El ruido del mundo
Ignacio García Valiño
30 mayo, 2014 02:00Ignacio García Valiño
Ignacio García-Valiño (Zaragoza, 1968) desarrolla en El ruido del mundo una historia protagonizada por una mujer que ha entrado en los cuarenta, está separada, trabaja como psicoterapeuta y vive con un hijo adolescente que impone la temible presencia de una boa en casa. Isabel tiene su consulta en pleno barrio de Salamanca. Allí recibe a sus pacientes, a quienes denomina languidecientes, que suelen ser mujeres que creen estar deprimidas, asfixiándose de tedio porque se sienten engañadas por la vida, sin apuros económicos, pero con maridos e hijos que ya no les hacen caso. Hasta que un día acude a su consulta un enigmático varón que dirige una multinacional informática. Con la irrupción del sombrío Alvear, experto en sistemas de encriptación, la historia novelada experimenta un giro radical que convierte en eje vertebrador el intento de análisis de la personalidad del ejecutivo y la investigación de un pasado turbio que condiciona su existencia.La novela establece varios frentes que tienen su desarrollo gradual en torno a la difícil indagación en la personalidad de Alvear en sucesivas sesiones de psicoterapia. Uno de los principales está en la conflictiva relación de la madre con su hijo, que basa su poder en la amenaza de su boa. Por aquí se cuelan episodios del fracasado matrimonio de Isabel. Entre las amistades de su hijo descubrimos el problema de los inmigrantes en estos tiempos de crisis y desahucios, de los que son víctimas los padres de su mejor amigo. Y también afloran los recuerdos de Isabel durante sus años escolares en un colegio religioso donde fue vejada por sus compañeras. Tenemos, pues, un amplio abanico de temas, todos interesantes y con-flictivos, como las relaciones de pareja entre cónyuges que lo fueron, las actuales entre padres e hijos, la relación con los amigos y, por ellos, la lucha por la vida que afrontan los inmigrantes en nuestro tiempo de recortes.
La atención simultánea a tantos bloques temáticos resta posibilidades de mayor profundización. Aunque el autor se ha documentado bien, tanto en aspectos graves, por ejemplo en el estudio de la personalidad de un psicópata peculiar, como en los más frívolos, representados en los cuidados del cuerpo en sofisticados centros adonde acuden las languidecientes del cogollito (nótese el homenaje a M. Longares y su novela Romanticismo, que hizo casi popular la denominación de "cogollito" aplicada al reducto genuino del barrio de Salamanca). Hay descuidos que no tienen explicación, como, en una novela contada en primera persona por la protagonista, confundir su propio apellido: Arriaga (pág. 21), Blanco (85, 87). Por lo demás, se lee bien por su intriga psicológica, su prosa fluida y sus diálogos concebidos para el desnudamiento de almas.