Jon Bilbao nos atrapa en la red de su ficción con un viejo conocido: el Basilisco
La extraña mezcla que es 'Araña', la nueva novela del autor, obedece a un peculiar modo de navegar desde la ficción por los secretos, ilusiones y fracasos humanos
4 marzo, 2023 02:12Me gustaría explicar con claridad y precisión qué es Araña. Me resulta imposible, sin embargo, por sus peculiares rasgos temáticos y formales. No es una novela porque carece de una línea anecdótica firme. Tampoco un conjunto homogéneo de relatos, pues en él participan la estampa cotidiana y el desquiciamiento inventivo. A lo más cabe proponer que se trata de un encadenamiento no sometido a ley alguna de peripecias de distinto pelaje que solo participan de un común gusto por poner en juego el viejo arte de contar.
A lo dicho se suma otra dificultad, el hecho decisivo de que la obra no tiene una autonomía completa porque pertenece a una enciclopedia narrativa de varios volúmenes. Los libros (los que conozco, solo dos por desgracia, dada su calidad literaria: Basilisco y Los extraños) de Jon Bilbao (Ribadesella, 1972) no son para leerse sueltos, sino en compañía de otros suyos porque entre ellos se establecen esenciales relaciones.
Entre sus piezas se dan repeticiones y coincidencias formales y temáticas, también de espacios y de personajes. Por tanto, si uno se centra nada más en Araña, se priva de referencias necesarias para comprender y apreciar in toto el mundo imaginario del autor. Disminuido resulta, por ejemplo, el personaje de John Dunbar, alias el Basilisco, que protagoniza diversos episodios de este último libro. Y solo como un esbozo se muestra otro personaje sobresaliente, Jon.
Diez narraciones componen Araña, ninguna de las cuales se titula como el volumen porque este bicho funciona como un símbolo cuyo sentido enigmático abarca el conjunto del tomo. Las piezas no pueden ser más distintas, en tono y trama. Arranca con una estampa familiar de estricto realismo situada en el bello pueblo costero natal del autor. Ya aparece aquí Jon, a quien hallamos en otras piezas, en un viaje de recreo con los suyos por Norteamérica, o de trabajo a Oriente mientras se libra de una escapada familiar.
La notación casi costumbrista, un psicologismo minucioso que acepta el determinismo mental genético y un testimonio no poco crítico de la vida inconfesada de las familias distinguen a estas historias. Que se amplían, en estas o en otras, a un retrato pesimista del amor y nada positivo de la pareja.
Los libros de Jon Bilbao no son para leerse sueltos, sino en compañía de otros suyos porque entre ellos se establecen esenciales relaciones
Al legendario, misterioso y mortífero pistolero John Dunbar lo vemos primero, cruelmente maniatado por los indios, en una travesía por el desierto arrastrando tres cráneos de bisonte. No puede haber un registro más diferente al anterior señalado. La hipérbole y la inverosimilitud abrevan en la factoría cinematográfica de Tarantino. Y lo volvemos a tener como guía de una mística peregrinación al oeste americano donde un apóstol visionario guiado por la Luz quiere establecer el Paraíso de los Hombres, edén que excluirá a las mujeres. Aquí el relato de aventuras se serena y se abre a la sentimentalidad, a la ternura y a la vivencia de la soledad.
Ribadesella, el Far West, el cañón del Colorado o Disneyland París, escenarios yuxtapuestos en un solo libro, dicen por sí solos el carácter mestizo de la narrativa de Jon Bilbao. Lo refrenda la mezcla de la observación, lo fantaseado, lo alegórico y hasta lo metaliterario (un cervantino Dunbar es famoso personaje de novelas populares). Y lo remata la variedad formal de sus historias y el modo de presentarlas: sendos textos interrumpen dos veces el relato de los peregrinos sin motivo alguno.
Semejante extraña mezcla obedece a un peculiar modo de acercarse al mundo, de navegar desde la ficción por los secretos, sentimientos, ilusiones, ambiciones y fracasos de los seres humanos. Al final, si es que un libro denso puede despacharse así, Jon Bilbao se asoma al misterio de la alegórica araña, al reto de cómo controlar el malestar y la desazón que el perturbador insecto inocula en nuestras vidas.