Max (Francesc Capdevila). Foto: ©Museo Nacional del Prado

El dibujante se mete en el enigmático mundo del pintor holandés en la novela gráfica El tríptico de los encantados (una pantomima bosquiana)



La playlist creada por el historietista pone también música a estas líneas.



Dice Max (Barcelona, 1956) que la obra y el imaginario de El Bosco subyace en sus propias novelas gráficas. No se puede citar una referencia directa pero forma parte de los artistas que alguna vez le han influenciado. Tal vez esta conexión fue la que hizo que el Museo del Prado le encargara un cómic sobre el enigmático artista como parte de la conmemoración del V centenario de su muerte. El tríptico de los encantados (una pantomima bosquiana) es la obra que Max (Francesc Capdevila) ha ideado para dar voz y vida a los personajes del genio holandés.



Aunque "ha sido el encargo más desafiante", dice el dibujante, la primera premisa que se marcó fue dejar de lado los colores, los paisajes y las composiciones bosquianas para dar rienda suelta a su propia imaginación centrándose en los personajes, que "es el terreno propicio para el cómic". La novela tiene un aspecto minimalista, sin viñetas cerradas porque "todo está abierto pero todo obedece a captar la historia del pintor siempre con el máximo respeto", destaca. Así, a través de tres obras que cuelgan en la pinacoteca (Las tentaciones de San Antonio, El jardín de las delicias y La extracción de la piedra de la locura), Max ha dado voz y ha puesto en marcha a esos peculiares e imaginarios seres hilando una trama en la que se ha atrevido a "arriesgar una personalidad del Bosco".



Imagen de El tríptico de los encantados (una pantomima bosquiana)

El primer error que se comete con los artistas clásicos, apunta, es que "se les define de una sola manera pero la gente evoluciona, cambia y sufre diferentes crisis". Además, "como no sabemos nada con certeza sobre el artista, los cuadros me permitían suponer que el hombre en su juventud tuvo un conflicto entre la religión y su imaginación". A medida que avanza su vida, se puede entrever que el pintor pudo dar rienda suelta a sus fantasías es un contexto ortodoxo y "encontró una posición cómoda aunque hacia el final se volvió descreído".



Esa huida de lo mimético (no copia ni los colores, ni los fondos, ni los paisajes) es lo que le ha permitido a Francesc Capdevila llevar el imaginario del artista a su terreno: el humor. Un humor negro que comparte con El Bosco. "Ese rasgo está en sus pinturas y ayuda a que la historia [del cómic] fluya entretenida y mantenga lo enigmático". Porque si algo fue el genio holandés es enigmático. Eso es, de hecho, lo que ha posibilitado al dibujante permitirse el lujo de poder elaborar cualquier hipótesis ya que por muy loca que fuera no sería ni mejor ni peor que todo lo que se ha dicho del pintor.



Dos páginas del interior de El tríptico de los encantados (una pantomima bosquiana)

"He leído decenas de estudios sesudos y me han dejado frío porque yo veía otras cosas sin poder formularlas. Hasta que leí La fábula mística de Michel de Certeau", señala. En el libro el filósofo dedica un capítulo a El jardín de las delicias y señala que, a pesar de que se dice que la obra del Bosco esconde un gran secreto, "en realidad no es así, aunque cuando intentas interpretar todo lleva a callejones sin salida". Claro que en el cómic esta hipótesis no se lee explícitamente ya que lo que a Max le interesa "es dejar un margen ambiguo" para que el lector se acerque y reflexione.



Al igual que hizo Capdevila antes de adentrarse de lleno en el jardín del Bosco. La primera fase fue "investigar a fondo su vida y su obra, leer parte de la bibliografía que existe". Tras pedir consejos y encontrar textos interesantes dejó bailar las ideas hasta que formaron una intención. Y en esas anduvo durante seis meses entre canciones medievales y ruidistas con las que ha creado una playlist. Lo enigmático del Bosco junto a lo poco que se sabe con seuridad de él dejaba un lugar de libertad para crear una historia acorde al genio y al dibujante y traerlo al presente.



Quizá, concluye Max, de este modo el consumidor de arte se acerque al cómic y el lector del cómic se acerque al mundo del arte.



@scamarzana