De Mazinger Z a los "coronaotakus": la larga historia de amor entre España y el manga japonés
Una exposición en Madrid cuenta la historia del cómic japonés desde sus orígenes en el siglo XII hasta la mangamanía de los 90, redoblada tras la pandemia.
4 abril, 2024 19:52La televisión fue la chispa que encendió la ya larga relación entre el público español y el manga y el anime japoneses. Varias generaciones de españoles crecieron viendo en TVE, en las cadenas autonómicas y en alguna privada series como Heidi, Marco, Mazinger Z, Dragon Ball, Oliver y Benji o Caballeros del Zodiaco. Muchos no pasaron de ahí, otros dieron el salto a la lectura de los mangas de donde procedían la mayoría de estas historias.
La gran explosión se produjo en los años noventa gracias a la llegada de Dragon Ball, cuya versión animada se convirtió en un auténtico fenómeno de masas entre el público infantil y juvenil. FORTA, la federación de radiotelevisiones autonómicas, se apuntó un gran tanto al comprar los derechos de emisión de la obra magna del recién fallecido Akira Toriyama, que se emitió en castellano, gallego, euskera y catalán en sus respectivas comunidades.
No obstante, la presencia del manga en España se remonta a los años 60, como se explica en The Art of Manga, una exposición que acaba de abrir sus puertas al público en el Colegio de Arquitectos de Madrid. En 1968, la revista infantil catalana Cavall Fort publica por primera vez un manga en España: Tonda Haneko, una tira cómica creada cuarenta años antes por Rakuten Kitazawa, considerado el primer mangaka profesional de Japón.
Tendría que pasar otra década para que viera la luz el primer manga en castellano. En 1979, la editorial Grijalbo publica La vida de Mao Tse Tung (impensable su publicación tan solo un lustro antes), un manga firmado por el dueto Fujiko Fujio, los creadores del popular Doraemon. Un año después, la revista satírica de historietas El Víbora, en su número 58, lleva por primera vez el manga a la portada de una revista española, para anunciar que empezaba a publicar una serie creada por Yoshihiro Tatsumi, uno de los padres del gekiga, el manga orientado a un público adulto.
“En el manga llegaron un poco más rápido a la idea de que el cómic también es para adultos. En los años cincuenta surgió el gekiga, el equivalente a lo que en occidente se llamó novela gráfica”, explica Oriol Estrada, divulgador de la cultura popular japonesa que ha ejercido como asesor de la exposición y principal prestador de las piezas que se muestran en esta parte dedicada a la presencia del manga en España.
Poco a poco el público se fue segmentando por edades y género, dando pie a la actual clasificación: kodomo (niños de hasta 8-10 años), shonen (chicos de 10 a 18 años), shojo (chicas de 10 a 18 años), seinen (hombres jóvenes) y josei (mujeres). Además, “ahora están surgiendo cómics incluso para la tercera edad, ya que las personas que toda la vida han leído manga y ahora tienen 70 u 80 años quieren historias dirigidas expresamente para ellos”, explica Estrada, que también es un otaku “de la generación Dragon Ball”.
Los orígenes del manga
La primera de las 200 piezas que componen esta exposición es uno de los primeros pergaminos ilustrados Choju-jinbutsu-giga, del siglo XII. Se trata de una reproducción facsímil (la mayoría de las piezas de la exposición lo son), ya que los originales están considerados tesoros nacionales de Japón. Muchos expertos consideran estos pergaminos de casi un milenio de antigüedad como la primera forma de manga. Aunque no está dividido en viñetas, sus escenas protagonizadas por animales son una versión temprana de la narración secuencial con imágenes.
A continuación, el visitante puede contemplar la obra de Katsushika Hokusai (1760-1849), el autor de la famosa Gran ola de Kanagawa (de la que se puede ver una reimpresión, así como de su obra Fuji rojo. Hokusai es uno de los grandes representantes del ukiyo-e, estampas japonesas realizadas mediante xilografía —técnica de grabado en madera— en Japón entre los siglos XVII y XX. Además, a él se le atribuye el primer uso del término “manga”, ya que tituló así los 15 volúmenes que reúnen sus cerca de 4.000 bocetos —de hecho, la palabra “manga” se traduce literalmente como “dibujo caprichoso” o “garabato”—. En una vitrina se expone un ejemplar del volumen 12 abierto por una doble página en la que se ven hombres y mujeres con caras grotescas —que recuerdan a los Caprichos de Goya— y extremidades y cuellos alargados hasta lo imposible.
La exposición también nos muestra dos pergaminos ilustrados realizados por miembros de la Asociación Manga de Tokio (1921), grupo de artistas y periodistas que se dedicaban a la caricatura política, así como periódicos con cómics occidentales traducidos al japonés en la década de 1920, lo cual evidencia el intercambio entre distintas tradiciones del noveno arte. De hecho, los inicios del cómic moderno también hay que buscarlos en las revistas satíricas occidentales.
“Japón estuvo 250 años cerrado a Occidente. Cuando se abre, llega gente de Francia e Inglaterra que fundan sus propias revistas satíricas, con temas de política japonesa. Allí trabajaron autores como Rakuten Kitazawa que luego fundaron sus propias revistas ya 100 % japonesas y empieza el manga moderno. Tenía mucha influencia de las tiras cómicas americanas, pero rápidamente alcanzaron su propia personalidad y su propio estilo”, explica Estrada.
Dioses del manga
Un lugar destacado ocupa Osamu Tezuka (1928–1989), conocido como “el Dios del Manga” por su influencia decisiva en el mundo de las viñetas japonesas. Padre del popular Astroboy, consiguió que el manga se difundiera masivamente como medio de entretenimiento popular después de la Segunda Guerra Mundial. Su estilo fundió la herencia de autores nipones anteriores con las técnicas de animación de Walt Disney.
Junto a las obras completas de Tezuka —400 volúmenes— se exhibe un manuscrito de su manga Dororo, protagonizado por el ronin Hyakkimaru y el joven ladrón huérfano llamado Dororo durante el periodo Sengoku. La trama gira en torno a la búsqueda de las partes del cuerpo de Hyakkimaru, robadas por demonios, para devolverle su naturaleza humana.
“Tezuka no solo revolucionó el manga sino también el anime. Después de la Segunda Guerra Mundial fue el autor que cambió un poco la forma de hacer manga con mucha influencia del cine, de la animación de Disney y del cartoon. Tuvo un éxito tan grande que mucha gente le imitó y le siguió, siendo un referente para muchas generaciones”, señala el asesor de The Art of Manga.
Se exhiben también facsímiles de originales de autores como Akira Toriyama (Dragon Ball), Kentaro Miura (Berserk) y George Morikawa (El primer paso), y una amplia sección está dedicada a One Piece, de Eiichiro Oda, que ha superado a Dragon Ball como la serie que más ejemplares ha vendido en toda la historia a escala mundial.
La exposición, dirigida tanto a otakus como a quienes se acerquen por primera vez al mundo del manga y el anime, se despliega en una atractiva escenografía que incluye una reproducción de un torii (puerta tradicional) y de un templo japonés, un pasillo de linternas e incluso un jardín zen. Además se proyectan en pantallas fragmentos de series que se emitieron aquí en los años 80 y que fueron, sin que la mayoría del público lo supiera, coproducciones entre España y Japón, caso de D’Artacán y los tres mosqueperros, La vuelta al mundo de Willy Fogg y Ruy, el pequeño Cid.
También tuvieron mucho éxito en España otros animes elaborados en Japón con temas muy europeos, como Heidi (ambientado en los Alpes), Marco (en Italia) y Capitán Tsubasa, el manga japonés sobre fútbol conocido aquí como Campeones (y como Oliver y Benji) y cuyo anime causó auténtico furor entre los niños españoles en los noventa, con varias secuelas. “No fue una estrategia deliberada para penetrar en el mercado europeo. Allí triunfaron porque eran temas exóticos y aquí triunfaron porque nos resultaban cercanos”, opina Estrada.
Las paredes de la exposición están repletas de diagramas que explican desde el sentido de lectura del manga (de derecha a izquierda) hasta las herramientas que usan los mangakas, pasando por los elementos del lenguaje visual del manga y sus distintas etapas.
La fiebre pospandémica
Después del bum del manga y el anime en España en los años noventa, el fenómeno, como entretenimiento de masas, se enfrió un poco, y ahora ha experimentado un resurgimiento espectacular. “Yo veo una diferencia entre la industria del manga y la afición por el manga. La industria creció mucho en los noventa; bajó a raíz de la crisis de 2008 y ahora ha vuelto a números estratosféricos. En cambio las cifras de asistencia al Salón del Manga del Barcelona [donde Estrada ejercer también como asesor] ha crecido siempre. Una cosa es el fenómeno otaku y otra la industria, que no siempre acompaña”.
Entre las causas del nuevo bum surgido durante la pandemia, el factor principal es la importación de animes japoneses por parte de plataformas audiovisuales como Netflix. “Por un lado están los coronaotakus, que son los que tienen 9 o 10 años que empiezan a ver anime, y luego dan el salto al manga; y por otra parte, gente de 30 o 40 años que había dejado de ver anime y leer manga y durante el confinamiento recupera el interés, y como hoy tenemos una variedad temática y de estilos tan grande, se han encontrado cómodos y todos encuentran algo que les pueda interesar”.