta el mes de agosto de 2023, Martínez ha armado –le han armado, mejor dicho– un libro despampanante, de esos que etiquetan como “coffee table book”, diseñados para tenerlos a la vista, sobre la mesita del salón (quienes tengan salón y mesita).
Como los griegos (Escritos Contextatarios, 2023) es un libro de cocina, por llamarlo de algún modo. Más rigurosamente dicho, es un libro de recetas. Sí, de recetas, todas ellas acompañadas de su correspondiente fotografía. Dicho lo cual, todo parecido con cualquier otro libro de cocina o recetario es, digamos, pura coincidencia.
Al parecer, en su Viaje a Italia Goethe anotó en más de una ocasión: “hoy hemos comido como los griegos”. Martínez, que no se parece nada a Goethe, le copia esta expresión para exaltar el estado de plenitud y de satisfacción que embarga a uno cuando come en compañía y lo hace con gusto, con alegría y con regodeo.
Pero mejor le paso el micrófono a Martínez: “Hola. Me llamo Martínez y Como los griegos es una serie de artículos en los que se explica la lógica, la partitura, la razón de diversos platos históricos, perplejos, épicos, humildes. No es un recetario, sino una invitación a cocinar, con las manos y para los amigos, platos inapelablemente homéricos. Y disfrutar en grupo de esos instantes en los que el destino es certero y cumplido, y en los que la vida parece lo que es: algo sencillo como una hoja o un anillo”.
Los artículos de Martínez cultivan una retórica en las antípodas de la que suele predominar cuando se habla de estas cosas. Estiran una tradición periodística en la que emergen nombres como los de Josep Pla, Álvaro Cunqueiro, Néstor Luján, Joan Perucho, Xavier Domingo, Manolo Vázquez Montalbán.
Es ya un tópico asociar la cocina con la memoria, personal y colectiva
Como para todos ellos, también para Martínez cocinar es un humanismo. Y es, además, el acto político por excelencia. En su suculento prólogo al libro, Germán Labrador habla certeramente de “gastropolítica”.
El prefijo, sin embargo, es odioso, y no termina de convenir del todo con el espíritu de Como los griegos, alérgico, se diría, a la connotación de lo “gastro”. Con el mandil puesto, Martínez se va por los cerros de Úbeda para contar a su comensal los orígenes del plato que los dos se disponen a zampar, y se le incendia la boca enumerando sus virtudes.
Es ya un tópico asociar la cocina con la memoria, personal y colectiva. A su manera, el cocinero es un vate, que convoca y renueva los placeres de pasados banquetes. Como los griegos consiente ser leído, en consecuencia, como un libro autobiográfico. Quizá todo buen libro de cocina lo sea. Recuérdese que el detonante que dio lugar a En la busca del tiempo perdido es el sabor de una magdalena mojada en té.
Pero Martínez no es novelista, sino periodista. De los grandes. Alguna vez he dicho que desde la irrupción de Francisco Umbral, en los años 60, no ha surgido en España un periodista más polifacético, más aventurero, con tanto juego de piernas, con un estilo tan propio, tan espectacular y tan tronchante como Guillem Martínez, que a su condición de riguroso y penetrante analista político (la clase política española debería memorizar su seguimiento y lectura del procés) suma la de sensacional cronista de su país, de su generación, de su sentimentalidad y de su carnalidad siempre a flor de piel, que convierten cada una de sus piezas en una confidencia pasmosa.
En efecto: soy un fan suyo. No me importa si se nota. Aprovéchense.