La llegada del coronavirus en marzo de 2019 trastocó, al igual que el resto de ámbitos de la vida, un sistema educativo que debió improvisar sobre la marcha medidas como las clases telemáticas, los programas de enseñanza o las evaluaciones a distancia. Hace pocos días echaba el cierre un curso sometido a iguales problemáticas de adaptabilidad cuyas soluciones han dejado sentimientos encontrados en el sector docente. Este reto se unió a graves problemas endémicos y estructurales que los profesores llevan décadas denunciando y a los que las sucesivas legislaciones, como la LOMLOE, aprobada en diciembre, no parecen encontrar solución satisfactoria.
Centrándonos en lo más reciente, para el escritor y profesor Andreu Navarra (Barcelona, 1981), que tras el impacto de su ensayo Devaluación continua (Tusquets, 2019) acaba de publicar Prohibido aprender (Anagrama) —un recorrido crítico por las diversas leyes de educación de la democracia— durante el año que concluye “docentes y equipos directivos han sufrido un gran desgaste por el sobreesfuerzo y he echado de menos horas de coordinación para mejorar el servicio didáctico”.
Una sensación de improvisación que comparte el pensador, profesor y pedagogo Gregorio Luri (Azagra, Navarra, 1955), que el año pasado publicó La escuela no es un parque de atracciones (Ariel). “Ha habido un enorme anarquismo metodológico y cada uno ha hecho lo que ha podido. Han faltado instrucciones claras y, especialmente, datos de lo que ha sido esta realidad”, destaca. No obstante, también reconoce que “el curso ha ido mejor de lo que inicialmente esperaba. Ha habido problemas y se han cerrado clases con positivos, sí, pero todo se ha llevado a cabo sin aspavientos. El coronavirus ha supuesto un fortísimo test de estrés para el sistema educativo, y éste lo ha superado”.
“Entre el triunfalismo oficial y el apocalipsis anunciado hay una realidad de grises de donde extraer el oro cotidiano de la educación”. Andreu Navarra
Una opinión que refrenda el filósofo y pedagogo José Antonio Marina (Toledo, 1939), autor de clásicos de la materia como La educación del talento o Despertad al diplodocus. “El confinamiento nos pilló a todos desprevenidos y muchos centros, sobre todo los que están en zonas más deprimidas no tenían los medios necesarios. Este año las cosas han ido mejor, aunque el problema mayor de esta pandemia es que han aumentado las desigualdades ya existentes”. En definitiva, como remacha Navarra, “entre el triunfalismo oficial y el apocalipsis anunciado hay una realidad en grises de donde extraer el oro cotidiano de la educación”.
Métodos versus resultados
Pero más allá de estas circunstancias excepcionales, los tres profesores coinciden a la hora de señalar que nuestro sistema educativo tiene arraigadas deficiencias importantes que, lejos de solucionarse, parecen ir a más cada año. “Existe un desconcierto pedagógico general. La tecnología avanza con demasiada rapidez. Hoy en día la investigación formativa de vanguardia la están haciendo las grandes empresas informáticas, lo que es catastrófico”, valora Marina.
“La improvisación y la entrega absoluta y acrítica a las multinacionales monopolistas es un espectáculo inquietante”, coincide Navarra, que asegura que “entre todos estamos dejando que se consolide una sociedad que considera que estudiar y leer son cosas malas, rémoras para gentuza obsoleta. La legislación refrenda este tipo de ideología neoliberal que interviene sobre nuestro sistema educativo y lo lamina, haciendo que salte por los aires sin aportar una alterativa clara”.
"Estamos asistiendo a un papanatismo pedagógico que utiliza técnicas de marketing para hacer llegar a las familias que lo que se hace es maravilloso". Gregorio Luri
Más expeditivo se muestra Luri, que sostiene rotundo que “estamos asistiendo a un papanatismo pedagógico considerable, que presenta como bueno todo aquello que bautiza como ‘nuevo’, una idea de cursis”. Hace ya más de una década, relata, “se nos decía que el libro de papel tenía sus días contados frente a las tecnologías para leer en pantalla, y muchas escuelas corrieron a implementar esas innovaciones. ¿Qué hemos descubierto? Que el libro de papel puede ser viejo, pero tecnológicamente es perfecto, y lo digital no ha mejorado nada”.
“Se están utilizando técnicas de marketing para hacer llegar a las familias que lo que se hace es maravilloso”, continua el pensador, “pero lo que nos debería preocupar de verdad no es tanto el método que se utiliza, sino cuáles son sus resultados. Y lo que vemos es que 1 de cada 4 cuatro adolescentes acaban la ESO sin capacidad para entender un texto complejo. ¿Por qué no nos preguntamos los motivos de esto?”.
Una educación clasista
Como apunta el profesor, los datos del siempre discutido Informe PISA y del Panorama de la Educación 2020 del ministerio reflejan que en España solo el 22,7% de la población tiene una titulación de secundaria, mientras que esta población supera el 40% en la media de la OCDE. Aunque esto se palíe en la educación universitaria, donde nuestro país se encuentra en la media del 40%, es aquí, confirman los tres expertos, donde está la raíz del problema. “El Informe PISA señala que tenemos una de las mejores posiciones de la OCDE de jóvenes con títulos universitarios. Sin embargo, un tercio de ellos tienen una capacidad de comprensión lectora y una capacidad aritmética que no superan los niveles básicos para el mundo laboral. Ese es el drama, lo demás es mirar para otra parte”, resume Luri.
“Uno de cada cuatro alumnos acaba la ESO sin poder leer un texto complejo y nadie se pregunta el porqué. Ese es el drama”. Gregorio Luri
Otro factor clave que detecta Navarra es la orientación mercantilista de un sistema que educa a trabajadores y no a ciudadanos. “Nadie tiene el más mínimo reparo en afirmar que la educación debe servir a la ‘empleabilidad’. Estamos consolidando una sociedad en la que no caben ni la disidencia crítica, ni el inconformismo”, se lamenta. “El pedagogismo actual es contrario al sentido de la justicia social inherente a cualquier democracia. Y sus métodos maquillará nuestras cifras de la vergüenza, pero no las corregirán”.
La puntilla a estas valoraciones la aporta Marina, que entrando en el terreno universitario opina que los centros de altos estudios españoles han tenido que cumplir una función que no les corresponde. “En una sociedad tan clasista como la española un título universitario era la única manera de ascender socialmente. Eso, junto al escaso prestigio de la Formación Profesional ha hecho que muchos alumnos que no tenían verdadera vocación de estudio hayan ido a la universidad”, resume. “Para agravar el problema, desde hace años tener una carrera no ha proporcionado ascenso económico, ni siquiera aseguraba un puesto de trabajo. Todo esto produce gran malestar personal y social”.
Banalizando el aprendizaje
“El obstáculo para un pacto educativo en España es ideológico, por eso no fue posible Ni siquiera en la Transición, por mucho que se diga”. José Antonio Marina
Atendiendo a este desolador panorama, cabe preguntarse qué papel juegan las sucesivas leyes de educación, por qué ha habido tantas en tan pocos años y cuál es su impacto real. “Escaso”, a juicio de Marina, que aporta su perspectiva histórica. “El éxito educativo se consigue mediante un proceso continuo de mejora, que el cambio de leyes interrumpe. El obstáculo en España es ideológico por eso nunca ha sido posible un pacto educativo”, afirma. “Suele decirse que lo hubo en la Constitución, pero no es verdad. El PSOE se levantó de la comisión cuando se estaba discutiendo el artículo 27, que trata de la educación. Se llegó a una componenda para salir del paso, pero todos los partidos advirtieron que cuando llegaran al poder impondrían su modelo educativo mediante leyes ordinarias. Y en esa pelea seguimos”.
Por su parte, Navarra, se muestra muy crítico con algunos de los puntos calientes de la LOMLOE, unos finalmente incluidos y otros no, como la reducción de las repeticiones, la eliminación de contenidos de las asignaturas o la ampliación de la enseñanza obligatoria a los 18 años. “Tendremos promoción automática y mejorarán nuestras estadísticas porque regalaremos todos los títulos, metódicamente devaluados. Seguimos prefiriendo levantar bonitos escaparates con teorías que parecen muy modernas pero que en realidad no son más que humo”, advierte. “Un ministro de educación que recomendara cosas como la alfabetización plena y la vuelta a los contenidos técnicos no duraría ni dos meses en el cargo”.
“Un ministro que recomendara la alfabetización plena y la vuelta a los contenidos tradicionales no duraría dos meses en el cargo”. Andreu Navarra
Para Luri, esta nueva ley es un paso más hacia la banalización de la educación, a la que alude con un ejemplo gráfico. “Una familia normal sabe que con la escuela no es suficiente y por eso apunta a sus hijos a actividades extraescolares. No porque quieran gastarse el dinero, sino porque saben que si quieren que su hijo hable inglés o aprenda matemáticas no tiene suficiente con los más de diez años de colegio”, explica. “Y eso va a ir a más. Cuanto más baje el nivel y más recorte los contenidos la escuela, más van a acudir los padres que puedan permitírselo a contenidos complementarios en la oferta privada”.
Asignaturas de futuro
Pero huyendo de catastrofismos, los tres profesores se muestran prestos a la hora de proponer soluciones de futuro en varios campos. Luri se muestra optimista al opinar que “a la hora de la verdad las leyes no afectan tanto. Lo que significa que, si queremos que una ley educativa tenga éxito, debemos contar con la complicidad activa de los docentes. Si no, sería como hacer una ley de tráfico que los conductores no respeten”. El pensador considera que “ninguna ley debería aprobarse sin que dejase claros sus objetivos concretos, para poder después evaluar si los ha conseguido o no. Aquí se aprueban leyes sin finalidades específicas y luego se sustituyen sin haber hecho una valoración rigurosa de la anterior. Si estás pidiendo a los profesores que se evalúen, el ministerio es el primero que debe dar ejemplo”.
"Un proyecto educativo exige coordinación. Tendría que haber una vicepresidencia de Educación encargada de coordinar Educación, Cultura, Ciencia, Universidades, Trabajo, Sanidad, Familia y Hacienda". J. A. Marina
Tajante y más centrado en lo global, Marina defiende que un sistema educativo depende “de la calidad del profesorado, la ayuda a las familias, un presupuesto mínimo del 5% del PIB, y la implicación de toda la sociedad”. En este sentido, defiende que un proyecto educativo exige coordinación, por lo que propone que en “una ‘Sociedad del aprendizaje’ como en la que vivimos, tenía que haber una vicepresidencia de Educación, encargada de coordinar Educación, Cultura, Ciencia, Universidades, Trabajo, Industria, Seguridad Social, Sanidad, Familia, y Hacienda. Todas esas instituciones deben formar parte del entramado educativo”.
Para finalizar, Navarra es más conciso y apuesta por medidas prácticas como “bajar las ratios de alumnos por clase” —una vieja reivindicación del sector docente cuya aplicación durante la pandemia ha mejorado el rendimiento académico—, “prohibir la burocracia”, pues considera que “el docente ha de preparar clases y atender a su alumnado, no producir datos para lucro privado” y, sobre todo, “erradicar el gran timo competencial, porque es un abuso sociopolítico, y no una pedagogía. Necesitamos una alternativa crítica, que nos vuelva a situar en las coordenadas de una cultura humanista e ilustrada y no en un mercado”, concluye.