Ado Arrieta
Mito del cine underground, las películas de Ado Arrietta (Madrid, 1942) son más conocidas en París que en su ciudad natal entre otras cosas porque las ha rodado casi todas allí y también porque, como explica él mismo, en París siempre hubo más afición por el cine que en la capital de España. Arrieta sigue en plena forma y estrena Bella Durmiente, adaptación más o menos literal del famoso cuento en la que es un príncipe contemporáneo con iPhone el que despierta a la joven princesa de su sueño maldito. Con producción francesa y actores de primera fila que van del joven muso de Xavier Dolan Niels Schneider a Mathieu Amalric o la exmujer de Fassbinder, Ingrid Caven, Arrieta realiza una versión que él llama "poética" de un cuento que ya le fascinaba de pequeño. En ella el encanto de las hadas se produce en 1900 y los desdichados habitantes del remoto reino no se despiertan hasta el año 2000 cuando el mundo es otro muy distinto. Fue en los años 60 cuando su primer corto, El crimen de la pirindola (1965) llamó la atención de los críticos de Cahiers du Cinéma y Arrieta se marchó a París en plena ebullición de mayo del 68. Allí se hizo amigo de Jean Marais -muso de Jean Cocteau, el cineasta que le inspiró en su juventud-, con el que rodaría varias películas; de Marguerite Duras o de Daniel Cohn Bendit, el líder de mayo del 68. Hoy Arrieta vive en Madrid porque dice que París es muy caro y nos recibe para hablar de La bella durmiente y esas películas suyas que "normales no son". Presumido y locuaz, Arrieta es un cineasta a redescubrir.Pregunta.- ¿Por qué ahora una nueva versión de La bella durmiente?
Respuesta.- Volví a leer esos cuentos de los hermanos Grimm y Perrault y La bella durmiente siempre fue el cuento que más me gustó. Es un cuento muy moderno. Podría haberlo escrito Einstein porque en realidad es una meditación del tiempo. Y me fascinó porque leí una versión inglesa de La bella durmiente, más descriptiva que la de Perrault y la de Grimm, y allí vi que había una película.
P.- ¿La bella durmiente trata sobre el paso del tiempo?
R.- No del paso del tiempo, sino de la idea del tiempo. El tiempo es relativo, depende del espacio y de muchas cosas. Ellos se quedan dormidos y para el resto del planeta han pasado cien años cuando para ellos han pasado dos segundos. El tiempo pasa pero está más allá de la vida real, porque lo que se llama vida real tampoco es toda la realidad, sino un aspecto más de ella. Somos esclavos de un quantum temporal [unidad mínima de tiempo] y no podemos salir de él, pero no es el único que existe. Hay muchos universos. Las hadas están fuera de nuestra idea del tiempo y por eso pueden irse al futuro, al pasado, adonde quieran.
P.- ¿Y los hados?
R.- Los ados también.
P.- El filme tiene un tono muy peculiar....
R.- El cine tiene muchas posibilidades, está cerca del sueño. Es una forma de poesía. Hay algunas películas maravillosas que se salen de lo banal y lo habitual en esa industria terrible del cine.
P.- ¿Cómo cuáles?
R.- A mí me influyó muchísimo y me dio ganas de hacer películas La sangre de un poeta (1930), de Jean Cocteau. Allí me di cuenta de las posibilidades mágicas del cine. El cine siempre me ha parecido mágico, maravilloso, una forma de escapar del quantum terrestre.
P.- De lo que no se puede escapar es la muerte.
R.- La muerte es un misterio también. Cuando me muera lo sabré. No sé cómo ni cuándo, ni lo que es, ni nada. Yo una vez estuve a punto de morir pero alguien me salvó. Me pusieron amoníaco y me recuperé. Era en la época hippie. Veía como una especie de abismo, de que me caía. Una especie como de irme. El cerebro humano es muy complicado. En el espiritismo los espíritus vuelven y dan golpes en la ventana.
P.- ¿Cuál es su lenguaje?
R.- La poesía es otra lengua que se entiende o no se entiende. Esta es una película para niños o para lo que queda de niños en los adultos. Lo que queda de imaginación, de fantasía y de libertad mental.
P.- Los habitantes de ese reino se quedan dormidos un siglo, de 1900 a 2000. ¿Jamás habían cambiado tanto las cosas?
R.- Aunque se queden dormidos a ellos no les extraña porque están acostumbrados a comunicarse telepáticamente. Como ya conocen a las hadas y la magia se acostumbran enseguida a la tecnología. Cuando la princesa se queda dormida lo que la hace recuperarse es la música. Al final el príncipe pone la radio y oye un swing como si lo hubiera bailado toda la vida.
P.- ¿Hay magia en la vida?
R.- Todo es magia en la vida. En lo que no creo es el raciocinio estúpido y el cartesianismo. No sé lo que es la realidad. Es una cosa tremenda que el dinero sea una cosa tan importante.
P.- ¿Y en España hay magia?
R.- Larra y Unamuno y todos los inteligentes siempre se quejaban de eso, de la cerrazón mental. Es una cosa terrible esa España. Pero nunca me fui completamente, iba y venía. En esa época, los años 60, había mucha diferencia entre Madrid y París. Ahora hay menos en parte porque ahora todas se parecen un poco.
P.- ¿Cómo fue su aterrizaje en París?
R.- Comencé a ir a París en el 67 porque en Cahiers du Cinéma hablaron bien de mi película y eso me animó mucho. Al llegar me encontré con el mayo del 68 y eso me gustó mucho. Yo estaba en un hotel en Saint Germain que estaba en el centro justo donde pasaba todo. Al lado vivía un chico que era amigo de Daniel Cohn Bendit, líder del movimiento, y nos hicimos muy amigos.
P.- Da la impresión de que antes había más conexión entre Francia y España.
R.- Es que antes había más cultura para relacionarse. Se pintaban más cuadros, se escribían más libros, se hacían más películas... La vida cultural era mucho más intensa que ahora. Ahora todo es muy comercial e inspirado en lo anterior. No hay nada revolucionario. El arte se ha vuelto mucho más conservador. Lo bueno es que la gente aún tiene ganas de cosas nuevas. Hay avances como el matrimonio gay pero al final se convierte en un tópico. Parece que quiere decir mucho pero no quiere decir nada.
P.- ¿Es más conocido en París que en Madrid?
R.- Mis películas son más conocidas. A mí no me importa ser yo más conocido, pero sí me gusta que se vean mis películas. En París hay muchas más salas que aquí. Francia es un país cinéfilo, les gusta el cine. Ahora siento que en España hay gente que sí me apoya.
P.- ¿Y todo hubiera sido distinto si no hubiera hecho películas tan atípicas?
R.- Si me hubieran aprobado en el examen del Instituto del Cine habría sido completamente diferente. Comencé a hacer las películas que quería porque no entré. Nunca pensé en hacer películas como rosquillas. Es un deseo profundo hacer películas, y si no lo sientes es mejor no hacer nada.
@juansarda