Sola y en la oscuridad de su apartamento, una mujer espera ansiosa la llamada de su amado. Suena el teléfono, se precipita hacia el auricular y trata de mantener la entereza, pero sus palabras y gestos la delatan: son la crónica de un desamor, la tragedia de una mujer destrozada por la ruptura con su amante. Al otro lado del aparato, su invisible interlocutor, un hombre misterioso del que solo sabemos que es actor y sobre el que planea la sombra de la traición.
"¿Para qué sirve el amor?", se pregunta la protagonista al comienzo de La voz humana, el célebre monólogo del multifacético Jean Cocteau sobre el desamor, cuya versión, firmada y dirigida por Israel Elejalde, regresa esta noche al Teatro Pavón Kamikaze de nuevo con Ana Wagener como protagonista. Igual que esa voz inaudible al otro lado del teléfono es la que pone a andar la trama, nos llega hasta el presente el eco de la voz de Cocteau, que en su célebre monólogo, un intenso drama psicológico que nos habla del desamparo, la angustia y la dependencia de quien se siente abandonado, vuelca su desgarrador visión sobre la imposibilidad del amor.
La obra, que luego, en 1954, el compositor Francis Poulenc convertiría en una ópera de un solo acto para soprano, fue estrenada por Cocteau en 1930, pocos años después de la implantación de los primeros teléfonos particulares en las casas. "El teléfono, entonces un avance en el terreno de las comunicaciones al alcance de las clases pudientes, es aprovechado por Cocteau para proponer una reflexión sobre la incomunicación, la dificultad de enfrentarse a la verdad, la ausencia y el dolor que esta provoca", explica Elejalde.
A través del monólogo de su protagonista, Cocteau reflexiona sobre el amor como si se tratara de una enfermedad que nos incapacita, como una adicción que nos anula, para hablarnos del desamparo, la angustia y la dependencia de quien se siente abandonado por su amante. "Cocteau retrata un estado mental y emocional. El personaje ni siquiera tiene nombre. No lo tiene porque somos todos", precisa el actor y director.
En esta versión, Elejalde se ciñe al texto primigenio del francés, aunque saca a relucir alguna canción de su amiga Edith Piaf. "La voz humana presenta a una mujer profundamente enamorada al borde del abismo, que lucha con desesperación por ser tratada con dignidad por su amante. Es una lucha a contrarreloj (lo que dura esa llamada que se corta con frecuencia, estableciendo una metáfora sobre la propia fragilidad de la relación) por encontrase con la verdad".
Tras ese parlamento angustioso recreado por Ana Wagener, se filtra el propio sufrimiento de Cocteau, que también debió sobreponerse a la pérdida de su pareja, Raymond Radiguet. "En su génesis", añade Elejalde, "es una obra realista, pero en mi opinión hay tantos elementos simbólicos y tantas referencias a los sueños y a las fantasías, que la empujan hacia un terreno mucho más poético y onírico".