Szymborska: retrato en doce palabras
Fumadora empedernida, bajo la máscara de elegancia y serenidad se agolpaban recuerdos, aficiones y sentimientos. Nos acercamos a su figura
3 julio, 2023 01:32Nawoja
En la actual Kórnik, Poznan, en las tierras del conde Zamoyski que administraba su padre, Wincenty Szymborski, nacía el 2 de julio de 1923 Maria Wislawa Anna Szymborska. Era la segunda hija de Wincenty y de Anna Maria Rottermund, casados en febrero de 1917, cuando él tenía cuarenta y siete años, y ella, veintiocho.
Su única hermana, Maria Nawoja, era seis años mayor que Wislawa, quien solía contar que tuvo “muchas niñeras porque chillaba mucho y ninguna me aguantaba”. Cuando nació, su padre presumió ante sus amigos de su nueva hija, “una señorita muy hermosa” a la que ya había buscado marido. Por otra parte, su hermana fue siempre su cómplice y amiga. Wislawa iba una vez a la semana a su casa a comer platos tradicionales polacos, y se llevaba comida para toda la semana.
Aficiones
Apasionada lectora de Michel de Montaigne, Mark Twain y Thomas Mann (el único escritor a quien rindió homenaje en un poema, en el que consideraba su existencia como un milagro), no entendía que alguien no tuviera en su biblioteca Los papeles póstumos del Club Pickwick de Dickens, autor que prefería a Dostoievski. Amante del arte y del cine, adoraba la pintura de Vermeer y visitaba feliz los museos arqueológicos, aunque cuando acudía a una pinacoteca solo se detenía en dos o tres cuadros y se marchaba.
De niña, se colaba con sus amigas en los cines para ver películas como El ángel azul, pues admiraban a Greta Garbo y Marlene Dietrich, a Errol Flynn, Gary Cooper y Tyrone Power. Ya adulta, proclamó su pasión por Federico Fellini, Kurosawa, Chaplin, Orson Welles y Woody Allen, que también se confesaba su absoluto admirador, mientras ella se retrataba además como entusiasta de Ella Fitzgerald.
Comunismo
Durante la Segunda Guerra Mundial la escritora se había movido “en los círculos de jóvenes de tendencias izquierdistas” que creían “que el comunismo era la única salida para Polonia. Gracias a ellos empecé a pensar en temas sociales”. Que su primer marido, Adam Wlodek, fuese un ferviente comunista acrecentó su compromiso. Wlodek y ella se afiliaron juntos en abril de 1950.
Sus primeros poemas tenían títulos como “Lenin” o “Nuestro obrero habla a los imperialistas”, y firmaron cartas contra los enemigos del régimen. Quizá por eso, su desengaño cuando descubrió la realidad del terror estalinista fue absoluto: abandonó el partido sabiendo que perdería el trabajo, y jamás editó esos poemas de combate.
Limérico
Espléndida anfitriona, Szymborska desafiaba a sus invitados y se entretenía durante los viajes improvisando liméricos, unas quintillas humorísticas de origen inglés, compuestas de cinco versos (AABBA), en el que el primer verso siempre termina con el nombre de una localidad y debe de ser algo obsceno. Así, cuando visitó Italia, recitó: “Los del sitio de Corleone / tienen fama de peleones. / Esa cosa que les lleva al desmadre/ la maman con la leche de sus madres / y todos se llaman Corleone”.
Tabaco
Sus amigos y compañeros de las revistas en las que trabajó durante años, cuando le concedieron el premio Nobel, la retrataron “siempre con un cigarrillo”. Fumadora compulsiva, no abandonó el tabaco ni cuando le diagnosticaron cáncer de pulmón, y cuando le aconsejaban que dejase de fumar, respondía que había ido a demasiados entierros de no fumadores como para tomarse en serio la amenaza del tabaco.
[Szymborska, personal y comprensible: cien años de la mujer que revolucionó la poesía del siglo XX]
Incluso en la cena de gala de los Nobel se levantó de la mesa antes de tiempo, acompañada del rey de Suecia, para fumarse ambos un pitillo: a ella la fotografiaron haciendo volutas de humo, mientras que a él lo borraron.
Fe
Educada en el Instituto de las Hermanas Ursulinas, Szymborska recordaba que a pesar de las monjas “la religión no pesaba demasiado. Yo había pasado un periodo de profunda religiosidad antes de que surgieran las dudas”. También negaba que hubiera perdido la fe por culpa del comunismo pues “las fuentes de mis dudas tenían fundamentos racionales”, al tiempo que acababa afirmando que “nadie es ateo del todo”.
Humor
La Nobel polaca recurría y trataba el tema del humor con absoluta seriedad. De hecho, solía definirlo como “el hermano menor de la tristeza” o “la unión orgánica entre la tristeza y la rosa”, es decir, “un don terriblemente serio”. Y cuando se preguntaba, en uno de sus artículos, qué es el humor, distinguía entre la percepción general y superficial, que lo entiende como “la fabricación de chistes y la hilaridad bovina”, y el humor de verdad, “que es realmente la gran tristeza capaz de vislumbrar cosas graciosas”.
Feminismo
Aunque se la podría incluir sin mucho esfuerzo entre las feministas por su independencia y libertad de pensamiento y acción, mantenía hacia el movimiento una distancia propia de la gente de su generación: “Sé que es una corriente necesaria, pero preferiría no nadar en ninguna corriente. También me compadezco de los hombres, que tienen asimismo sus tensiones, miedos y obligaciones”. Con todo, siempre y en todas partes, con discreción y sentido del humor, defendía, promovía y admiraba a las mujeres.
Entrevistas
Alérgica a la indiscreción, antes de recibir el premio Nobel, es decir, en sus primeros setenta y tres años de vida, la poeta solo había concedido diez entrevistas y la mayoría breves. A menudo decía que su vida estaba en sus poemas, y que en ellos se encontraba su respuesta a todas las preguntas que le planteaban, mientras repetía que hablar en público de uno mismo empobrecía interiormente: “Confesarse públicamente es como perder tu propia alma. Hay que guardar algo para uno. No puede derrocharse todo”.
Ni siquiera para sus biógrafas, Anna Bikont y Joanna Szczesna, resultó nada sencillo retratar a la autora. Trastos, recuerdos es la única biografía autorizada por Szymborska, que participó en el proceso junto a las polacas, y se publicó en Pre-Textos en 2015.
Correo literario
Emboscada en un apabullante sentido del humor, durante casi treinta años la escritora fue responsable del “Correo literario” del semanario Zycie literackie, respondiendo con salvaje ironía a los autores noveles que pretendían iniciar en la revista una fulgurante carrera literaria. Implacable con la falta de talento y con los plagiadores, a uno le recomendó que, puestos a copiar, lo hiciera de La comedia humana, pues “no está nada mal y es largo” y a otro, que se atreviese con Kafka, porque si lo publicaban no tendría que repartir el dinero con el narrador checo.
Tampoco perdonaba las erratas: le enviaron un poema titulado “Desde la cunvre de Babia Góra” y contestó que “ese poema no acostunvrará a tener suerte en ninguna redacción”. Claro que a otro aspirante a poeta le aconsejó “cambiar de bolígrafo. El que usa comete muchas faltas. Seguro que es extranjero”.
Collage
Desde joven, Szymborska se divertía enviando a sus amigos, a modo de postales, los collages que ella misma hacía con fotos de rebuscado mal gusto, como gatos tocando el piano, en cartulinas de colores. Se trataba de eludir el espionaje estatal en una época en la que los autores comprometidos dejaron de enviarse cartas al saberse espiados. Amante de los trastos y cachivaches, a menudo las cenas en su casa terminaban sorteando los últimos collages que había realizado. Hoy se consideran una parte importante de su obra y se han exhibido en gran parte del mundo, Madrid incluido.
Nobel
Aunque en años anteriores su nombre había sonado con insistencia entre los favoritos al premio Nobel de Literatura, el 3 de octubre de 1996 la Academia Sueca se lo concedió “por su poesía, que con precisión irónica permite que los contextos histórico y biológico salgan a la luz en los fragmentos de la realidad humana”. Szymborska estaba de vacaciones en Zakopane y al recibir la noticia aseguró no saber qué hacer: “Ni siquiera puedo huir a los montes porque hace frío y llueve”.
También confesó sentirse “aturdida, sorprendida, alegre, encantada y asustada”. En su discurso de aceptación, uno de los más breves que se recuerdan, reivindicó las palabras “no sé” y corrigió al autor del Eclesiastés: “‘Nada hay nuevo bajo el sol’, has escrito, Eclesiastés. Sin embargo, Tú mismo has nacido nuevo bajo el sol. Y el poema que has creado también es nuevo bajo el sol, ya que antes de Ti nadie lo había escrito. Y nuevos bajo el sol son tus lectores”.