Llega esta colección de relatos, la primera que publica como tal el célebre cineasta Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, 1949), amparada por la promesa de que en ella se contiene lo más parecido a una autobiografía. Que Almodóvar era un escritor más que solvente ya lo sabíamos todos los que leímos en su día las muy divertidas, irreverentes y refrescantes crónicas de su personaje Patty Diphusa, suerte de alter ego deformado, interpretadas ya entonces como historietas de corte autobiográfico, centradas, eso sí, en las correrías de Almodóvar por la movida noche madrileña.
En El último sueño se incluye de hecho el primer texto en el que aquel personaje nació. Será esta, sin embargo, la única referencia que el lector encontrará a las vivencias del director manchego durante aquellos “locos” años ochenta. Es por esto que el Almodóvar que aquí comparece será sobre todo uno insólito para el gran público, por más que algunas de las historias contenidas en este volumen hayan terminado formando parte de su cine, como ocurre con el realmente magnífico relato “La visita”, que daría luego pie a La mala educación.
Paralelismos de este tipo podrán encontrarse también en “Demasiados cambios de género”, donde el director de teatro protagonista reconoce que “las mezclas imposibles de temas, un espíritu salvajemente posmoderno, irrespetuoso y violento con tal de arañar sus propios límites (…) y apropiarse de personajes y autores que suponían a veces un reto antinatural” son la base de su obra. En el mismo relato se juega, metanarrativamente hablando, con Un tranvía llamado Deseo de Tennesee Williams, La voz humana de Jean Cocteau y Opening night de John Cassavetes, que, si se me permite el reduccionismo, vendrían a condensar (casi) toda la poética de Almodóvar como cineasta.
[Pedro Almodóvar publica el libro de relatos 'El último sueño', una "biografía fragmentada"]
Pero al margen de estos juegos de espejos que supongo muchos lectores buscarán en estos textos, debe resaltarse la sorpresa maravillosa que ofrecen los tres más atípicos y, en el fondo, más originales de la colección. Me refiero a “La ceremonia del espejo”, “Juana, la bella durmiente” y “La redención”, escritos, según se explica en la nota introductoria, a finales de los sesenta y primeros setenta, y que muestran a un voluntarioso escritor en ciernes, entonces veinteañero pero en estado de gracia inventiva, capaz de jugar ávidamente con la imaginería de su particular mundo provinciano, moldeada a su vez por los yugos de la educación histórico-católica de la época, también por la iconografía de cierta literatura popular.
Se releen y reinterpretan en estos relatos los mitos de Drácula, Juana la Loca y Jesucristo, en inteligentísima clave camp; todos ellos habrían dado lugar a indudables películas de culto de haber existido entonces en España un productor tipo Roger Corman. Y en esta línea llamémosla pop es justo también destacar el relato titulado “Vida y muerte de Miguel”, que bien podría haberse publicado en su día en la mítica Nueva Dimensión.
He aquí un Almodóvar insólito, por más que algunos de los relatos hayan terminado formando parte de su cine
Por culpa de estos textos tan frescos e inesperados, se perciben un tanto fuera de lugar (por coherencia estilística, más que nada) algunos otros de no ficción, como los dedicados a la muerte de dos de sus musas, su madre (“El último sueño”) y Chavela Vargas (“Adiós, volcán”).
Almodóvar trata en todo caso al final (“Memoria de un día vacío”, “Una mala novela”) de dar coherencia al conjunto y, a su manera, lo consigue al confesar que “hay una ingenuidad conmovedora en el querer y no poder”, leyendo a continuación con admiración a Enrique Vila-Matas (mostrándose como avezado lector) y dejándonos con hambre de más, esto es, de una plena (auto o no) biografía, de la que El último sueño vendría a ser algo así como un suculento entrante.