El día más largo
Cornelius Ryan
17 junio, 2004 02:00Tropas aliadas ultiman el desembarco de Normandía
"La mejor manera de matar más alemanes es montar una sola gran invasión y atacar con todo lo que tengamos. Es la forma más rápida de ganar las guerra". Así, el presidente Franklin D. Roosevelt daba el visto bueno a la "Operación Overlord", que pasaría a la historia como "El desembarco de Normandía". El 6 de junio de 1944 el ejército aliado comandado por Eisenhower y formado por 200.000 soldados (americanos, británicos y canadienses) vencieron a las defensas alemanas capitaneadas por el mariscal Rommel -el "zorro del desierto"- en la costa francesa. Fue el principio del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Ahora que se conmemora el 60 aniversario del evento, es sin duda buena ocasión para leer o releer esta obra imprescindible. Lo primero que puede sorprender al lector actual es su frescura y agilidad narrativa, como si no hubiera pasado el tiempo (el libro se publicó originalmente en 1959). El autor canaliza una montaña abrumadora de datos heterogéneos en unas escenas diáfanas que se van complementando según avanzan los acontecimientos. El resultado es francamente brillante. Con razón se ha dicho que Ryan dio con la fórmula adecuada para hacer accesible a todos una información contradictoria y enmarañada, hasta el punto de que sigue constituyendo una referencia indiscutible para los celebrados analistas que desmenuzan esa misma vertiente bélica de aquellos años terribles, desde Anthony Beevor al premio Pulitzer del pasado año, Rick Atkinson (Un ejército al amanecer).
Aunque no es del todo exacto hablar de historia bélica, sobre todo si entendemos ésta en su sentido restrictivo de estrategia, operaciones y combates. Precisamente lo que ha posibilitado el éxito de los autores citados es su voluntad omnicomprensiva, su apuesta clara por trazar un microcosmos en el que la guerra se convierte en eje, pero nunca en componente exclusivo. De hecho, el mismo Ryan dice en las páginas iniciales que la suya no es una "historia militar", sino un relato de lo que sucedió en ese momento histórico con la perspectiva más amplia posible. Y ello posibilita que accedamos a las cartas de los soldados, a la angustia de las familias, a la expectación de los campesinos normandos, a los accidentes estúpidos, a los sentimientos encontrados de quienes no combaten... En el fondo, la antes aludida fórmula del autor no es más -ni menos- que esa plasticidad para hacernos ver la tragedia en todas sus dimensiones.
El propio libro dedica su primera parte (un tercio de su extensión), no al desembarco, sino a los preparativos de la víspera, sin desdeñar las dudas y contratiempos que sacuden al magno ejército comandado por Eisenhower, y sin olvidar por otro lado la tensión en la que viven las tropas alemanas. El lector toma conciencia así de lo que se dirime el famoso día D. Una jornada que comienza para los invasores mucho antes de amanecer: buena parte de las páginas centrales están consagradas a contar con detenimiento la sacrificada labor de los casi 18.000 paracaidistas norteamericanos, británicos y canadienses que cayeron sobre Normandía horas antes de arribar los buques. Sin ellos la operación más espectacular no hubiera sido posible. Muchos perecieron, a veces del modo más absurdo: ahogados en terrenos pantanosos.
Pero son las páginas que describen con técnica impresionista la llegada de 5.000 barcos a las playas francesas las que se alzan como prueba incuestionable de la habilidad de Ryan y la razón fundamental por la que este libro merece seguir siendo leído como obra maestra en su género. En este caso no es licencia poética decir que la escritura transmite la tremenda tensión del momento: vivimos con los soldados el mareo y la incertidumbre, la desesperación, el pánico y el heroísmo, todo en grado superlativo. Sin aparatosidad, con engañosa sencillez, Ryan nos hace espectadores a ras de suelo de una espantosa carnicería (10.000 bajas aliadas; desconocidas, las germanas), que constituye también uno de los episodios más cruciales del trágico siglo XX.