“La docencia es mucho más que medios y recursos, tecnológicos o no”, asegura el profesor de Didáctica, Organización Escolar y Didácticas Especiales Esteban Vázquez Cano en su ensayo Medios, recursos didácticos y tecnología educativa (UNED), una aproximación de corte teórico y práctico a la realidad de cómo pueden la educación y los docentes exprimir al máximo los recursos tecnológicos que integran nuestro día a día desde hace años. Defensor del papel de la tecnología, Vázquez Cano advierte, no obstante, que “lo esencial de la tecnología no reside en saber cacharrear con un robot, crear una página web o utilizar juegos educativos, sino en pensar, analizar y evaluar si con estas propuestas, los educandos aprenden más y mejor”. Y es que, apoyándose en elementos técnicos o no, la base de la educación es la misma que a lo largo de la historia: preparar a los niños y jóvenes para vivir en el presente y el futuro.
Pregunta. ¿Qué papel juega en la sociedad actual la tecnología, no sólo en el aprendizaje en sí, sino a la hora de posibilitar el propio aprendizaje en sí mismo?
Respuesta. Hoy en día la tecnología hace posibles formas de enseñar y aprender impensables a comienzos del siglo XXI. La sociedad, en general, y los estudiantes en particular disponen de herramientas y recursos que no solo permiten acceder al conocimiento sino poder contribuir al mismo como nunca antes. Existen cursos MOOC abiertos y gratuitos de multitud de temáticas diseñadas por prestigiosas universidades, entornos personales de aprendizaje y plataformas educativas en las que se están empezando a integrar recursos como la Inteligencia Artificial para controlar el progreso en el aprendizaje y proporcionar itinerarios personalizados mediante algoritmos que nos orientan sobre cómo debemos progresar en nuestro aprendizaje. Estamos empezando a diseñar una pedagogía de la ubicuidad mediada por la tecnología que precisa del ensayo-error y de una evaluación rigurosa para su implementación. Pero todo esto no tiene sentido si el consumidor y el estudiante no tiene competencias para hacer un uso crítico, seguro, sostenible y provechoso de los dispositivos y los recursos en el ámbito personal, social, profesional y académico. La tecnología es como martillo, sirve tanto para construir una casa como para tirarla abajo.
P. Tras más de un año de pandemia, la tecnología se ha hecho vital en varios momentos para garantizar una continuidad educativa. ¿Cómo valora el impacto de las soluciones que se han adoptado en estos meses? ¿Qué elementos serán duraderos, qué ha llegado para quedarse, y cuáles no?
“La tecnología es como martillo, sirve tanto para construir una casa como para tirarla. No tiene sentido si el estudiante no puede usarla de forma crítica, segura y provechosa”
R. La pandemia y sus efectos en la educación nos ha hecho mirarnos en el espejo y la imagen que nos ha devuelto no era lo que esperábamos. No estábamos preparados evidentemente para que los niños y niñas afrontaran una docencia online y en diferido y se ha puesto de manifiesto una patente brecha digital con falta de recursos e infraestructuras. Pero estos no han sido los principales problemas. Los docentes, en general, no estábamos formados ni preparados para afrontar la ubicuidad desde una didáctica digital que contemplara el aprendizaje competencial y el trabajo colaborativo. No podemos creer que dar una clase en Zoom a treinta estudiantes durante toda una mañana en la que se encadenan problemas de conexión, aburrimiento, la dificultad de intervención y de interacción con el docente, puede considerarse “una clase”. Fue un parche, un parche que pusimos como pudimos y con buena voluntad. ¿Qué quedará de esta experiencia? Pues en la Enseñanza Superior la posibilidad de saber que podemos desarrollar la docencia online, aunque debemos mejorar las dinámicas de trabajo compartido, así como la retroalimentación a los estudiantes y, en la preuniversitaria, la necesidad de repensar el modelo por si vuelve a suceder, no cometer los mismos errores: infraestructuras adecuadas, disponibilidad de dispositivos y metodologías activas adaptadas al aprendizaje competencial y al trabajo colaborativo.
Formando a los formadores
P. ¿Hoy en día, en qué estado de tecnologización se halla la educación en España? ¿Cómo puede mejorarse tanto en su aplicación espacial como de calidad?
R. En general, en España el equipamiento informático de los centros educativos no es malo. Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) para el curso 2018-19, el porcentaje de aulas habituales de clase con conexión a internet es 96,7%. Los dispositivos móviles (portátiles y Tablet PC) representan la mitad de los equipos disponibles (50,1%). El 89,1% de los centros educativos dispone de página web, mientras que el 45,4% dispone de Entorno Virtual de Aprendizaje (EVA), que es utilizado por el alumnado del 84,5% de centros. El problema no reside fundamentalmente en si disponemos de recursos e infraestructuras tecnológicas, sino en el uso educativo de la tecnología. En este sentido, el Informe Talis (2018) que mide diferentes variables del uso educativo de la tecnología en los países de la OCDE, destaca que el aspecto en el que menos autoeficaz se siente el profesorado español es en el empleo de la tecnología para apoyar el aprendizaje del alumnado. Es, por lo tanto, en la formación y en el desarrollo de metodologías activas donde se tiene que incidir significativamente.
P. Precisamente, el libro destaca mucho el papel de los educadores a la hora de guiar al alumno, pero quizá en muchos casos pueda darse una cierta brecha tecnológica. ¿Cómo formar a los profesores en este mundo tecnológico, qué competencias deben adquirir y dominar?
“La tecnología es el aspecto en el que el profesorado se siente menos autoeficaz. Para que sea útil para el alumno, debemos formar al profesorado”
R. La educación, sobre todo la preuniversitaria, tiene una cuenta pendiente con la formación continua del profesorado. No podemos confiar la formación a la voluntad del docente, no hay un sistema integrado y obligatorio de itinerarios formativos y un profesor puede pasarse 20 años de docencia sin hacer ni un curso. Y eso desemboca en que el futuro de la sociedad, que son nuestros estudiantes, se empobrece, se hace menos creativa, más adormecida con menos posibilidades de brillar. La propia OCDE (2018) alerta sobre esta circunstancia “el uso de la tecnología no mejorará el aprendizaje de los estudiantes si no va acompañado de una adecuada formación del profesorado”. Es urgente que el ministerio y las comunidades autónomas, que tienen transferidas las competencias en educación, se planteen un plan nacional y/o autonómico de formación del profesorado obligatorio y diseñado según las demandas sociales y educativas. En su diseño, debería ser prioritaria una formación en un uso ético y responsable de la tecnología y basado en la evidencia científica.
P. Muchos filósofos de la educación como Gregorio Luri o José Antonio Marina se quejan de que el uso de la tecnología está en España mal entendido, pues se prima esta como novedad en detrimento de un aprendizaje más clásico enfocado a los contenidos. ¿Cuál es el equilibrio entre canal y mensaje?
R. El creer que la tecnología es una panacea o que su mero empleo denota innovación y creatividad es un problema mundial, no solo de España. Convergen en esta tendencia mucha presión de los “lobbies” tecnológicos y de las grandes empresas tecnológicas (Google, Amazon, Facebook, Microsoft y Apple) y un afán de moda en que parece que si el profesorado no utiliza la tecnología está desfasado y descontextualizado. Cuando el énfasis debería ponerse en: “integro la tecnología porque he evidenciado que mis estudiantes aprenden más y mejor”. Para que haya innovación tiene que haber mejora y, para ello, es necesario que se evalúen los resultados. El mercado de la tecnología educativa es un filón económico e interesa divulgar, por ejemplo, que jugando a videojuegos se aprende más y mejor o que los niños y niñas deben ser influencers y aprovechar el potencial educativo que tienen las redes, sin la correspondiente evidencia científica y sin valorar adecuadamente los riesgos y consecuencias de esta sobreexposición a la red desde edades tan tempranas. La enseñanza actual tiene como eje el desarrollo de competencias, el estudiante debe saber hacer y aplicar, resolver situaciones en las que poner en práctica los conocimientos adquiridos y en los que contenidos son un elemento esencial también. La tecnología posibilita nuevos escenarios y formas de aprendizaje, pero es un canal más, ni el prioritario ni el único.
Cara y cruz de la tecnología
P. En este sentido, ¿qué puede aportar realmente la tecnología a la educación y cómo lograr que el alumno la use con total provecho?
R. El poder de la tecnología en la Educación dependerá de quién la emplee, cómo la emplee, para qué y con quién. No existe una fórmula magistral para todos los estudiantes ni para todos los profesores y contextos. Entran en liza muchas variables, por ejemplo, el componente humano es insustituible y la interacción física en el aula una necesidad. La investigación no ha evidenciado categóricamente que la tecnología per se sirva para mejorar el rendimiento académico. Los estudios de John Hattie (2008) a nivel mundial en que aparecen implicados más de 300 millones de estudiantes y que se van actualizando periódicamente han mostrado que la tecnología no mejora sustancialmente el rendimiento académico de los estudiantes y muestra valores de mejora por debajo del umbral estándar en un año escolar. El propio Andreas Schleicher —padre de PISA— comentaba en una entrevista en 2016 que “en realidad, esto [refiriéndose a lo digital] empeora las cosas”. No obstante, los dispositivos no se pueden prohibir en los centros, y alejar la escuela de la realidad. Hay que enseñar a utilizarlos de forma provechosa, segura y ética. De otra forma, la escuela incumpliría una de sus principales misiones “educar en y para la sociedad actual y futura”. No podemos exigir un uso responsable si no enseñamos y formamos para ello.
“La tecnología posibilita nuevos aprendizajes, pero debe ser un canal más, ni el prioritario ni el único”
P. A nivel mundial, en los últimos años han ganado mucha fama métodos de enseñanza en línea, como el del Premio Princesa de Asturias Salman Khan y muchos otros formatos de estilo. ¿Realmente estamos en un momento decisivo de cambio en la educación? ¿Cómo podemos aprovecharlo?
R. En educación, parece que siempre estamos en un momento decisivo, pero lo decisivo no es el momento, sino las personas que lo hacen posible. La tecnología seguirá avanzando con nuevas y despampanantes propuestas, como las que augura la Inteligencia Artificial, pero la docencia es también dedicación, amor, conocimiento, saber ser y saber transmitir, y mucho más. No solo se enseña, se educa en valores y se prepara al estudiante para vivir en sociedad. Debemos aprovechar para que el estudiante no solo sepa subir un vídeo a TikTok o publicar un post en Instagram. Debe saber crear un índice hipervinculado en Word y realizar una exposición oral con apoyo de una presentación digital delante de una clase con seguridad, destreza, aplomo y confianza. Estas últimas características sí muestran la competencia del alumnado en actividades educativas con proyección académica y profesional. Por último, solo quien ha estado en frente de una clase sabe lo difícil que es ser un buen docente. A buen seguro, los recursos digitales bien empleados son un complemento indispensable para mejorar la educación, pero no podemos olvidar que el punto clave reside en el “think”, no en el “clic”.