¿Está muerta la ironía?
Enseguida nos ofendemos por todo. Hay que ser conscientes de los peligros que tiene una dosis excesiva de humor. Escribir debería ser un ejercicio como el de correr. Puede parecer cursi, pero el papel lo aguanta todo.
El novelista malagueño Antonio Fontana, debate con Agustín Rivera (Zenda) sobre el uso del humor en la literatura. “Parto de la base –explica el autor de Hasta aquí hemos llegado, una novela sobre una residencia de ancianos– de que no se puede hablar de según qué cosas si no lo haces un poco digerible. Hay que recurrir a la ironía –añade–, que hoy está probablemente muerta: nadie la entiende, enseguida nos ofendemos por todo”.
Argumenta el periodista que puede estar muerta en las redes sociales, pero no en la literatura. “La literatura sigue siendo una salida, gracias a Dios –replica el escritor–. La peor censura es la autocensura. Pero yo, en lo que escribo, intento ser libre. Creo que con humor y con ironía puedes contar cosas que de otra forma serían muy duras para el lector”.
Un problema parecido se ha encontrado Fernando Aramburu al abordar una historia sobre ETA en Hijos de la fábula. “Fui consciente desde el principio de los peligros que entrañaba una dosis excesiva de humor –cuenta el autor de Patria a Justo Barranco Madrid (La Vanguardia)–, y quise limitar la dosis humorística, descartando cualquier versión chusca. No me interesaba el humor de comedia, sino que más bien preferí otro tipo de humor que tiene que ver con la sátira, que permite la crítica, que se acerca por momentos al esperpento”.
También tuvo que tener un cuidado exquisito Pablo Larraín al enfrentarse a la figura de Pinochet en El Conde. Javier Zurro (elDiario.es) pregunta al director chileno por su “aproximación al dictador desde la sátira, desde el absurdo”. “Para mí era la única forma de hacerlo –responde–. Me parece que acercarse a Pinochet de una manera realista o dramática, produce la primera complicación, que es que Pinochet podría generar alguna forma de empatía. Quizás el blanco y negro y la sátira producen la distancia necesaria para poder verlo, observarlo y tener la sensibilidad correcta hacia alguien que hizo tanto daño”.
“No me interesaba la comedia, sino otro humor que tiene que ver con la sátira”, Fernando Aramburu
A propósito de cine, Nacho Vigalondo asegura que “tanto la industria como el espectador son hoy más conservadores (...) El problema –explica el director cántabro a Carlos Padilla (The Objective)– es que tanto el espectador como los grandes estudios han llegado a un acuerdo: ‘Tú tranquilo, lo que la película quiere prometerte es que lo que vas a ver ya lo has visto’. Que de pe a pa no habrá sorpresas”.
Edurne Portela se confiesa “una escritora política, ni puedo ni quiero negarlo”. Conversando con Emma Rodríguez (Lecturas Sumergidas) sobre su nueva novela Maddi y las fronteras, la autora vizcaína afirma tajante que “escribir y, sobre todo, publicar, es tomar postura y partido”.
Una visión diferente ofrece la neozelandesa Eleanor Catton. “Conseguir que la gente reflexione, que piense de una forma distinta a como lo hace usualmente, ahí es donde tu misión como novelista acaba –explica la autora de Birnam Wood a Mauricio Ruiz (Letras Libres)–. Cambiar es algo que se debe dejar a su elección. Desearía que la novela los haga pensar, que la disfruten (...) Eso es suficiente. El proyecto de un novelista no debe ser tratar de convencer a alguien sobre un punto de vista. Eso devalúa el proyecto”.
"Escribir y, sobre todo, publicar, es tomar postura y partido”, Edurne Portela
Alejandro Zambra incluso recomienda la escritura. “Ojalá que escribir para todo el mundo fuera un hábito más que un trabajo –declara el autor de Literatura infantil a Emiliano Gullo (Anfibia)–. Suena muy ridículo cuando digo esto, pero es difícil que haga mal. Un ejercicio, en el mismo sentido que podría ser correr o hacer deporte (...) Esa noción ridícula, cursi, de que el papel aguanta todo, para mí es una verdad absoluta. Todas las crisis de la infancia y de la adolescencia las afronté con papel y lápiz”.
P.S. Fernando Trueba vuelve a la actualidad con dos películas: Dispararon al pianista y Haunted Heart. Entrevistado por Borja Hermoso en El País Semanal, el director confiesa que sigue siendo “un talibán del cine…, aunque a veces el cine te lo pone difícil”. “No hay nada más deprimente que decir ‘hoy quiero ir al cine’ y coger la cartelera y no encontrar una sola película –aclara–. Me cabrea. Hay días que digo: ‘Hoy quiero ver una peli en un cine, aunque sea mala’, porque lo que quiero es entrar en una sala y sentarme en una butaca. Y lo hago, ¿eh?”