Antonio Monegal traza la historia de la humanidad a través de sus guerras épicas, trágicas y cómicas
'El silencio de la guerra' es un ensayo muy recomendable para nuestros días, en los que los tambores de guerra suenan cada vez más cerca.
14 mayo, 2024 01:08Las guerras no han sido infrecuentes en las últimas décadas –ahí están, desde los Balcanes hasta Irak, pasando por Afganistán o Siria–, pero nos habíamos acostumbrado a que sucedieran lejos, casi como vestigios molestos de un tiempo remoto en el que fuimos bárbaros, pero que estaban destinados a ser superados por cierta lógica de la Historia.
La invasión rusa de Ucrania, en suelo europeo, ha traído de vuelta el interés por un concepto, el de guerra, que ya no se mira con los ojos curiosos del historiador aficionado, sino de quien contempla con congoja un posible escenario bélico en su propio país.
Ahí están Suecia, Alemania o Dinamarca preguntándose cómo reinstaurar o reforzar el servicio militar obligatorio. Es en esa tensión entre la mirada y la realidad en la que se sitúa este formidable ensayo del catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada Antonio Monegal (Barcelona, 1957).
Toda guerra es, además de su manifestación cruel de los disparos y las muertes, una representación cultural que la sostiene e intenta no solo explicarla, sino legitimarla y defenderla. “El problema que me ocupa es […] cómo se representa la experiencia de la guerra […]: qué relación y qué distancia existe entre esta imagen […] y el acontecimiento que a la vez está inscrito en ella y está ausente”, escribe Monegal.
La guerra, continúa, “es un fenómeno eminentemente cultural que trasciende su manifestación violenta concreta y acompaña desde sus orígenes al ser humano”. Y, a partir de esa premisa, se remonta a la Ilíada para hacer un recorrido por la historia y hablarnos de las distintas manifestaciones culturales de las guerras hasta nuestros días: ha habido guerras épicas, trágicas, e incluso cómicas. Pero nunca han sido ni son un fenómeno que se agote en sí mismo, sino que tiene una relevancia social y antropológica que permea toda manifestación cultural –y, en nuestros días, mediática–.
Monegal sitúa un punto de inflexión entre la guerra y su representación en el conflicto del desencanto por excelencia de la segunda mitad del siglo XX: la guerra de Vietnam, cuyos ecos resuenan ahora en las protestas de los campus universitarios estadounidenses contra la guerra de Israel en Gaza. Desde entonces, “ha pasado a primer plano la conciencia de que el discurso sobre la guerra y el control de sus representaciones forman parte de cómo se hace la guerra hoy en día”.
['Eurotrash', la novela satírica que desenmascara a los nazis que jamás se arrepintieron]
Imposible no acordarse de Despachos de guerra, de Michael Herr, crónicas que inspiraron el retrato desasosegante que rodara Coppola en Apocalypse Now, su adaptación de El corazón de las tinieblas de Conrad. La épica parece cosa del pasado, pero la tragedia permanece y, por tanto, la necesidad de seguir narrando las guerras. Pero ¿cómo? Porque ninguna representación refleja de forma veraz la realidad de la guerra.
No es fácil responder a la pregunta que el libro plantea, porque, tal y como escribe el autor, la guerra luchada y la guerra representada se retroalimentan: “el relato funciona paralelamente como registro evocador de acontecimientos pasados y como fuente de valores y modelo de conducta que alientan a futuros guerreros”. Y remata: “El relato de guerra no se caracteriza por su neutralidad”.
Por desgracia, la historia de la humanidad puede trazarse a través de la guerra. Y de sus representaciones. De ahí que el objeto de este libro sea la humanidad entera, en el espacio y el tiempo. Un ensayo muy recomendable para nuestros días, en los que tanto nos insisten en que los tambores de guerra suenan cada vez más cerca.