Casi todas las mujeres
J.J. Armas Marcelo
18 marzo, 2004 01:00Armas Marcelo. Foto: Archivo
La amplia obra narrativa de J. J. Armas Marcelo ha corrido por muchos caminos y eso da una fuerte impresión de variedad, tanto en los temas como en las anécdotas.La variedad acoge, sin embargo, un fondo común que viene a ser el de unas historias en sí mismas notables pero dispuestas como soporte de una intención previa. En general, una denuncia de comportamientos políticos, sociales o morales. A este efecto, da lo mismo por dónde discurra la acción externa, que suele ser de corte amoroso, porque pronto se ve que sirve para censurar ya sea a los "dioses de sí mismos", los socialistas españoles de los 80, al castrismo que sojuzga a los cubanos o a los militares argentinos que llenaron de oprobio su país.
Hago este expeditivo resumen de una narrativa rica y compleja para explicarme a mí mismo la gran diferencia que aprecio entre el trabajo novelesco de Armas Marcelo hasta ahora y la impresión de algo bastante diferente que me produce Casi todas las mujeres. Se distingue esta obra de todas las demás del autor, de entrada, en un estilo más comunicativo, más eficaz, sin el gusto por un cierto barroquismo sintáctico. También tiene una construcción menos compleja, pues sigue bastante directamente una línea principal, aunque no falten idas y venidas del pasado al presente, e incorpore alguna historia complementaria de la central.
A estos elementos formales hay que añadir una visión global de la novela distinta. Armas cuenta aquí una historia sin apartarse de su meollo ni buscar otras metas que no sean las implicaciones, por otra parte bastante densas, de su asunto principal. Es, en este sentido, la más novelesca de las novelas del autor canario, resultado de una actitud libre y desprejuiciada. El escritor va directo como un disparo a su asunto, la relación amorosa entre un famoso y bien maduro "artista del oro", Néstor Rejón, y una chica muy guapa mucho más joven que él. Esta pasión de senectud, entendida como una relación profundamente problemática donde ambos se juegan algo más que una experiencia de pareja, provoca un repaso del pasado del hombre, su ambición de encontrar en la vida y en el arte el oro, cuya búsqueda se convierte en un leitmotiv del libro.
El ayer de Néstor da el resultado de una personalidad ansiosa por alcanzar la plenitud y dispuesta a pagar cualquier precio por ello. Esta elevada meta dignifica a un tipo un tanto donjuanesco, redimido, al fin, moralmente por su entrega a la sen- sualidad y a la belleza. Lo que sólo parece una trama realista de amoríos alcanza la temperatura de la tragedia y cobra una dimensión simbólica que mezcla elementos culturalistas y populares. Después de haber recorrido medio mundo, el refinado Rejón pone a prueba su vellocino de oro (esta imagen es mía) en una especie de western en el que el bueno echa de su isla al petulante forastero. Vence la vejez, la de "un gatopardo en plena forma", sobre la juventud como premio a la entrega de toda una vida al disfrute de la existencia.
Muchos elementos prestigiosos se engarzan en el hilo argumental: la personalidad de Lampedusa, su obra póstuma, la versión de Visconti de El Gatopardo, huellas de otros escritores (Pirandello)... y, en un primer plano, el escenario. Tiene algo la novela de exultante guía de viajes por una Sicilia sentida con una fuerza poderosa y recreada en sus colores y delicadezas. Frente a esa tópica y oscura Sicilia cuna de la mafia, Armas revela un paraíso en estampas fervorosas y líricas sobre Taormina, Palermo, el Jónico... Sale así una historia muy amena que da cuerpo novelesco a la tesis del autor, un canto del carpe diem.