Personae. los poemas breves
Ezra Pound
29 marzo, 2000 02:00Talens y Munárriz ofrecen una versión cuidada, rítmica, valiosa: con hallazgos poéticos inusuales y con un alto dominio del verso y su enunciación
Eliot, con el que coincide y al que en no pocos puntos se parece, Pound fue un norteamericano tan arrepentido de serlo que, en determinado momento de su vida, decidió dejarlo de ser. Lo que le diferencia de Eliot es un sentido más económico de la historia y un concepto de la cultura desligado de la religión. Eliot optó por ficcionalizarse en forma de gentleman británico, y Pound, por asumirse en una mezcla de poeta elegíaco latino y de moderno trovador provenzal. El resultado es de sobra conocido: Eliot se convirtió en un clásico, y Pound, en un heteróclito, en cuyos radicales logros y fracasos puede verse uno de los signos de la cultura de la modernidad. Si Eliot es un Pound sin los extremos que caracterizan a éste, Pound es un Eliot sin el sentido histórico-religioso de aquél. Por eso, aunque sus obras recorren caminos paralelos, el primer Pound se aproxima más a Yeats, a Pessoa y a Cavafis, con los que comparte la idea del poema-máscara, entendido como una puesta en escena del lenguaje y del yo, Valéry Larbaud también la había practicado, pero de modo diferente. Cavafis perfeccionó la técnica y universalizó las posibilidades de la persona poemática. Pessoa las dramatizó. Pound estudió las vías, pero sin sistematizarlas. Lo que buscaba era una pequeña orquesta de vientos resonando, que uniera los fantasmas de hoy con los de ayer: una escritura que fuera, a la vez, palimpsesto y manuscrito, con las palabras como hojas volando sin saber adónde y buscando siempre una canción. Este primer Pound ha enseñado a escribir a casi toda la primera mitad del siglo XX: la recuperación de Propercio, y de la albada, y de la sextina, vienen de él; la de los nouelli y la de los trovadores, también. Pocos poetas se han dicho en tantas lenguas y muchos menos aún han sabido hacerse una lengua tan rica en tradición como la suya: la de Pound es una enciclopedia con su oscuro secreto de tembloroso fondo, en el que tiembla o flota una suma de tiempos que van hacia adelante y hacia atrás, y que hacen que el yo parezca menos un azar que un espejismo. Pound es un alejandrino, pero de un alejandrinismo que no es -o no es sólo- el de Cavafis. Pound ha descifrado el oro sobre el muro y ha fatigado su pensamiento con los signos. Utiliza la máscara como Cavafis, pero ni usa la misma máscara ni le confiere una función igual. En "Portrair d’une femme" coincide con Eliot y preludia "El Vals" de Aleixandre, algunas de cuyas comparaciones adelanta; en "Francesca" anticipa al primer Colinas, como en "Papiro" está la estructura del primer Luis Alberto de Cuenca y como la pianola "reemplaza" / a la lira de Safo podría ser el precedente de "La canción del verano suena más que la Eneida" de González Iglesias; en sus estudios de la aliteración sirve de modelo a Auden, y "Salón de té" inaugura un área temática de Larkin; "Poema junto al puente de Ten-Shin" podría ser el antecedente de otro, de parecido título, de Vicente Gaos; y, en su mixtura descontextualizada, hay no poco del paradigma cultural postmoderno. El culturalismo de Pound no es el de Hugo, ni el de Gautier, ni el de Yeats, ni el de Cavafis ni el de Eliot: es un culturalismo de cuño diferente que, más que a Calímaco, remite a Meleagro, y que quiere volver a íbico y vivir bajo la difícil luz de Sófocles. Si los poemas de Blast corresponden a su pasajera etapa vorticista, los de Lustra permiten ver una consciente opción poética, en la que el estudio de las formas es paralelo al análisis de los mecanismos de emoción. El cubismo tampoco le es ajeno, como prueba "El juego de ajedrez", otra coincidencia con Pessoa y con Borges. En Cathay funda una línea que seguirán Tablada y Octavio Paz, y el segundo movimiento de "Impresiones de François-Marie Arouet" parece la fuente de los últimos versos de "A sus paisanos" de Cernuda. El "Cántico del Sole", la sección Hugh Selwyn Mauberley y "A Whistler, americano" cifran su crítica cultural de los Estados Unidos de América, en la que aparece no sólo el Pound docto sino, sobre todo, el Pound moral. Hace años Francisco Rico vió en Auden la fuente directa de unos versos de Biedma -la edad media del hombre- que podría estar en "L’homme moyen sensuel", un texto de 1917, de Pound, y no sólo en su título; también en su tono tan irónico como discursivo, con escala en la anécdota y abundantes guiños cómplices a la inteligencia y al humor.Jenaro Talens y Jesús Munárriz ofrecen una compacta muestra del Pound anterior a 1926 -del Pound de Londres, del Pound "de los poemas breves"- hecha a partir de la edición de Baechler y de Walton Litz, publicada en 1990. Su versión es cuidada, rítmica, valiosa: con hallazgos poéticos inusuales y con un alto dominio del verso y de su enunciación. Lo único mejorable es la transcripción española de los nombres grecolatinos que, las más de las veces, sigue el patrón inglés.