No es irrelevante el hecho de que una asombrosa escritora de relatos muriese casi en la pobreza y cayera en el olvido. Existen muchas mujeres creadoras sepultadas para siempre en el pozo del pasado. Lucia Berlin (Juneau, Alaska, 1936- California, 2004) venció a la desmemoria del tiempo y tuvo un éxito arrollador a los once años de su muerte.



En 2015 se publicó en Estados Unidos su compilación de relatos Manual para mujeres de la limpieza, y se situó, inmediatamente en todas las listas de best sellers de Norteamerica. En España dichos relatos fueron traducidos por Alfaguara en 2016. Berlin se convirtió en una escritora de culto y en 2018 se publicó Una noche en el paraíso y en 2019, el volumen autobiográfico Bienvenida a casa.



Una nueva vida completa la publicación de su obra en castellano. Se reúnen aquí, con una introducción de Sara Mesa, 15 relatos, 6 artículos y 5 fragmentos de diarios, con un apéndice biográfico realizado por Jeff Berlin, hijo de Lucia, autor también de las notas y la edición.

Lucia Berlin

Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino

Alfaguara, 2023

330 páginas. 20,90€

Comparada con Raymond Carver y con Chéjov, las historias breves de Berlin sacan a la luz pública las contradicciones sociales y las oscuridades escondidas bajo las alfombras. Lo que narra lo ha conocido en sus carnes y sus páginas tienen más humor que dolor, más compasión que rabia. Hay una ausencia de dramatismo, una exuberancia desapegada al contar las malas jugadas de la vida. “Si un rasgo caracteriza su obra, es la alegría. Cuando la ficción en prosa es tan expansiva como la de Lucia, se convierte en una celebración del mundo”, escribió Stephen Emerson.



La vida de Lucia Berlin impregna toda su obra. Fue una existencia con naufragios y recuperaciones. Vivió la liberación, la promiscuidad y el vértigo alcohólico de finales de los 50 y la euforia artística y desmadrada de los 60.

Las páginas de Lucia Berlin tienen más humor que dolor, más compasión que rabia 

En su infancia siguió los destinos de su padre, ingeniero de minas; vivió en Idaho, Montana, Arizona, El Paso, Texas y Chile. Se casó a los 17 años con un escultor, con quien tuvo dos hijos, y más tarde cambió a un marido músico de jazz por otro marido íntimo amigo del primero, padre de sus dos últimos hijos. Nunca se detuvo. Vivió en Nuevo México, Nueva York, México, Colorado y California. Pese a haber obtenido un American Book Award, en 1991, por su compilación Homesick y de ser profesora invitada en varias universidades, para mantener a sus cuatro hijos tuvo que ejercer todo tipo de trabajos menores como limpiadora o telefonista. Sufrió varias curas de desintoxicación, y a partir de los 90 dejó de beber, pero tuvo que llevar a cuestas un tanque de oxígeno, porque su columna torcida perforó uno de sus pulmones.



En 1975 trabajó como operadora en un hospital. El relato “Centralita”, donde las chicas son Operadora Dos, Cinco o Nueve, muestra el racismo de la época al llegar una supervisora negra. “Fuego” y del “Gozo al pozo”, son duras historias inspiradas en el cáncer de su hermana Molly, casada con un político mexicano. En medio de la tristeza, descripciones causticas y una subterránea necesidad de respirar. Hay que ir a uno de sus diarios, “La turista. Un diario de París, 1987”, para entender la fuerza de una mujer que cuando los batacazos se lo permitían tenía una vitalidad alejada de toda desdicha.



En “El foso” asistimos a la llegada de una mujer a un centro de desintoxicación y se narran con causticidad las relaciones en ese universo. “Manzanas” fue el primer cuento que escribió, en 1957, y su lirismo y su preciso don de observación son emocionantes. “Mamá y papá” es una sátira de la vaciedad de ciertas damas. Su biografía se desborda en estas inteligentes historias breves y en los fragmentos sin filtro de sus diarios.