Aunque tarde, el nombre de Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897 - Londres, 1944) irrumpió con fuerza en las letras españolas para amplificar nuestra perspectiva sobre la guerra civil. La publicación en 1994 de Las armas y las letras, de Andrés Trapiello, la posterior recuperación de sus obras —sobre todo A sangre y fuego, convertida en texto canónico sobre la contienda española— y las últimas aproximaciones biográficas han venido consolidando la imagen de un periodista objetivo, imparcial, ecuánime.
La idea del escritor de la Tercera España, término que acuñó Salvador de Madariaga para referirse a quienes nunca se identificaron plenamente con vencedores ni vencidos, ha sido prácticamente indiscutible, del mismo modo que siempre se ha rechazado que fuera equidistante. Una figura de consenso, qué duda cabe, por más que entonces despertara en nuestro país la animadversión de uno y otro bando.
No es que la investigación de Yolanda Morató venga a ensuciar este currículo impoluto, pero sí ofrece nueva información, muy relevante, acerca de los últimos años de su vida, los del exilio en Francia e Inglaterra. Chaves Nogales se nos presenta ahora con muchas más aristas, menos transparente y, por lo mismo, más interesante.
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Manuel Chaves Nogales. Los años perdidos, publicado en la editorial Renacimiento, llega a las librerías este lunes. Desde la recuperación de su nombre hace tres décadas, no ha habido un libro más revelador acerca de la figura del periodista sevillano. La investigación de Morató, profesora titular de Filología Inglesa en la Universidad de Sevilla, reconstruye los cuatro últimos años de su vida en Inglaterra, la etapa más prolífica de su carrera. Además de iluminar espacios nebulosos y rellenar importantes lagunas, corrige datos determinantes a través de una documentación ingente y rigurosa, sin elucubraciones.
El nuevo libro sobre Chaves Nogales incluye además una relación de casi quinientos artículos desconocidos y nunca recopilados hasta el momento, así como la última entrevista que concedió pocas semanas antes de morir. El periodista brasileño Murilo Marroquim de Souza, que conoció a Stefan Zweig y a su mujer —se suicidaron en Petrópolis, a 68 kilómetros de Río de Janeiro—, fue el encargado de hacerle un cuestionario en el ocaso de la II Guerra Mundial.
La verdad sobre la huida de Francia
Morató pergeña una crónica desde el momento en que Chaves Nogales abandona París el 17 de junio, momentos antes de la rendición francesa ante la ocupación alemana, hasta su muerte en Londres por una peritonitis. La investigadora detecta los primeros errores en obras publicadas anteriormente acerca de la ruta que le llevó a Inglaterra. Morató demuestra que no salió de Burdeos en el navío S. S. Madura y facilita las pruebas que revelan en qué barco cruzaron, quiénes iban a bordo, qué trayecto hicieron —tampoco cruzó el periodista sevillano el Canal de la Mancha entre Calais y Dover— y quiénes gestionaron el rescate.
Efectivamente, Winston Churchill fue determinante, como ya se había escrito, pero el éxito de la huida no se habría consumado sin la ayuda de Thyssen —un traidor al nazismo—, y de Emery Reeves, el editor del primer ministro británico. Además, Havas, la agencia afín al gobierno francés para la que trabajó en París, tenía una estrecha relación con los servicios de inteligencia británicos, por lo que Chaves Nogales contaba con una buena nómina de contactos influyentes.
Su estancia en territorio británico —el 21 de junio atracó primero en el puerto de Milford Haven de Gales y no directamente en Inglaterra, como se había sostenido hasta el momento— constituye lo más interesante de esta obra, si bien no fueron los años más frenéticos del periodista. No, desde luego, en lo que se refiere a aventuras. La luz vertida sobre esta etapa sirve para derribar el mito de “andar y contar” —el periodista en el lugar de los hechos—, pues Chaves Nogales escribe sin moverse de su mesa. En todo caso, lo que despierta el gran interés no es lo que escribe, sino para quién lo hace y con qué motivos.
Morató no solo localiza los medios en los que publica sus crónicas, artículos y reportajes, sino que desvela los agentes que operan detrás. Para que el lector saque sus propias conclusiones, será suficiente decir que Chaves Nogales se instala en el edificio de Russell Court, cercano al cuartel general del Ministerio de Información, Senate House, que había sido proyectado para albergar la sede de la Universidad de Londres. Se trataba del "centro neurálgico de todas las operaciones de comunicación e información secreta", escribe Morató. Cada uno de los periodistas, procedentes de un buen número de países, escribía para su medio.
Relaciones con los servicios secretos británicos
Chaves Nogales nunca se reunió en su casa, como se ha dicho, con un gran número de exiliados españoles. Sus contactos más bien se encontraban encima de los Pirineos. Comenzó a trabajar para la agencia francesa AFI, que dependía de la británica Reuters y acababa de nacer como competidora de la nueva Havas. Formó parte del grupo de treinta y cinco periodistas que escribían en la sexta planta y en el sótano del edificio de Reuters en Fleet Street (Londres). Datos como este constatan la dimensión que tuvo como informante de la guerra, además de ser testigo de la brutal influencia de las agencias de noticias en aquellos años. Sin embargo, no era solo eso.
Chaves Nogales mantenía las mismas condiciones que en Francia, pero "la diferencia aquí es que el jefe del periódico era, en realidad, el Estado", apunta Morató. British Overseas Information Services (BOIS) incluía "las actividades conjuntas del Ministerio de Información, del British Council, de Reuters y de la división internacional de la BBC", continúa, lo cual evidencia que Chaves Nogales operaba para el gobierno británico, pieza fundamental de las fuerzas aliadas durante la II Guerra Mundial.
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Algunos episodios ponen en entredicho la independencia que siempre se le ha atribuido a la hora de encarar el oficio. Una cosa es que estuviera comprometido con la democracia, la que supuestamente traerían los aliados tras la victoria en la contienda, y otra que no asumiera posiciones partidistas. En una ocasión, un bombardeo en Guilford Street, muy cerca de la calle Woburn Place, donde vivió Chaves Nogales durante los cuatro años que pasó en Londres, dejó el interior de algunas casas a la vista. El periodista, sin embargo, seguía escribiendo para los medios latinoamericanos que en Inglaterra todo estaba en orden, tratando de transmitir una imagen sólida de los aliados.
Según los datos aportados por Morató, la contribución del periodista a causa de los aliados no se detuvo en la publicación de textos. Se tiene, al menos, la constancia de un encuentro con Luis Calvo, espía y periodista de ABC que operaba contra Inglaterra, el 17 de diciembre de 1941. Los servicios secretos británicos vuelven a registrar el nombre de Chaves Nogales el 12 de marzo de 1942. “No fue un hecho puntual, la inteligencia británica tenía serias sospechas. O bien seguía al periodista sevillano, o bien lo utilizaba como contacto para llevar a cabo otras acciones”, escribe la filóloga. ¿Chaves Nogales delató a Luis Calvo?
La investigadora asegura a El Cultural que "los servicios secretos no hacían distinciones. Si se tenía la menor sospecha de algún periodista, escritor o exiliado (fuera del país que fuese), se le seguía, se le concertaba una cita con cualquier pretexto y, mientras el sospechoso estaba fuera de su casa, se instalaban micrófonos por todo el salón de su vivienda. Hasta ahora, toda esta actividad había quedado fuera de los estudios sobre Chaves, pero tuvo verdadera importancia para el clima de sospecha constante en la época en la que le tocó vivir".
En todo caso, “resulta inevitable imaginar que Chaves podría haber formado parte del grupo de ocho periodistas que, el 20 de agosto de 1944 y mientras las fuerzas aliadas avanzaban hacia París, tomaron las oficinas de la OFI, la agencia de noticias francesa controlada por el gobierno de Vichy durante la ocupación alemana”, añade Morató. Lo que parece incuestionable es que el sevillano fue decisivo en las labores de información financiadas por el Ministerio de Asuntos Exteriores británico y anduvo muy cerca de la red de espías y agentes dobles que merodearon por las altas esferas del país.
Tampoco vivió, por muy poco, para celebrar el Desembarco de Normandía, pero la investigadora asegura que Chaves Nogales estaba al tanto de la preparación de la ofensiva. Incluso viajó a Tenby, una localidad costera de Gales en la que once meses antes tuvo lugar un ensayo previo. "No se desplazó para descansar unos días (versión poco consistente con lo que fue su vida durante aquellos cuatro años), sino porque allí se había llevado a cabo la preparación del Día 'D'", precisa.
Si pretendemos seguir identificando a Chaves Nogales con la Tercera España, sería conveniente suponer desde ahora que la España del periodista sevillano estuvo más cerca, según la dualidad establecida por el poeta Antonio Machado, de los vencidos que de los vencedores en la Guerra Civil Española. Al menos, desde que comienza la contienda y, con el traslado del gobierno republicano a Valencia, el periodista se exilia en París. Desde aquel momento hasta su muerte, su posición no admite dudas.