El resto. Una historia invisible del arte
ángel González García
3 enero, 2001 01:00González escribe siempre a favor o en contra, armado de razones y de intuiciones inesperadas. Y una vez leídas, imprescindibles. Combinación de erudito y enfant terrible, un talante irremediablemente polemista gobierna sus textos tanto como su personalidad
E n el texto titulado "Donde se asegura que un piso no es una casa", al comentar cómo Mario Praz abrumaba con su erudición a quienes se burlaban de su buen gusto, ángel González escribe: "...es como decir que la discontinuidad en que la belleza consiste ya no tiene muchas fuerzas para resistirse a la continuidad que la Historia impone". Esta es una frase a la que es fácil asentir, aunque estaríamos bien dispuestos a dejarnos convencer de lo contrario. Y a punto estamos de ello leyendo los escritos de ángel González recogidos en este volumen, en que una subjetividad penetrante enhebra esas discontinuidades en un hilo de acero. Y no precisamente ahorrándose la Historia en ellos, aunque la Historia esté puesta del derecho y del revés, como quien recorta páginas impresas para hacer un collage. Nada de collage, por más que en ocasiones uno también se pregunte: "qué pinta esto aquí" o "de dónde lo habrá sacado". Si algo caracteriza a la escritura de González es la multiplicidad de enfoques y referencias, disgresiones e interpolaciones entre las que se abre paso su pensamiento con la seguridad urgente del agua desbordada. Recuerda el autor al escribir sobre Alcolea el libro de Boschini (1660) Carta de navegación de la pintura, un buen título también para este libro. Multiplicidad de enfoques y referencias, escritura que se desarrolla en círculos cada vez más amplios en torno al tema en discusión, y que finalmente acaban por absorberlo como un agujero negro. Los textos críticos de ángel González no clarifican la obra, la oscurecen, pero esas sombras nos incitan con vehemencia a mirar por nosotros mismos. No he utilizado más arriba la palabra "discusión" a la ligera. González escribe siempre a favor o en contra, armado de razones y de intuiciones igualmente inesperadas. Y una vez leídas, imprescindibles. Combinación de erudito y "enfant terrible", un talante irremediablemente polemista gobierna sus textos tanto como su personalidad, y a él se debe en parte la huella dejada en tantos artistas y colegas. Su actividad como historiador del arte, crítico y "agitador" configura una parte sustancial de esa generación que surge a finales de los setenta. Este interés como documento se suma al intrínseco de los textos. ángel González (Burgos, 1948) ha acompañado desde siempre su labor docente con la de organizador de cursos y exposiciones, ha sido miembro del consejo asesor del Museo Reina Sofía, ha escrito crítica para periódicos y revistas y ha publicado media docena de libros, entre ellos (en colaboración con Calvo Serraller y Marchán) Escritos de arte de vanguardia 1900-1945, todo un alivio para quien lo leyó en 1979, su fecha de publicación.El Resto. Una historia invisible del arte contemporáneo, es también un libro poco común. Por tratarse de una coedición del Museo de Bellas Artes de Bilbao y el Museo Reina Sofía (a Miguel Zugaza, director del primero, y a Miguel ángel García Hernández, editor de los textos, responsabiliza el autor de haberle convencido para acometer el libro). También porque consiste en quinientas sesenta páginas espléndidamente editadas, con una selección fotográfica que acompaña a la lectura, amplias notas, índice onomástico y un sustancioso prólogo de García Hernández, que acaba logrando sintetizar el pensamiento del autor respecto del arte y de su crítica.
Algo que enseguida salta a la vista del lector de estos escritos de (originalmente conferencias, textos del catálogo, artículos en revistas como Arena, El Paseante, Arte y Parte, SubRosa, Creación o Revista de Occidente, más algún inédito), es su rara intensidad. Intensidad que no es un resultado final sino que se manifiesta con idéntico brío a lo largo de cada una de sus líneas. ángel González escribe apasionadamente, por más que no trate de emociones. El calor está en los argumentos, las traslaciones históricas, la elegancia con que presenta a los artistas y con la que trata al lector. En descripciones como la de Carlos Alcolea plantado ante La Pietà de Tiziano, balanceándose ligeramente. "A mí me recordaba el movimiento de los labios en algunos lectores primerizos: las palabras todavía llenan su boca. Luego, con los años, la lectura se vuelve más penetrante pero menos conmovedora".
A estas treinta y cinco intervenciones concurren Manet, Malevitch, Miró, Dalí, De Chirico, Byars, Beuys, Pazos, Nauman, Alcolea, Navarro Baldeweg o Kounellis, la fotografía surrealista, las vanguardias rusas, el coleccionismo... Un elenco que a primera vista hace difícil entender que su autor considere esta "historia invisible" como una "vindicación y reivindicación de lo excluido, de lo expulsado. De los residuos, del resto, de lo que falta". Pero no se engañe el lector pensando que se refiere a una pandilla de artistas olvidados. ángel González nos indica dónde está esa parte maldita del arte, esa parte excluida; al declarar que el arte es una pérdida, la pérdida por excelencia de cuanto retiene y aglomera el capital.