En los últimos meses ha habido varias oportunidades de bucear en la historia del cómic. En CaixaForum Madrid puede verse la exposición Cómic. Sueños e historia, que recorre más de un siglo del noveno arte en el mundo occidental. En el último Salón del Cómic de Barcelona, su exposición principal repasaba los últimos 40 años del sector en España. Y ahora llega, en forma de libro, un interesante estudio del cómic español entre 1985 y 2005, veinte años en los que se produjeron profundos cambios. Se titula El cómic español de la democracia. La influencia de la historieta en la cultura contemporánea. Su autor es Julio A. Gracia Lana y lo edita Prensas de la Universidad de Zaragoza.
Basado en su tesis doctoral, el libro de Gracia Lana adopta una perspectiva inédita para estudiar el influjo del cómic en otros campos artísticos en España. Lo hace partiendo del boom de las revistas de historietas para adultos (Cairo, Zona 84, El Víbora…) que se produjo en la Transición, su posterior declive a partir de mediados de los años 80 y durante los 90 —con la heroica resistencia de El Víbora, que no tuvo más remedio que modificar su línea editorial para sobrevivir, ampliando las páginas dedicadas al cómic erótico—, analiza sus posibles causas y da cuenta de los intentos que hubo por parte de algunos editores y autores para detenerlo.
La tesis de Gracia Lana sostiene que el declive de las revistas de cómics para adultos provocó una diáspora de autores hacia otras disciplinas artísticas que se vieron influidas por su lenguaje y su estética. Para ello analiza la trayectoria de un buen puñado de autores destacados, como Nazario, Max, Miguelanxo Prado, Antonio Altarriba, Beà, Calpurnio, Montse Clavé, Montesol, Simónides, Luis García, Marika Vila, Antonio Altarriba o Paco Roca.
Título: El cómic español de la democracia. La influencia de la historieta en la cultura contemporánea
Autor: Julio A. Gracia Lana
Editorial: Prensas de la Universidad de ZaragozaAño de edición: 2022
Disponible en Prensas Unizar
Disponible en Unebook
El trabajo de Gracia Lana se sustenta principalmente en fuentes primarias. En primer lugar, la lectura exhaustiva de las revistas de la época del boom y también las del declive. Cabeceras como las tres citadas, además de Totem, Blue Jeans, Bumerang, Creepy, Cimoc, Cómix Internacional, Rrollo enmascarado, NSLM, TOS o La Resistencia.
Otras fuentes primarias, de gran valor, son las numerosas entrevistas realizadas por el autor a dibujantes, guionistas y editores, que permiten conocer de primera mano los detalles más importantes de esta historia del cómic español.
La muerte (temporal) del cómic de autor
Entre las causas de la caída del boom (no fue un crac, sino un suave languidecimiento) confluyeron varios factores. Uno de ellos, quizá el más importante, fue el auge de la televisión —con la entrada en juego de los canales autonómicos y privados—, así como el del vídeo doméstico y los videojuegos. Esta eclosión del audiovisual en las casas españolas multiplicó de golpe las opciones de ocio de los niños, jóvenes y adultos españoles, de modo que al cómic le salió una feroz y muy poderosa competencia.
También en aquella década, concretamente en 1986, se creó el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA), que encareció las revistas, aunque no se puede señalar como un factor determinante, ya que el nuevo impuesto afectó a todos los productos. Sí fue clave la crisis económica que afectó al país a partir de 1990 y que alcanzó su punto máximo entre 1993 y 1995, con un paro que se disparó hasta alcanzar a la cuarta parte de la población activa.
Por otra parte, la crisis de las revistas de cómics no fue exclusiva de aquellas destinadas al público adulto, sino que se produjo de manera simultánea a las del público infantil y juvenil y a la quiebra de la Editorial Bruguera, la empresa más importante de ese sector, poniendo de manifiesto los vasos comunicantes que había entre ambos sectores.
Además, el declive que estudia García Luna tampoco fue exclusivo de España. Francia, Italia y otros países como Portugal, Argentina y Brasil vivieron un proceso similar al mismo tiempo, y los intentos de algunos editores de unir fuerzas con colegas extranjeros, intercambiando derechos de publicación, no sirvieron para detener la caída. Incluso dos vacas sagradas como las revistas francesas Tintin (con el personaje de Hergé como principal reclamo desde 1946) y Pilote (donde aparecieron por primera vez Astérix y Obélix en 1959) tuvieron que echar el cierre a finales de los ochenta.
En 1992, la portada del número trece de la revista Makoki, mostró crucificada a Anarcoma, el personaje más conocido de Nazario. Sentados en el travesaño de la cruz aparecían unos decadentes Cobi y Curro (mascotas de los Juegos Olímpicos y de la Expo de Sevilla, respectivamente). De esta manera la revista anunciaba la muerte del cómic adulto en medio de un contexto general igualmente preocupante.
De manera similar, el número 1 de la revista Comix Internacional mostraba a una heroína de cómic sentada en la silla eléctrica. “El cómic, condenado a muerte”, decía el titular de la portada. Desalentadora afirmación para el primer número de una revista que resultó ser un canto de cisne del veterano editor Josep Toutain.
Diáspora de autores
La Movida Madrileña y el boom del cómic de autor habían sido en los ochenta dos fenómenos culturales cercanos “en cuanto que pudieron desarrollarse gracias al aperturismo creciente promovido desde la Transición en España”, señala el autor del libro. Aquella ola de creatividad que no se limitaba a la capital, sino que tuvo su eco en otras ciudades españolas, propició el intercambio entre distintas artes. Como recuerda el dibujante Keko, “cuando ibas a un concierto había dibujantes de cómic, músicos… Parecía que todo formaba parte de lo mismo”.
Durante y después de la caída de las revistas de cómics para adultos, aquella mezcla de contextos y prácticas propició que muchos dibujantes y guionistas emigraran de manera permanente a otras disciplinas. Es aquí donde comienza la segunda parte del libro, dedicada a estudiar caso por caso las trayectorias de un buen puñado de autores, dentro y fuera del noveno arte, poniendo el foco en su dispersión hacia otros campos artísticos como la pintura, el audiovisual o la animación.
Algunos autores que dieron el salto de la viñeta al lienzo fueron Nazario, así como Javier Ballester, alias Montesol, y Ernesto Murillo, alias Simónides. En el campo de la ilustración y la animación encontró espacio para su expresión autoral el autor Miguelanxo Prado. También estudia las trayectorias de Mique Beltrán, Calpurnio, Josep Maria Beà, Marika Vila y de Paco Roca, que fue el mayor representante del nuevo auge de la novela gráfica junto a la editorial Astiberri.
Uno de los autores a los que más páginas dedica el libro es Francesc Capdevila, conocido artísticamente como Max. De él destaca los nuevos caminos que abrió en los años 80 y su trabajo en el campo de la ilustración. En el caso de los guionistas, algunos derivaron hacia la literatura, como Antonio Altarriba y Montse Clavé. Otros, los menos, continuaron su actividad artística en la música y la fotografía.
Final feliz
Aunque la investigación de Gracia Lana se centre en un largo periodo de crisis, la historia del cómic de autor para adultos, como todos sabemos, tiene un final feliz. Los años 90 fueron una travesía del desierto en la que el modelo empezó a cambiar. La distribución en quioscos cedió el terreno a las librerías especializadas, las revistas dieron paso al comic-book y al álbum, hasta desembocar a comienzos del siglo XXI en un nuevo ecosistema dominado por la novela gráfica, un formato sin corsés formales que permitió un nuevo auge del cómic de autor y granjeó al medio un prestigio y una diversificación de lectores sin precedentes.
El libro concluye con un epílogo en el que se consigna este proceso y se señala el reconocimiento que obtuvieron muchos de estos autores a partir del siglo XXI, en paralelo al que fue obteniendo el propio medio debido al mencionado surgimiento de la novela gráfica, su presencia habitual en los medios de comunicación, los museos, y gracias a la creación del Premio Nacional del Cómic, que en sus primeras ediciones se otorgó a autores forjados en las revistas de los 80 y 90, como Max, Paco Roca, Miguelanxo Prado, Felipe Hernández Cava o Antonio Altarriba.
En definitiva, este libro académico, pero con vocación divulgativa y de exposición amena, supone una lectura muy interesante para aficionados que quieran conocer y comprender mejor la historia del cómic en España, una difícil travesía que afortunadamente llegó a buen puerto.