"Querida maestra". Escritoras en la correspondencia de Flaubert
Gustave Flaubert
11 diciembre, 2009 01:00Retrato de Flaubert, por Giraud
Es ésta una correspondencia -sobre todo en la parte relativa a Flaubert- de grandes gestos y declaraciones sonoras, muy del gusto de la época. Pero también es un valioso documento sobre el malestar de la inteligencia en un tiempo difícil: el correspondiente a la guerra franco-prusiana, la caída de Napoleón III y el contraproducente experimento revolucionario de la Comuna de París. La ecuánime George Sand, que ha visto otras muchas cosas, dice no sentir "pena por el incendiario y por el asesino", pero sí compadecer "a la clase a la que una vida brutal reduce a producir tales monstruos". Flaubert, por el contrario, se anticipa a lo que será, en el siglo y medio venideros, el sentimiento predominante entre los intelectuales que no han sucumbido a los cantos de sirena de la Revolución: el escepticismo, la denuncia del pavoroso fondo moral que se adivina tras un mundo entregado al poder ciego de las masas… No es para tanto, parece decirle su anciana interlocutora. Sí que lo es, se reafirma el novelista...
Y lo curioso es que, si nos asomamos a la otra correspondencia que complementa este volumen, la que el autor mantuvo con la hoy olvidadísima escritora Leroyer de Chantepie, y que arranca un par de lustros antes, en 1857, encontramos una especie de ensayo general de lo que luego le dirá a Sand, unido a una muy favorecedora pose paternalista que hubiera estado fuera de lugar con su otra corresponsal. Genio y figura. O un conjunto de balbucientes declaraciones en primera persona que poco favorecen, en fin, a quien tan claramente se expresó respecto a su tiempo en La educación sentimental.