Realismo. En un año de excelentes resultados artísticos para el cine español, As bestas, de Rodrigo Sorogoyen, se ha decantado como la película de mayor musculatura, de mayor envergadura, concitando el interés de los festivales internacionales, el veredicto favorable de la crítica y del público y el reconocimiento de la Academia de Cine, que la ha distinguido con 17 nominaciones a los Premios Goya.
Con una estructura y una atmósfera propias del thriller y, en alguna medida, del wéstern, As bestas, estilizando códigos realistas del drama rural, es una película muy completa y plenamente contemporánea, que aborda espinosos temas económicos y sociales propios de la España vaciada y del declive de las tareas agrícolas y ganaderas en el campo, así como el fenómeno, tantas veces frustrado o dificultoso, del éxodo idealista de ciertos urbanitas al medio natural. Pero todavía más, y con sutileza, As bestas indaga en las relaciones familiares, cuenta una hermosa historia de amor y lealtad y dibuja conclusivamente el retrato de una mujer fuerte.
Sin tregua. Desde las primeras y violentas imágenes, veremos cómo la hostil relación entre dos hermanos de una semiabandonada aldea gallega y una pareja francesa que se ha instalado en ella para cultivar la tierra y restaurar altruistamente casas está presidida por el acoso y la amenaza que los dos primeros ejercen sobre el matrimonio.
Todo el mundo tiene sus razones, dijo Jean Renoir, y pocas veces se nos da la oportunidad de escucharlas en las películas
Mérito grande de Sorogoyen es, desde el principio, no dar tregua con planos y escenas muy medidos –y con palabras hirientes, miradas, silencios, gestos y ruidos– a la creación de un clima agobiante, muy sensorial, erizado por el frío y la dureza de las faenas, que se palpan y se huelen, y que abduce al espectador en la suposición de un inminente estallido y de un rumbo fatal. Pero si la realización es impecable y virtuosa, pronto iremos comprobando que el sólido y riquísimo guion de Sorogoyen e Isabel Peña nos va a proponer asuntos de una enjundia mayor a la mera construcción de un ambiente emocional insoportable.
Razones. Las razones de la hostilidad de los hermanos –uno de ellos, discapacitado– van más allá de una sinrazón de carácter o psicopática. Conoceremos que el francés, desde sus en principio loables propósitos regeneracionistas, es el único habitante del lugar que está malogrando la instalación de molinos de energía eólica en la zona a cambio de una compensación económica que juzga insuficiente y letal para la supervivencia del pueblo.
Es un tema mayor, ahora mismo, en el campo español. Una extraordinaria secuencia, magníficamente escrita y rodada por la cámara como testigo objetivo, nos dará a conocer las razones del más violento de los hermanos, sus aspiraciones, sus deseos de mejorar y salir de un pueblo condenado. Es una secuencia ejemplarmente dialéctica, destinada a comprender las razones de cada cual, a difuminar la tentación del maniqueísmo. Pocas veces el cine español, metido en una confrontación de ideas o de actitudes, ha ofrecido una escena de tanta consistencia, complementada con otra en la que la mujer del francés discute con su hija venida de Francia.
Todo el mundo tiene sus razones, dijo Jean Renoir, y pocas veces se nos da la oportunidad de escucharlas, servidas por actores excelentes, en las películas que confrontan a cara de perro a protagonistas y antagonistas. Si además As bestas desliza en su última parte la exposición de una historia de amor basada en la más esencial fidelidad al otro y la erección fundamentada de la figura de una mujer tenaz, poderosa y valiente, nos encontramos ante una película de indiscutibles hechuras y contenidos, ante mucho más que un thriller del que, por otra parte, no podemos despegarnos.